«¡Es La economía, pendeja!»
Tiempo habrá para analizar los errores tácticos y estratégicos de la campaña de un Partido Demócrata sumido en una crisis que se podría calificar de existencial.
Pero un primer análisis a bote pronto permite destacar tres claves, y una cuarta derivada, para comprender el descalabro de la candidatura de Kamala Harris y el consiguiente y arrollador triplete (presidencia, Senado y Cámara de Representantes) de Donald Trump.
Claves: la económica y su derivada internacional, el voto latino y el techo de cristal para las mujeres en EEUU, que he intentado concentrar en el titular.
En las presidenciales de 1992, un joven Bill Clinton ganó contra todo pronóstico contra Bush (padre), favorito, con el eslogan-latiguillo «¡Es la economía, estúpido!».
22 años después, el electorado ha castigado a la Administración saliente por las cuestiones del bolsillo. Pese a que, paradójicamente, la macroeconomía ha ido viento en popa, la inflación y el encarecimiento exponencial del coste de la vida parece haber pesado, y mucho.
La inflación emergió tras la pandemia de 2020-2021, justo en el relevo de Trump por Biden, y sigue pertinaz, en parte por el desorden mundial que suponen la guerra de Israel en Oriente Medio y la de Rusia en Ucrania.
Por contra, no pocos recuerdan que los años de Trump fueron los del repunte tras casi una década de lenta marcha de la economía con Obama después de la Gran Recesión de 2008. Mejora que no dudan en atribuir al magnate, pese a que le llegó sobrevenida.
Entre ese electorado, que no ha votado o que lo ha hecho más que nunca por un candidato republicano (Trump), está el latino. Un electorado clave no solo a nivel federal (36 millones, el 15% de los potenciales votantes), sino –valga la redundancia– en varios estados clave (Arizona, Nevada, Pensilvania...).
Trump ha logrado el 45% del voto latino, superando la marca de Bush hijo (entre un 40 y un 44%, según distintas encuestas) en su reelección en 2004.
El creciente alineamiento latino con Trump ya era una tendencia desde 2020, al igual que la paulatina infidelidad de esa comunidad para con el Partido Demócrata.
Si Clinton y Obama recibieron el 70% del voto de la población latina, Biden cosechó el 59% y Harris ha tocado suelo con un exiguo 53%, el peor de la serie histórica de los últimos decenios.
Convencidos desde 2008 de que el aplastante apoyo de las minorías (latina y negra) a Obama auguraba medio siglo de hegemonía, los demócratas han seguido como siempre tratando con condescendencia al electorado latino, dando por hecho su apoyo partidista.
Ello les llevó a descuidar a los votantes blancos de «cuello azul» (trabajador) y a no entender la variedad de la comunidad latina, que proviene de una veintena de países distintos, de orígenes raciales y circunstancias socioeconómicas dispares, y que incluye a inmigrantes de segunda o tercera generación que se consideran «americanos».
En la última década, no pocos latinos se han convertido en pequeños o medianos empresarios. No responden al unívoco estereotipo de inmigrantes pobres y receptores de ayudas públicas.
Nicaragüenses, venezolanos... hacen suyo el reclamo demonizador del socialismo de Trump. Y el conservadurismo religioso y moral de amplios sectores de la comunidad latina se ve acentuado con el creciente ascendiente de las iglesias evangélicas.
Así llegamos a la tercera clave, la del techo de cristal, que dificulta, cuando no impide, a las mujeres llegar a los puestos de mando.
¿Está el electorado masculino estadounidense, incluido el latino, dispuesto a elegir a una presidenta? Parece que no.
Puede ser que la arrogante ex-primera dama Hillary Clinton en 2016 y la anodina vicepresidenta Harris, aupada tras la renuncia forzada del senil Biden, no fueran las mejores candidatas.
De lo que no hay duda es de que sus credenciales son infinitamente mejores que las de un misógino confeso y condenado por abusos sexuales y por silenciar la denuncia de una actriz porno, además de un empresario ruinoso como Trump. A quien han votado y elegido ¡por segunda vez!
Trump ha ganado, pero las cifras apuntan a que han sido los demócratas los que han perdido. El magnate ha cosechado 71 millones de votos, 3 millones menos que en 2020, pero 8 millones más que en 2016.
Por contra, Harris ha cosechado 14 millones de votos menos que Biden hace cuatro años (67 frente a 81 millones).
Con todo, hay que reconocer que la participación fue récord en 2020, 20 millones más de votos que el martes
La percepción de la economía, que a veces no se corresponde exactamente con la realidad, la creciente complejidad del electorado estadounidense (ya pronosticó en su día Reagan que los latinos eran conservadores que no se habían dado cuenta de que lo eran) y el patriarcado machista estructural se han conjuntado para aupar a Trump.
El cansancio por la implicación estadounidense en guerras, de Irak a Afganistán y actualmente en Ucrania, y la debilidad mostrada por los demócratas respecto a Israel en Oriente Medio (para los trumpistas, por no apoyar totalmente a Netanyahu en borrar del mapa a los palestinos; para no pocos electores demócratas, por apoyar el genocidio de Gaza) ha hecho el resto.