El llamamiento que lanzamos en NAIZ a comienzos de esta semana para reunir testimonios de la gente que participó en el muro popular de Aske Gunea, especialmente el viernes por la mañana, tuvo una excelente respuesta. Por el número de lecturas del mensaje, constatamos que la atencion -sobre todo de la juventud- está en las redes sociales. Desde ese momento y también una vez terminado el reportaje, nos van llegando e-mails y llamadas de personas dispuestas a compartir con GARA sus sentimientos. Desde aquí, queremos agradecerles a todos su colaboración y decirles que abrimos el buzón con muchas ganas y entusiasmo.
Son declaraciones compuestas por toda una amalgama de emociones, algunas de ellas contradictorias pero que se sienten al mismo tiempo y que después de unos días, al hablar con nosotros, afloran: nerviosismo, orgullo, miedo, fuerza, ilusión, tensión, pena, preocupación, ganas, esperanza, odio, impotencia, solidaridad... Y son testimonios muy jóvenes, porque una de las características de esta iniciativa de casi dos semanas ha sido la juventud de los impulsores. Nos comentaban entre bromas que va a bajar la media de las notas, porque los alumnos se han implicado mucho y han estado en Aste Gunea día y noche, a pesar de que a algunos les ha coincidido con la época de exámenes.
«He pasado dos semanas sin acudir a clase, pero no me arrepiento. El futuro de este pueblo estaba centrado en el Boulevard donostiarra más que en mis estudios» defiende Unai. Ha sido una experiencia para toda una generación. Jóvenes de toda Euskal Herria han acudido a este espacio al ver que lo que estaba sucediendo tenía potencial para abrir un nuevo camino, así como para dejar una larga huella. «Al principio me asusté con todo el despliegue de la Ertzaintza. Luego, empezaron a sacar a la gente de una en una y con el ambiente y la fuerza que se creó sentí que debía estar allí» cuenta Arnaitz. Y añade Ioritz: «Hemos tenido la sensación de haber vivido unos días históricos. Pero creo que de aquí a unos años seremos conscientes de verdad de lo que hemos hecho». No solo el viernes, sino en toda la iniciativa.
Sentimientos agridulces
«Aunque las lágrimas y abrazos fueran de rabia y desesperación, sentimos algo nuevo dentro de nosotros: esperanza. Esa mañana sentimos que podíamos parar los juicios, que la victoria no estaba tan lejos, que el pueblo tiene suficiente poder para dar fin a estas burradas. Se debe acertar con el planteamiento, nada más», sostiene Jazint.
Otra de las conclusiones que se extrae de estos testimonios es la diferente actitud de los jóvenes y los ertzainas: los primeros llevaron a cabo una desobediencia pacífica, pero los agentes insultaron, provocaron y pegaron. Son muchas las personas heridas. Tras una resistencia de tres horas y aunque se llevaron a los condenados, los participantes de la muralla gritaron: «Gaur guk irabazi dugu!».
La de la victoria es una sensación compartida, pero Leire matiza: «No es ganar, es luchar mientras dura la partida, y a pesar de que se empiece a ganar así, se ganará cuando no haya jóvenes ni mayores castigados».
Como relata Jazint, «las furgonetas se marcharon; en el Boulevard, en cambio, se quedaron muchas cosas: tristeza, sacos de dormir, dolor, zapatos perdidos, esperanza, orgullo y la sensación de haber hecho las cosas bien. Y lo más importante: cientos de jóvenes ansiosos de tomar el testigo».