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«Alto el fuego por rehenes», eje de una reunión Biden-Netanyahu bajo presión

Tras su discurso en el Capitolio, donde se negó a reconocer cualquier crítica y dijo no conformarse con nada menos que la victoria total sobre Hamas, Benjamin Netanyahu se reunió con Joe Biden en medio de un agitado clima político y una exigencia: aceptar la tregua por la liberación de rehenes.

Netanyahu, por cuarta vez en el Capitolio. (Roberto SCHMIDT | AFP)

El discurso de Benjamin Netanyahu en el Capitolio, por cuarta vez ante una sesión conjunta de las dos Cámaras, batiendo el récord que poseía el británico Winston Churchill con tres intervenciones, fue estridente, sin autocrítica, con un mensaje de guerra «entre la barbarie y la civilización» en el centro del poder político estadounidense, donde sostuvo que era una guerra tanto de EEUU como de Israel.

Netanyahu es un astuto conocedor de la política estadounidense y ha trabajado duro para mantener relaciones sólidas tanto con demócratas como con republicanos. Sabe que el apoyo estadounidense es crucial para la seguridad y supervivencia de Israel y que EEUU le proporciona miles de millones de dólares de ayuda y armamento avanzado, y que si retirara su apoyo, trastocaría por completo el equilibrio de poder en la región.

Pero hubo muchas evidencias en el Capitolio de que el apoyo a Israel está empezando a debilitarse y resquebrajarse. Los republicanos pasaron aproximadamente la mitad del discurso fuera de sus asientos. Unos 40 legisladores demócratas, incluida la expresidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, boicotearon el discurso, y solo la mitad de los demócratas del Congreso asistieron.

«La intervención de Benjamin Netanyahu en la Cámara de Representantes fue, con mucho, la peor intervención de cualquier dignatario extranjero invitado y honrado con el privilegio de dirigirse al Congreso de EEUU», escribió Pelosi en X.

Mientras tanto, en las calles de la capital miles de personas protestaron, grupos tanto propalestinos, que pedían su detención por ser un criminal de guerra, como proisraelíes, que acusaban a Netanyahu de usar el conflicto como cobertura para esquivar sus propios problemas políticos domésticos.

Protestas en Washington por la visita del genocida israelí. (Andrew THOMAS/AFP)

La protesta también se hizo notar en la Cámara con la representante palestina-estadounidense Rashida Tlaib. Con un pañuelo palestino que se ha convertido en un símbolo de protesta, sostuvo un pequeño cartel negro con letras blancas que en un lado decía «criminal de guerra» y en el otro «culpable de genocidio».

Reuniones de alto riesgo

Tras el discurso del Capitolio, ayer llegó la ronda de reuniones. Estaba previsto que Netanyahu se viera cara a cara con Joe Biden, Kamala Harris y Donald Trump.

Biden, confeso y orgulloso sionista, que ya está en la rampa de salida, dejó claro en su último discurso televisivo que poner fin a la guerra en Gaza será una de sus prioridades en sus últimos meses en el cargo.

Harris confía en recuperar votantes que la permisividad de Biden con el genocidio en Gaza alejó de los demócratas.

Sin embargo, la pregunta es cuánta presión ejercerá sobre Netanyahu para lograrlo. Pero el hecho de que no busque la reelección también puede significar que tenga las manos más libres, que no está sujeto a las expectativas de una campaña y del aparato del Partido Demócrata.

Aunque, previsiblemente, tampoco querrá hacer nada que pueda dañar las posibilidades electorales de Harris, que tuvo su propia reunión con el primer ministro israelí. Será la primera con un líder mundial desde que se convirtió en la candidata presidencial del Partido Demócrata. Y probablemente querrá marcar perfil propio.

Aunque no hay ninguna evidencia de que tenga diferencias con Biden en lo que respecta a Israel y la guerra en Gaza. Pero, sin duda, los analistas estarán al acecho de cualquier cambio de énfasis o lenguaje.

Harris ha hablado, y en algunos casos enérgicamente, sobre la necesidad de un alto el fuego y sobre la difícil situación de los palestinos, y se especula con que existe la posibilidad de que pueda recuperar a algunos votantes demócratas que creen que la Administración Biden ha hecho demasiado poco para poner fin al conflicto, salvar a los niños y niñas palestinos o limitar las ventas de avanzadas y letales armas a Israel.

La congresista de origen palestino Rashida Tlaib. (Saul LOEB/AFP)

Cabe recordar que Harris no asistió al discurso de Netanyahu en el Capitolio, pero hizo pública una declaración cuidadosamente redactada diciendo que su ausencia no debería interpretarse como un boicot al evento.

Ayer mismo, volvió a salir a la palestra con otra declaración condenando enérgicamente a los manifestantes propalestinos que se habían manifestado contra el discurso de Netanyahu en Washington.

Según se podía leer en el texto, «en Washington DC vimos actos despreciables por parte de manifestantes antipatrióticos y una retórica peligrosa alimentada por el odio antisemita».

Ni un sí ni un no

La reunión entre Netanyahu y Biden se llevará a cabo en la Casa Blanca en medio de una agitación política sin precedentes en EEUU, con una polarización extrema. Al mismo tiempo, a nadie se le escapa que Netanyahu está bajo una enorme presión interna para liberar a las docenas de rehenes que aún se encuentran cautivos después del ataque de Hamas del 7 de octubre.

Se esperaba que Biden presionaría a Netanyahu para que se comprometiera al menos con la primera etapa de un acuerdo de tres partes que liberaría a algunos de los rehenes a cambio de un alto el fuego temporal.

Diplomáticos de EEUU no veían probable que se cerrara el acuerdo para una paz por rehenes.

Sin embargo, un alto funcionario de la Administración dijo a la CNN que se iba a acordar un «marco» para el acuerdo, pero que «aún quedaban por resolver graves problemas de implementación». «No espero que la reunión sea un sí o un no», dijo el funcionario. «Probablemente, será algo como ¿cómo cerramos estas brechas finales?».

Está previsto también que antes de que Netanyahu tome el avión de vuelta a Tel Aviv se reúna con Donald Trump, previsiblemente hoy, en su residencia de Mar-a-Lago, en Florida. Los dos han tenido una relación bastante tensa desde que Netanyahu felicitó a Biden por su victoria en las elecciones de 2020, una votación que Trump afirmó, y sigue afirmando, sin presentar pruebas, que fue manipulada.