INFO
Elkarrizketa
Ernesto Samper
Expresidente de Colombia (1994-98)

«Hemos convertido el miedo en la moneda en curso de la política»

El expresidente de Colombia Ernesto Samper aborda en entrevista a NAIZ el diálogo con el ELN, la integración latinoamericana y las elecciones en EEUU, así como los aprendizajes del proceso de paz en Euskal Herria. Recientemente visitó el Parlamento de Gasteiz y fue recibido por el lehendakari.

El expresidente de Colombia Ernesto Samper en su reciente visita a Gasteiz. (Raúl BOGAJO | FOKU)

La delegación del Gobierno ha dado por suspendidos los diálogos con el ELN tras el atentado de Arauca. ¿Qué supone esta suspensión?

Para mí, forma parte de un proceso difícil y complejo, pero que tiene este tipo de accidentes que deben ser aprovechados como una oportunidad para replantear temas y para introducir otras inquietudes y preocupaciones. Yo no lo de doy a esto un carácter definitivo.

Me parece que es un accidente más en el camino. La paz no es fácil. Hay que entenderla no como un resultado, sino como un proceso.

Creo que esto va a servir para que, de alguna manera, el ELN haga una reflexión sobre sus compromisos humanitarios y el Gobierno, sobre sus compromisos políticos.  

Ha seguido de cerca este proceso. Estuvo en Caracas en la firma del primer acuerdo, se fotografió con ambas delegaciones… ¿Qué destacaría de este proceso respecto al que se siguió con las FARC-EP?

Sin duda, es un proceso totalmente distinto al de La Habana. El que se dio con las FARC-EP tenía unos máximos responsables que eran los que formaban parte del Secretariado, tenía una agenda en la cual existían temas muy vinculados a las reivindicaciones de las FARC-EP, como las tierras o la sustitución de los cultivos ilícitos.

El proceso del ELN introduce tres elementos nuevos en el debate que son muy importantes. El primero, el territorio. La paz no se puede seguir formulando en términos nacionales para todo el país porque cada territorio tiene su especificidad y sus propias complicaciones.

«Las heridas se cierran a través de la recuperación de las víctimas. Son ellas las destinatarias de ese cierre de heridas y para que ellas elaboren sus duelos, necesitan saber la verdad»

El segundo es el respeto al derecho internacional humanitario. El ELN siempre ha sido partidario de respetar la aplicación del derecho internacional humanitario mientras se consigue la paz. Y el tercero, en el cual se ha avanzado bastante, es el tema de la participación.

El ELN siempre ha abogado porque se amplíen los canales de participación, que estén las organizaciones sociales, en fin que haya más gente involucrada en el proceso. Creo que se ha conseguido hasta eso.

En La Habana se construyó un acuerdo de paz sólido y robusto, de carácter irreversible. Sin embargo, la paz está aún lejos. ¿Cuáles son las claves para lograrla?

Creo que los elementos están implícitos dentro de los propios acuerdos. Colombia necesita ampliar sus canales de participación y que más gente se sienta vinculada al desarrollo del país.

Estoy muy inconforme con mucha gente por la forma demorada y lenta en que se han ejecutado los mandatos del acuerdo de La Habana, incluyendo el tema de la justicia transicional, que era uno de los aspectos clave.

«Creo que los vascos han conseguido algo que nosotros estamos buscando»

Tenemos que hacer un gran mea culpa porque hemos demorado innecesariamente la implementación de los acuerdos de paz de 2016 y esto, de alguna manera, ha hecho más difícil inclusive llegar a acuerdos con otros sectores que en este momento están iniciando procesos de diálogo con el Gobierno, como son la Segunda Marquetalia, las disidencias de las FARC-EP o las todavía incipientes conversaciones con el Clan del Golfo.

¿Por qué motivos una parte importante de la sociedad colombiana se opone a la paz total de Gustavo Petro?

No creo que haya una oposición a la paz, más bien puede confundirse con una oposición al Gobierno. Cuando se firmaron los acuerdos de La Habana y se sometieron a un plebiscito, todo el mundo pensaba que se iba a ganar y las encuestas indicaban que la gente estaba en un 70-80% con la paz.

La pérdida del plebiscito no se podría interpretar como que Colombia está en contra de los diálogos o de la búsqueda de la paz, sino que se confunde un poco la gestión del Gobierno, en ese entonces de Juan Manuel Santos, con los propios resultados de los acuerdos de paz.

«No creo que haya una oposición a la paz, más bien puede confundirse con una oposición al Gobierno»

Ahora podría estar sucediendo lo mismo; hay un rechazo a ciertas políticas del Gobierno que se traduce en que la gente desconceptúa los esfuerzos que se están haciendo en materia paz.

En el proceso con el ELN, Cuba, Venezuela, México, Chile y Brasil son países garantes junto a Noruega. Usted fue secretario general de Unasur. ¿Cómo ve la integración latinoamericana actualmente?

Muy mal porque nunca había sido tan necesaria la integración como ahora y nunca hemos estado tan desintegrados. Creo que esto es el resultado de la aplicación de una forma de diplomacia ideológica que no solo se está dando en América Latina, sino en todo el mundo, y que consiste en que las relaciones internacionales no se manejan entre estados, sino entre gobiernos que piensan igual o distinto.

Eso es lo que determina si hay o no integración y me parece que es una manera muy mezquina de reducir la integración entre los pueblos a simplemente la convergencia ideológica entre los gobernantes.

¿Cómo observa el auge de la ultraderecha tanto en Latinoamérica como en Europa?

Ese es el resultado de una combinación perversa entre el efecto polarizante de las redes sociales y unas circunstancias desafortunadas que han llevado a que temas como el desempleo o la inflación terminen por ser mucho más importantes que otros temas que pueden ser más altruistas, como la posibilidad de tener acceso a la educación y a la vivienda.

Los factores de coyuntura son mucho más manejables por unos poderes fácticos que se han venido apoderando de los medios de comunicación, de las redes y que son expertos en convocar a la gente no alrededor de temas positivos, sino de miedos; el miedo al cambio climático, a las guerras, a los inmigrantes.

«La peor opción sería un regreso de Donald Trump subiendo aranceles, expulsando migrantes...»

Hemos convertido el miedo en la moneda en curso de la política y eso lleva a que la gente vote por el lado de los temores y miedos, en vez de hacerlo por el lado de las ilusiones y la esperanza. Eso explica la derechización que se está viendo no solo en América Latina, sino en el mundo.

Cuando usted presidió Colombia (1994-98) el conflicto armado en Euskal Herria estaba muy enconado. ¿Cómo valora el proceso de paz de esta última década? ¿Qué le sugiere y qué le sorprende?

Lo valoro muy positivamente. Creo que los vascos han conseguido algo que nosotros estamos buscando. Primero, el silencio de las armas como parte de la paz. Pero soy consciente también de que esto no es suficiente para conseguir la paz.

Ahora lo que viene es un posconflicto en el cual vamos a tener que recurrir a otro tipo de instrumentos de reconciliación como podría ser, por ejemplo, el tema de la verdad, sin que se trate de establecer un juicio de responsabilidades.

La verdad siempre va a ser necesaria para que las víctimas elaboren su duelo, para que se reincorporen efectivamente a la sociedad y para que los propios victimarios asuman sus responsabilidades sin que ello implique necesariamente que se les creen condiciones adversas o agresividad que incluso les podría llevar a retomar las armas.

Hay que reconstruir el tejido social a través del tejido económico. No podemos pensar que la paz es el silencio de los fusiles. Es mucho más que eso. La paz hay que sembrarla con sentido de futuro.

El ejemplo de la paz que se está construyendo en el País Vasco podría servir mucho en Colombia para iniciar la época del posconflicto.

Desde la experiencia de los procesos de paz en Colombia y su conocimiento del vasco, ¿qué hay que hacer para terminar de sellarlos? ¿Cómo se cierran las heridas?

Las heridas se cierran a través de la recuperación de las víctimas. Son ellas las destinatarias de ese cierre de heridas y para que ellas elaboren sus duelos necesitan saber la verdad; no es solo un problema de resarcimiento económico. Es un resarcimiento ético. Creo que esa es la mejor manera de recuperar la confianza.

Acaba de preguntarse en redes si «no habrá nadie en el mundo con autoridad moral suficiente para que tranque esta dolorosa metamorfosis de Israel como símbolo de las víctimas del mundo en Israel como su victimario fascista». ¿Por dónde pasa la solución?

La solución pasa por una operación de conciencia moral de los dirigentes. De dirigentes que aún piensan que a través de la guerra, de la represión, de la xenofobia, de la explotación del miedo se puede mantener el control social.

«No podemos pensar que la paz es el silencio de los fusiles. Es mucho más que eso»

La única manera de hacerlo es a través de la justicia social, de la inclusión y de un cambio de valores que es el que parece que no está operando en ciertos dirigentes.

Usted ha tenido una relación problemática con EEUU. ¿Qué se juega ese país y el mundo en las próximas elecciones?

Se juega muchísimo porque, al menos para América Latina, la peor opción sería un regreso de Donald Trump subiendo aranceles, expulsando migrantes, renunciando a cualquier forma de integración positiva, a una propuesta de paz hemisférica...

Espero que Kamala Harris asuma las versiones contrarias a las que está ofreciendo en estos momentos Trump. Van a ser unas elecciones históricas.