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«¿Cuánto nos costaría ser una colonia inglesa?»

Mario Fernández fue el primer presidente de Kutxabank. (EUROPA PRESS)

En lo poco que lo conocí, Mario Fernández era inteligente, chulo, lenguaraz, fumador y directo. En cada palabra que decía había de todo eso algo: ideas, arrogancia, humor, humo y mensajes. Cuando hablaba generaba nervios, porque era provocador y nadie sabía por dónde iba a salir. Le gustaba significarse ideológicamente, decir lo que pensaba y desde dónde hablaba. Le avalaba su cuenta de resultados. Era de los que siempre hablaba del país, y no dejaba duda sobre de qué país hablaba.

En medio de la crisis financiera y de la reordenación bancaria en el Estado español, así se lo hizo saber a un diplomático británico cuando en una cena le preguntó «¿cuánto nos costaría ser una colonia inglesa?». Ante la estupefacción de los comensales, insistió, «en serio, pongan un precio, y negociamos». Así nos lo contó él, y en ningún momento dudamos de que así fuera, porque era de esas personas que prefiere callar que mentir.

Le traicionaron. A cuenta de la «política antiterrorista» le colocaron a Mikel Cabieces para darle un sueldazo por no hacer nada, y lo ató con unos amigos. Con todo lo inteligente que era, cuando se destapó el caso no tuvo empacho en aceptar todos los cargos, justificarlos en la situación excepcional del país y en reponer el dinero de su propio bolsillo. Cuando le pidieron ese favor, le pareció normal, porque era evidente que Cabieces no era la excepción, sino uno más de una larga lista de la que no hemos sabido ningún otro nombre. El que contó lo que había hecho Cabieces no quería destapar esa corrupción de baja estofa, sino cargarse a Mario Fernández.

En 2011 pensó que la nueva fase histórica que se abría en el país debía traer un nuevo reparto del poder, una reordenación de las cosas de comer, que se acompasase con un debate serio sobre los retos del país. El «establishment» vasco, del que él era parte, tenía otros planes.

Con el escándalo Cabieces el país perdió a Fernández para el debate público, en un momento en el que más hacía falta una visión radical, también para los suyos. Que nadie se engañe, radical como banquero, socialdemócrata, abogado, negociador… ¿abertzale? creo que sí.

Se habla mucho del nivel de aquel primer Gobierno de Carlos Garaikoetxea, en especial de quienes al principio siguieron al lehendakari, aunque luego regresaron a la casa madre para poder hacer su aportación con fondos y recursos. Todo el mundo los reivindica, pero mi percepción es que se les ha escuchado poco.

Vivimos en un país en el que hay gente que incluso el día de su muerte necesita leer que el proyecto político y socioeconómico de Mario Fernández y el mío eran diferentes. Escrito queda. Pienso, no obstante, que nuestro país sería mucho más rico y mejor si fuésemos capaces de ir más allá de esa urgencia de marcar posiciones y comenzásemos a negociar en serio sobre todo y a todas horas. Como mínimo, entre quienes creen en este país. No es mi utopía, si me escuchan mis amigos irlandeses me matan, pero hay muchos días que pienso que no estaría mal ser una colonia británica. Me río y pienso en Mario Fernández. Goian bego.