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La OTSC, una especie de «mini-OTAN» euroasiática bajo control ruso

Reagrupa a seis países, antiguas repúblicas soviéticas que permanecieron bajo la órbita rusa. La Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), que interviene en Kazajistán, funciona según el modelo de la OTAN, con un fuerte liderazgo de Moscú.

Desembarcan un carro de combate ruso en el aeropuerto de Nursultán.
Desembarcan un carro de combate ruso en el aeropuerto de Nursultán. (Ministerio de Defensa ruso | AFP)

Fundada en 2002, meses después del inicio de la intervención de EEUU en Afganistán, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) incluye a Rusia, Bielorrusia, Armenia, Kirguizistán, Tayikistán y la propia Kazajistán.

El presidente ruso, Vladimir Putin, justificó su creación porque «vivimos en un mundo que cambia rápidamente y debemos reforzar nuestra alianza y adaptarnos a las nuevas amenazas.

En 2009, la OTSC se dotó de una fuerza de intervención rápida de 20.000 hombres, y la ONU reconoce su «Fuerza de Mantenimiento de la Paz», dotada con 3.600 efectivos.

Experto en Eurasia, David Teurtrie asegura que está concebida como «un contrapeso de Rusia frente a la OTAN» en el que Moscú y su Ejército moderno tienen un gran ascendiente militar sobre sus aliados. «Garante de la estabilidad en Asia Central», la OTSC «depende de la capacidad del Ejército ruso», añade el analista, al punto de que «sin él no sería gran cosa».

Es una «mini-OTAN», coincide Pascal Ausseur. El director general de la Fundación Mediterránea de Estudios Estratégicos (FMES) asegura que es «una reliquia del Pacto de Varsovia», con Rusia en el papel de EEUU en la Alianza Atlántica.

No obstante, esta última agrupa a los Ejércitos de 30 estados miembros, mientras que la OTSC «adolece de falta de coordinación», asegura Ausseur.

El antiguo alto mando militar francés se regodea en que el peso militar de Rusia «no es comparable» con el de EEUU, pese a que Moscú «logra jugar a ser gran potencia mundial» de manera desproporcionada a sus posibilidades económicas. «El PIB ruso es solo un poco más alto que el español», insiste.

Distintos escenarios

LA OTSC afronta distintos desafíos. Cuenta con tropas en Tayikistán y Kirguizistán, repúblicas centroasiáticas bajo la amenaza de desestabilización de la vecina Afganistán.

En Bielorrusia afrontan el aliento de la OTAN, con las vecinas Polonia, Lituania y Letonia, mientras en Armenia encaran la presión de Azerbaiyán.

En otoño del año pasado, Erevan perdió una corta pero sangrante guerra contra Baku  por el control del enclave armenio de Nagorno Karabaj y sus territorios adyacentes, arrebatados por Armenia a Azerbaiyán en la guerra de los años noventa.

El conflicto dejó 6.500 muertos y Rusia envió fuerzas de interposición para evitar que Azerbaiyán siguiera con su ofensiva militar.

75 aviones militares rusos

En Kazajistán, Rusia ha enviado 75 aviones de transporte militar Il-76 y An-124 con su «Fuerza de Mantenimiento de la Paz». Nueve de los aviones aterrizaron en el aeropuerto de Almaty, que estuvo varias horas ocupado por los manifestantes el pasado 5 de enero y en estos momentos no recibe vuelos civiles.

El portavoz del Ministerio de Defensa de Rusia, el mayor general Igor Konashenkov, ha señalado que están integradas «por unidades de la Brigada 45 de tropas especiales, la División 98 de paracaidistas y la Brigada 31, todas de las Tropas Aerotransportadas de Rusia y con entrenamiento especial y experiencia real en combate».

Según el alto mando militar ruso, las aeronaves de la Fuerza de Transporte Militar Aéreo de Rusia también transportan a unidades de Bielorrusia, Tayikistán, Kirguistán y Armenia, países miembros de la OTSC.

La misión está comandada por el comandante de las Tropas Aerotransportadas de Rusia, coronel general Andréi Serdiukov.

En Kazajistán, la intervención de la OTSC, a petición del régimen, permite a Rusia estabilizar un país fronterizo sin aparecer directamente, destaca Pierre Ausseur. «Es una forma de enmascararse, de dar la imagen de una intervención general, y no solo de Rusia», añade.

Pero el mensaje implícito «es claro. Yo pongo orden, lidero una organización capaz de desplegar soldados. Soy el dueño de mi casa y de mi patrio trasero», añade el militar galo quien, no obstante, augura problemas. «Los militares nunca son la solución para acabar con protestas».