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Música bajo la dictadura del algoritmo

Esta semana se han celebrado en Donostia, en el marco de los Cursos de Verano de la UPV-EHU, unas jornadas en las que se ha analizado el cambio de modelo musical vivido en las últimas décadas, ofreciendo el punto de vista de los intérpretes, las discográficas o los promotores.

Imanol Arana, Amaia Ispizua, Iñaki Salvador, Arkaitz Villar y Andrés Camio. (Jon URBE | FOKU)

«Musikene se puso en marcha hace veintidós años, tres veces al año se trae a un artista invitado que entre otras cosas viene a dirigir, y que yo sepa no se graba absolutamente nada. Son conciertos en ocasiones memorables y que nos cuestan un dinerito», puso como ejemplo Iñaki Salvador. Se da por hecho que sabe de lo que habla, ya que es uno de los profesores del Centro Superior de Música ubicado en Donostia.

Este prestigioso pianista fue uno de los participantes de la mesa redonda que puso el cierre a la primera de las dos jornadas celebradas bajo el título ‘Música en streaming. El negocio de la música en la era digital y su preservación como manifestación cultural para el futuro’,  enmarcadas en los Cursos de Verano que organiza la UPV-EHU en el Palacio Miramar.

En unas décadas se ha pasado del cassette y el vinilo al Spotify, Youtube y plataformas similares, y el objetivo en esos dos días era reflexionar sobre la preservación de la creación musical en un mundo en el que buena parte de lo producido carece de soportes tangibles y en el que «muchos de los contenidos que albergan las plataformas digitales están en riesgo y pueden desaparecer».

El evento contó con la dirección de Peio Leiñena, que desde hace cuatro años dirige Eresbil, el Archivo Vasco de la Música, ubicado en Errenteria. Precisamente, esa convivencia entre lo físico y lo digital fue uno de los temas que se puso sobre la mesa en la entrevista publicada en NAIZ en febrero de 2021.

En la mesa redonda se dieron cita representantes de distintos sectores. Entre los intérpretes estuvo el mencionado Iñaki Salvador. Por la parte discográfica Andrés Camio ‘Jitu’, responsable del departamento musical de Elkar. Amaia Ispizua, de la promotora Get In, estuvo como integrante de Musika Industriaren Elkartea (MIE), mientras que Arkaitz Villar lo hizo en nombre de Musika Bulegoa, un espacio de encuentro que ofrece servicios relacionados con la actividad musical. Hizo las labores de moderador Imanol Arana, técnico del Departamento de Cultura del Gobierno de Lakua.

En los márgenes de la partitura

Es sabido que en este tipo de formatos, una cosa es el título original –era ‘La industria discográfica en Euskadi. Los sellos vascos ante los nuevos modelos de consumo’– y otra por dónde llevan la charla los protagonistas, sobre todo cuando se genera un ambiente tan distendido y en familia. Más con un invitado como Iñaki Salvador, al que como buen músico de jazz se le vio el gusto por la improvisación y por expresarse en los márgenes de la partitura.

Destacó que para el jazz y la música clásica el cambio de modelo no ha sido tan grande, no han sufrido tanto lo que calificó de «la dictadura del algoritmo», ya que «hemos tenido el disco como tarjeta de presentación para dar conciertos, no andamos anunciando a qué día y a qué hora sale nuestro nuevo single».

En lo que sí ha notado un mayor cambio a peor es en la agenda de conciertos, sobre todo para lo que definió en repetidas ocasiones como «la clase media, un colectivo heterogéneo, gentes de la clásica, del jazz, cantautores, folk… gentes que tenían sus conciertos, su relativo éxito. Eso ha ido desapareciendo».

«Nuestro sector no es ajeno a la sociedad, al resquebrajamiento de valores, a la eterna pelea entre lo público y lo privado. La clase media se va estrechando, las desigualdades son las que son», explicó.

«Las agendas de conciertos han bajado hasta casi desaparecer, y a nivel discográfico ni os cuento. La mayor parte de los discos son autoproducciones, o con subvenciones», apostilló.

Escaleras automáticas

Andrés Camio se mostró de acuerdo con la definición de esa clase media y su paulatina desaparición. «La tecnología ha barrido un montón de cribas, antes empezabas con las maquetas en casette, ahora cualquiera tiene acceso a las mejores tecnologías. Antes había pequeños peldaños que había que ir subiendo, ahora hay escaleras automáticas», describió.

Recordó que Elkar «es una discográfica clásica, con un catalogo con unas 1.500 referencias. Siempre tenemos un ojo puesto en ese pasado que nos gusta contar, pero el otro ojo en lo que está pasando ahora. Todos los años editamos cosas nuevas, además de reeditar cosas del pasado o novedades de gente que ya tenemos». No obstante, asumió que no se puede decir que sí a todo. «Dar calabazas es lo más desagradable de este curro», confesó.

Iñaki Salvador retomó la palabra para apuntar que «cualquiera de menos de 30 años no ese plantea otra cosa que no sea la autoproducción, ahora se lo pueden hacer en casa». Recordó que su primer disco lo editó Elkar en casette, y aseveró que eso no hubiera sucedido «si hubiera nacido en Toledo, Sevilla o Toulouse, porque no se hizo por criterios comerciales, había una realidad de proximidad. Pero la gente joven no ha vivido eso».

Los beneficios de algunos artistas compensaban las pérdidas de otros, a quienes se publicaba por un interés cultural, no monetario. Camio resumió la diferencia con una frase demoledora: «En los 80 se compraba música, ahora no».

Evidentemente, no todo es negativo. Amaia Ispizua destacó que «se ha democratizado el acceso a la producción, hay muchas más mujeres que antes. Antes era mucho más difícil pasar del hobby al disco. Ahora curiosean, se bajan un programa, un colega les deja un micro… eso hace que salgan muchísimos más proyectos que antes, y eso está bien».

Mejor preparación

Lo corroboró Camio al rememorar que «nosotros venimos del punk, coge la guitarra y haz lo que puedas, pero ahora la gente está mucho mejor preparada, el panorama vasco es espectacular, se están haciendo cosas interesantísimas».

Arkaitz Villar puso el foco en otros aspectos. «Ha desaparecido un circuito que permitía dar a conocer a gente emergente. Publicas un disco y en una semana puede estar obsoleto, estamos viviendo un cambio tan rápido de todo. Los festivales, las escuchas… se concentran en unos pocos nombres».

Y alerto de que para estar en el candelero «hemos llegado a un punto en el que esto no sé si puede explotar, tienes que estar haciendo canciones constantemente, actualizando tus redes constantemente, promocionando constantemente… con el riesgo de caer en enfermedades mentales» como el estrés o la ansiedad.

Al respecto, Amaia Ispizua puso el ejemplo del cantante Quevedo, «un chaval de Canarias al que no conocía nadie y que de repente es famosísimo, vende 10.000 entradas con chavales y chavalas que se saben su canción (‘Quédate’), y le entra pánico y no quiere subir al escenario».

El moderador planteó la posibilidad de que «igual los músicos antes eran más militantes, pensaban menos en una posible profesionalización que te obliga a entrar en ese camino de las redes sociales».

Colaboración público-privada

Salvador lamentó que las instituciones públicas, a través de los teatros y las casas de cultura, han dejado de programar música. Amaia Ispizua consideró que «la programacion pública no debe pensar en el beneficio, aunque si luego lo saca perfecto. Pero debe cubrir una labor de educación musical, de concienciacion, se están dejando llevar por lo que el mercado está pidiendo».

Como posible solución apeló a una colaboración público-privada para crear nuevos circuitos en auditorios públicos, para que alquilar un espacio no suponga perder dinero.

Arkaitz Villar apuntó que «la realidad de Europa es otra, con salas públicas gestionadas por manos privadas, con importantes subvenciones».

Indicó que la semana pasada estuvo en el festival BBK Live de Bilbo y «la media de edad era bastante alta, pero una prima mía estuvo en un festival de reguetón y música urbana en La Rioja y estaba lleno de gente joven. Se nos escapan tendencias que además no sabemos cuánto van a durar y hasta dónde van a llegar».

El papel de ETB

En la recta final de las dos horas de mesa redonda se retomó el tema principal de las jornadas, la preservación de la música en estos tiempos de lo efímero. Iñaki Salvador consideró que esta debería ser una de las funciones de Euskal Telebista, ente al que criticó por una «dejación absoluta de su responsabilidad».

«ETB debería registrar por defecto conciertos, obras de teatro, sesiones de danza… Y luego el tema de la divulgación y la educación, una tele pública tiene que jugar un papel fundamental. Tenemos documentados partidos de fútbol, de pelota o de waterpolo, pero vete a buscar conciertos hechos en este país por gente de este país», lamentó.

Amaia Ispizua reconoció que «no se graba lo que se debería grabar. Hicimos una exposición para el 30º aniversario de Get In y nos dimos cuenta que nos faltaban recursos de vídeo».

Por contra, por ejemplo Eresbil tiene guardados todos los conciertos programados durante medio siglo en su festival anual Musikaste, que pone en valor a los compositores vascos.

Ander Camio matizó a Salvador, al apuntar que «se han hecho cosas como Gu Gira, Euskal Herriko Lur Maitea, Ken Zazpi con la Orquesta Sinfónica…», y el pianista asumió que «los músicos somos los primeros que no nos organizamos, va cada uno muy a su bola».