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Elkarrizketa
Said Fadel, Rahaf Shamali y Rami Warasna
Integrantes del grupo palestino ‘Sol Band’

«Antes teníamos una vida difícil; ahora, todo se acabó»

Tras salir de Gaza, Sol Band está de paso en Euskal Herria. Durante la ofensiva israelí, documentaron el genocidio en redes, grabaron canciones y apoyaron a niños refugiados. En esta entrevista, comparten su experiencia tras el 7-O y destacan el poder de la música como herramienta de resistencia.

Sol Band, en Iruñea. (Idoia ZABALETA | FOKU)

Un fugaz paseo por las calles de Iruñea es suficiente para conmover a estos tres artistas. Al doblar cada esquina, sus miradas se posan en las banderas palestinas que adornan los balcones, un recordatorio tangible de su hogar, Gaza.

Rahaf Shamali, vocalista principal de Sol Band y la única mujer del grupo, captura las coloridas fachadas de Alde Zaharra en su teléfono móvil. Han pasado más de seis meses desde que logró salir del enclave; más de un año desde que el 7 de octubre cambiase su vida para siempre.

Shamali no disipa los temores sobre su familia, sin escapatoria en un territorio asediado por el Ejército israelí. Antes de esta entrevista, pudo conversar con una de sus seis hermanas, a pesar del estruendo de las bombas y las dificultades para establecer la conexión.

«Contamos con nuestras voces, nuestras letras y nuestra música para relatar lo que está sucediendo en Gaza», afirma con determinación.

Junto a Said Fadel y el manager Rami Warasna, Shamali fue recibida esta semana en Donostia por ‘Kulturatik Genozidioa Stop’. A partir de enero, el grupo emprenderá una gira solidaria por Euskal Herria. «La música,  el arte, son herramientas fundamentales para sanar el trauma, expresar emociones y transmitir un mensaje al mundo», señalan.

Fundada en 2012 en el corazón de Palestina, Sol Band fusiona el folk palestino con el pop contemporáneo, y su música ha superado las barreras del bloqueo en Gaza.

Mohammed Nasrallah, Fares Anba, Ahmed Alhaddad y Abdelkader Abuqassim son los otros integrantes de una banda que, a lo largo de los años, ha cultivado y reafirmado su vínculo con sus raíces y su denostada comunidad.

Varios de sus videoclips más virales, filmados entre los escombros de los barrios devastados por los bombardeos, contaron con la edición de Saadi Mdoukh, director artístico de la banda y periodista, muerto en julio durante un ataque de las Fuerzas de Defensa de Israel.

«Recibí su último mensaje de voz cinco minutos antes del ataque. No podía creerlo, pensé que era mentira, hasta que Al Jazeera confirmó su muerte», recuerda Fadel.

Pre y post 7-O

Nacidos bajo ocupación israelí, «nuestra vida siempre ha sido difícil», indica Shamali. «Pero ahora es peor que nunca», apostilla. Las imágenes de su vivienda, ubicada en el norte de Gaza, sus amigos, la universidad, han dejado una huella indeleble en su memoria.

«Nuestra vida siempre ha sido difícil, pero ahora es peor que nunca»

«Ahora puedes verlos aquí caminando y sonriendo, pero por dentro todavía están atrapados. Aún están en Gaza», enfatiza Warasna, originario de Ramallah, Cisjordania, mientras observa a sus compañeros. Un ambiente cargado de silencio tan solo desgarado por el sonido del sorbo de un café americano.

Los tres degustan un bollo con canela al tiempo que repasan los ingredientes de los tradicionales desayunos de Gaza. «Antes, por lo menos, teníamos vida. Tras el 7 de octubre todo se acabó», insiste Shamali.

Todavía recuerdan con confusión lo que sucedió aquel día y en los que le siguieron. «Recuerdo los bombardeos, el estruendo... creíamos que solo serían dos días y que regresaríamos a nuestros hogares, pero aquí estamos», explica Shamali.

Tanto ella como Fadel relatan su travesía, saltando de un campamento de refugiados a otro, desde el norte hasta el interior de Gaza, y luego al sur, donde se concentra la mayoría de la población, desplazada por la fuerza por el Ejército israelí.

«Es difícil describir cómo era nuestro día a día. Tan solo intentas buscar agua, comida y un lugar para pasar la noche», agrega la vocalista.

El estrés, el miedo y la necesidad de sobrevivir les impidió tocar un instrumento durante dos meses. «Pero no podíamos simplemente esperar a morir», subrayan. Así que comenzaron a tocar y cantar en los campamentos de Gaza, donde realizaron actividades para que los niños y niñas desplazadas se distrajeran de lo que estaba sucediendo.

«La música ayudó a los niños, pero también a nosotros. Sentir que estás haciendo algo por tu ciudad era una forma de escapar de la situación», expresa Fadel.

Los integrantes de la banda, entre escombros en Gaza tras la ofensiva israelí. (SOL BAND)

En las redes sociales proliferaron vídeos que exhibían un genocidio en tiempo real, pero también el día a día en un campamento de refugiados.

«En las imágenes que llegan desde Gaza se ver los muertos, los cadáveres, y los cuerpos mutilados. Pero nosotros queríamos demostrar que también tenemos otra vida, que amamos la música. Es difícil de entender, pero es como si viviéramos dos vidas simultáneamente», afirma Shamali.

Salir, la decisión más difícil

En abril, los miembros del grupo lograron cruzar la frontera y salir de Gaza. Aquellos que contaban con familiares en Egipto pagaron 5.000 dólares, mientras que los que no, como Shamali, tuvieron que abonar 10.000. Todo el dinero se recaudó vía crowdfunding.

En la actualidad, la banda se encuentra dispersa entre Qatar y Turquía. «En la vida ‘normal’, antes del 7 de octubre, con 5.000 dólares tu familia podía vivir durante uno o dos años, e incluso podrías iniciar un proyecto musical con esa cantidad», detalla Warasna, para a continuación añadir que «cruzar la frontera no garantiza que sigas vivo; tienes que empezar desde cero».

«Cruzar la frontera no garantiza que sigas vivo; tienes que empezar desde cero»

«Fue la decisión más difícil que he tomado», afirma Shamali. Para la cantante, la elección entre quedarse o irse fue una disyuntiva imposible, ya que implicaba dejar atrás su país, a su familia y a su gente.

«Ahora llevo ropa limpia y como buena comida, pero sigo sufriendo al recordar a mi familia», comenta.

Como con su hermana, puede comunicarse con ellos de vez en cuando, cuando logran conectarse a internet. «A veces tienen que caminar una hora, asumiendo el riesgo que eso conlleva, solo para encontrar señal», agrega.

La gente atrapada en Gaza «no tiene tiempo para sentir ni para comprender lo que realmente está sucediendo», señala Shamali. Sin embargo, ella sí lo hace. Trata de evitar ver la televisión,  pero a menudo resulta inevitable. «Intento desviar la mirada, pero es imposible escapar de las imágenes», comenta.

¿Y ahora qué?

Después de aterrizar en Doha, Shamali, Warasna y Fadel han brindado su apoyo a la población de Gaza en la medida de lo posible. «Cuando dejamos Gaza, estábamos un poco decepcionados La gente seguía con su vida normal, y muchos ni siquiera estaban al tanto de lo que ocurre», afirma Warasna.

Tras su paso por Múnich y Berlín, y después de visitar el Estado francés, se dirigieron a Euskal Herria. «Cuando llegamos en autobús y comenzamos a ver todas esas banderas en los balcones, y leímos ‘Free Palestina’ en cada rincón... nos sentimos emocionados, orgullosos de ser palestinos», agrega Shamali.

 «Cuando llegamos y comenzamos a ve ‘Free Palestina’ en cada rincón... nos sentimos emocionados, orgullosos de ser palestinos»

A su juicio, ya no son «solo cantantes o una banda de música, tenemos un mensaje», afirman. «Queremos contar al mundo lo que ocurre. Mi país está bajo los bombardeos y tengo que contarlo», señalan. Así, todo lo recaudado durante su gira de enero se destinará a las familias de Gaza.

«Hay una Sol Band antes y después del genocidio. Somos amigos desde 2011, y quizá ya no volvamos a tocar donde lo hemos hecho siempre, pero seguiremos haciéndolo», sentencian.