Amaia EREÑAGA | 7K

El placer de las mujeres

Si obtener y dar placer es algo tan importante y básico, entonces ¿cuál es la razón de que todavía no se hable abiertamente de ello y, sobre todo, con naturalidad? Diez mujeres de distintas edades, procedencias y formas de entender la sexualidad han accedido a dar testimonio sin tapujos para 7K sobre sus experiencias personales respecto al placer y el sexo. El resultado es un muestreo anónimo que no busca ser científico, ni tampoco tiene mayores pretensiones que poner el foco en espacios habitualmente encerrados entre las paredes de una habitación y, de paso, provocar el debate o la reflexión. Además, ahora que se acerca el 8 de marzo, día de la Mujer Trabajadora, ¿por qué no reivindicar el placer de las mujeres? Que la lectura les sea placentera.

El placer de las mujeres (Thinkstock)
El placer de las mujeres (Thinkstock)

Tiene claro que...

«Si termina él antes, luego que me dé placer a mí»
M., 27 años, con pareja

Mis padres, más que darme una charla, lo que hicieron fue regalarme un libro sobre sexualidad cuando tenía unos 9 años. Todavía lo tengo por ahí. Es ‘Sexo… ¿Qué es?: Desarrollo, cambios corporales, sexo y salud sexual’ (Robie H. Harris), un libro con muchos dibujos, con una abeja muy mojigata y un pajarito muy liberal que discuten entre ellos lo que está bien y lo que está mal. Trata tanto de sexo como de la menstruación, la homosexualidad… y a mí me ayudó mucho. Bueno, mi primer 10 en la ikastola fue en sexualidad; o sea, que el libro me ayudaría en algo.

No me acuerdo cuándo empecé a masturbarme, pero mis primeras relaciones sexuales completas fueron tarde, con 18 años, con mi primer novio, aunque antes sí que tuve rollos: te liabas con un chico, dos besos y ya está. No era por vergüenza, sino que ponía límites, hasta que encontré a un chico con el que me apeteció. Llevaba todo super controlado, sobre todo porque no quería ser madre soltera. A pesar de todo, no me sentí insegura, porque él también era virgen. Fuimos poco a poco, mientras que con el que estoy ahora fue todo lo contrario: fue a saco. Fue mi primer «folla amigo», aunque luego se convirtió en algo más, y mira que mi intención no era que terminásemos de pareja.

Yo sí que soy consciente de que ahora sé lo que quiero. Antes casi era «dejarte», no sé cómo explicarlo, pero sí un poco como lo que nos han vendido en las películas: lo de disfrutar y llegar los dos a la vez y todas esas cosas. Y luego te das cuenta de que no es así. Con mi pareja actual, sin embargo, me digo: «Primero, yo. Voy a disfrutarlo». Y, al final, al disfrutar tú haces que él disfrute. Y si termina él antes, ¡luego que me dé placer a mí! Nosotros somos muy de buscar cosas nuevas, sobre todo sitios nuevos. ¿Una fantasía? Hacerlo en el mar, de día, en la playa y sin que la gente se dé cuenta. La cuestión es que no se enteren, pero no me atrevo, no vaya a ser que nos vean un niño o una señora mayor…


(Thinkstock)


Tiene claro que...

«El sexo no debe estar condicionado por la fidelidad»
J., 66 años, viuda, con tres hijos

Lo tengo claro: no creo que el sexo tenga que estar condicionado por la fidelidad, porque la base de la pareja es el respeto. Eso de que se ponga al sexo como una condición moral para que exista la pareja no es cierto, porque yo no le he faltado el respeto a la mía, aunque me haya ido con unos y otras. Con mi marido he tenido una relación maravillosa, de comprensión total, porque él también creía en la libertad individual y era muy liberal en el sexo. Tengo clarísimo que soy bisexual, aunque a estas alturas no practico el sexo, ni siquiera conmigo misma. Como que no me apetece. Desde que él murió estoy como paralizada: no es que no sienta la necesidad de hacerlo, es que me da igual.

Sí reconozco que nuestra relación no era lo habitual, pero es que nosotros hemos hablado mucho siempre. No digo que le contara el 100 % de todo, eso tampoco. Tampoco he notado el rechazo de la sociedad, porque las personas que lo saben lo ven normal, como una manera diferente de pensar que está muy bien, siempre y cuando a ti no te cree problemas y lo veas claro. Yo no hubiera hecho muchas cosas si mi marido no hubiera sido como era, y eso es el verdadero respeto. Por mi parte, reconozco que soy promiscua de toda la vida. He sido muy lanzada desde joven, porque no me ha creado problemas de conciencia. Si te pica la cabeza, ¿qué haces? Te la rascas. Pues si te pica lo otro, también y punto. Es una manera más de relacionarte y no hace falta darle la importancia que le da la sociedad.

Me suelo quedar alucinada por lo poco que hemos avanzado con el rollo de la fidelidad, empezando por mis hijos, que son superfieles, y me pregunto ¿de dónde han salido estos? Es que yo veo a los jóvenes muy conservadores y me da pena. Hubo una época, la de los años 60-80, con el movimiento hippie, en la que muchos nos liberamos muchísimo. De hecho, los que tomamos conciencia social y personal en aquella época lo vivimos así Aquí, sin embargo, está demasiado enraizada la tradición. Por ejemplo, antes podías poner la pega de «que la Iglesia no me deja», pero ahora no es así, ni nosotros os hemos enseñado eso. Y, sin embargo, ¿qué influye en que se dé este conservadurismo? Para mí, es causado por un tipo de sociedad que nos hace conformarnos con un sueldo de 600 euros en lugar de uno de 1.200. Pues, igual en el sexo.


Tiene claro que...

«Todavía nos cerramos a que nos den placer a nosotras»
I., 29 años, sin pareja

Yo trabajo en un mundo de hombres, en el ámbito deportivo, pero de siempre me ha gustado esto del sexo. Me ha gustado hablar de ello, soy además una mujer de muchos ligues –no me van mucho las parejas– y ahora mi trabajo «por las noches» es con la Maleta Roja, lo que me da la oportunidad de enseñar cosas que a mí me gustan y de abrir un poco la mente a las mujeres sobre el sexo. Así por lo menos aporto mi granito de arena.

La verdad es que me ha sorprendido ver que todavía nos falta mucho por aprender. Me da la impresión de que todavía nos cerramos mucho a que nos den placer a nosotras. Debiéramos de ser más abiertas de mente, estar más propensas a jugar. A veces pasa que cuando, en las reuniones, alguna demuestra más conocimientos de, digamos, juguetes sexuales, las otras le sueltan lo de «¡menuda guarrilla!». Y eso no me gusta nada. Nos falta todavía abrirnos a que hay un montón de cosas diferentes, a que existe un campo más grande…y que una no es una «guarrilla» por probar otras cosas. En más de una reunión me he encontrado con que he tenido que decir a alguna lo de «esto lo tienes que hablar con la sexóloga» o con que he tenido que explicar donde está el clítoris.

A mí personalmente sí que me gustan muchos los juguetes y también el bondage, que es un poco menos que el sado, pero no es lo que más me piden. En todo caso, llegan a pedir unas esposas o un antifaz, pero lo que más vendemos son lubricantes, velas calientes, aceites para darse por el cuerpo… es decir, cosas para los preliminares. También vibradores, de los que hay una variedad terrible. Tienes de todo: acuáticos, de doble placer, simples… Con los hombres pasa que se echan bastante para atrás con los vibradores, porque todavía son reacios debido a que lo ven como si les hicieran competencia. Para empezar con tu pareja, puedes empezar con uno pequeñito, explicándole bien para que no le dé «cosa». Pero ante la variedad, que cada una elija según sus gustos.


Tiene claro que...

«Yo me llevo bien con la soledad y me apaño muy bien sola»
O., 62 años, madre de una hija

A los 23-24 años empecé en el movimiento feminista y eso, quieras que no, te abre la mente, te amplía horizontes. Para mí, ha sido fundamental a la hora de romper tabúes. Yo no lo he hecho, pero tengo amigas que se autoexploraban en grupo… no sé, cosas así te abren a otros campos; es más, te dan alas para probar otras cosas. Yo por lo menos lo viví así, y soy consciente de que de otra forma estaría en un tipo de relación más anclada en modelos más conservadores.

Sí, soy bisexual. He estado casada, me enamoré de una mujer y después he tenido relaciones con algún hombre, luego con chicas… y ahora, desde hace años, nada. Mentalmente sí me identifico más con las mujeres, quizás por mi militancia feminista, que marca mucho. Cuando me relacioné por primera vez con una mujer, sexualmente fue un descubrimiento maravilloso, y sí que constituyó una experiencia sexual diferente. Luego ha habido experiencias más normales, no tan bonitas, aunque supongo que también ahí entra en juego la emoción. Entre las mujeres, en general, se habla del sexo como de broma, no con total naturalidad ni se intercambian experiencias. Hace no mucho vi un documental titulado ‘Las Muertes Chiquitas’ (documental hecho en México por Mireia Sallarès sobre el orgasmo femenino), que trata sobre el poder de la masturbación. Me doy cuenta de que entre nosotras no se habla de eso, cuando tiene tanta importancia y, además, ¡te da una independencia! ¿Que cómo entiendo yo la promiscuidad? Es un tema peliagudo, porque en la práctica es más complicado que en la teoría. Conozco a gente que se lo ha trabajado mucho y que lo lleva con mucha apertura, pero es complicado, y eso que ahora hay tanta escuela y teorías como el poliamor, por ejemplo. Lo que está claro es que hay que intentar evitar todo lo que haga sufrir.

A mi hija, que estaba al tanto de mis relaciones, la veo abierta y que lo vive todo con total naturalidad. De vez en cuando me dice: «¡A ver si encuentras algo, da igual que sea hombre o mujer!». En este momento no tengo ninguna relación, pero es que me da como pereza a nivel intelectual. A veces sí que me apetecería, pero no porque sienta necesidad sexual, porque yo me apaño bien sola.


Documental ‘Las Muertes Chiquitas’


Tiene claro que...

«El placer de las mujeres es la historia no contada»
R., 39 años, madre de dos hijas

Mi teoría es que el placer de las mujeres es la historia no contada. Es muy difícil saber cómo lo hemos vivido, porque siempre se ha quedado en la esfera de lo íntimo o, en todo caso, solo se ha contado a personas muy próximas. Entonces, poco sabemos sobre la importancia que le ha dado la mujer a las relaciones sexuales. Lo que sabemos es por pura intuición. Yo personalmente me he criado en una burbuja para mi tiempo, respecto a la sexualidad, y luego vi que «fuera» era otra cosa. A mí me supuso bastante contraste cuando, al entrar en el instituto, lo que para nosotros era natural tenía, sin embargo, un punto de morbo para el resto de la gente. Fui educada de una forma tan moderna –en casa, en la ikastola, luego en grupos de tiempo libre como Kimuak–, que para mí fue un choque, como si hubiera estado entre algodones.

En mis relaciones, he sido de tener parejas fijas. En el amor soy totalmente monógama, pero el sexo me parece otra cosa distinta. Los diferencio, aunque a veces se da que el sexo y el amor se den a la vez. Respecto a mis hijas, estoy a favor de una exploración sexual no invasiva; es decir, que ellas sean las que lo descubran de una forma natural, porque las niñas son muy inteligentes y se exploran, se tocan, preguntan y te das cuenta de que se masturban. Bueno, respetamos su sexualidad, que en casa no vean que hay tabúes y nos pueden tocar sin ningún problema. De todas maneras, son muy pequeñas todavía y lo que buscamos es que tengan consciencia de que todo es natural. Lo que sí les digo es que no se toquen la potxita con las manos sucias.


Tiene claro que...

«El tabú sobre el placer en solitario de la mujer sigue existiendo»
L., 29 años, con pareja

Tengo muy grabada una escena, de cuando tenía unos 17 años. En una de las clases con una sexóloga que venía al instituto, cuando preguntó por la masturbación, ninguna de nosotras admitió que se masturbase, cuando era evidente que sí. Mientras, los chicos no tenían ningún problema incluso en decir dónde y cómo se excitaban. No creo que fuese debido solo a las chicas lo viviéramos como algo más íntimo, sino también a los tabúes sobre el hecho de que la mujer se dé placer a sí misma. La cuestión es que vi cómo nos cohibimos de tal manera que no podemos expresarlo con total naturalidad y que, el placer en solitario en la mujer, sigue siendo un tabú y una losa.

De hecho, en mi cuadrilla tampoco es algo de lo que hable abiertamente. Sí de las relaciones que podíamos tener con otra persona. Nosotras hablamos y hacemos muchas risas, tanto de lo que ha salido bien como de lo que te ha podido salir mal. Ha habido alguna que ha tenido un zote de novio y lo ha contado, por lo que hemos podido aconsejarle… No sé, ha habido de todo, hasta una que ha conocido lo que es un orgasmo bien tarde, aunque pienso que era por la falta de comunicación que se pudiera producir en la pareja.

Para mí, en la relación de pareja, que el sexo sea satisfactorio es un elemento muy importante. No digo que un 100 %, pero sí un 80 alto. Es otra forma de conectar con la otra persona, de demostrarte el cariño y la atracción. En mi caso, no sé lo que es tener relaciones sin llegar al placer… bueno, te puede salir alguna vez mal, aunque no es la norma. Llevamos muchos años juntos y es evidente que hemos pasado por distintas etapas, pero siempre hemos buscado cosas nuevas por curiosidad y para no caer en la rutina. En cuanto a mis zonas erógenas, sé lo que me gusta y lo que no, me conozco a mí misma y él también me conoce… Si no nos hemos aburrido el uno del otro, y que no suene pedante, es debido a que es algo que hemos cuidado mucho, pero no como si fuera «etxekolana», sino como algo que hay que mimar. A ver: si hablas de las facturas, también tienes que hablar de sexo, porque una vez que lo has solucionado, buah, es una fiesta.


Tiene claro que...

«Lo del amor romántico ha hecho mucho daño»
A., 55 años, madre de una hija

Me acuerdo de que todos me miraban asombrados en la cocina, sin saber qué hacer. Tendría unos 4 o 5 años, estaba sentada y me tocaba. Entonces aprendí que eso no se hacía en público, aunque seguía haciéndolo en mi habitación. Era consciente de que eso no podía ser malo, porque me hacía sentirme muy a gusto. Por eso nunca me han gustado las monjas, ni nada de eso. El placer es algo natural. En los bebés, cuando les estás dando el biberón, se nota muchísimo que se frotan. Con mi hija, una vez que le noté acalorada, le dije que lo hiciera en su habitación, de forma tranquila y en privado, pero se llevó un corte tremendo. De hecho, no la he vuelto a pillar. Le tienes que decir hasta cincuenta veces que recoja un vaso, pero, figúrate cómo se respira en el aire que eso no hay que hacerlo en público, que, en un ambiente tan progresista como el de nuestra casa, con una vez dicha lo cogió al vuelo.

¿Que si en las escuelas les hablamos de sexo? En la escuela se les da clase de biología únicamente. Me suelo quedar pasmada de lo que veo, con el profesor hablando y los críos con unos sofocos y risas, y tan encendidos hormonalmente que ni oyen ni entienden. Es absurdo. Yo creo que haría falta dar clases reales de sexualidad, porque de algo que te da tanto placer que se hable tan poco lo convierte en tabú. Creo que informarnos está bien: informarnos de cómo llegar al placer, de que hay muchas formas, de los frotamientos que hacen los niños… Por otra parte, a mí me molesta la idea del amor romántico, porque ha hecho mucho daño. No sé dónde están esas cineastas femeninas que nos enseñen en el cine otra forma de ver el sexo.


Tiene claro que...

«Era ignorancia total. Me enseñó a masturbarme una vecina»
T., 75 años, madre de dos hijos

Yo estoy muy enfadada con la Iglesia católica por el papel que jugó durante el franquismo, cuando nosotros éramos jóvenes. No les puedo perdonar, porque todo era pecado, hasta «arrimarse» un poco cuando bailábamos en la plaza. Todo se hacía a escondidas, con miedo y había muchísima ignorancia. Yo personalmente tengo esa pena, porque me pregunto: ¿por qué no nacimos veinte años más tarde? Figúrate, ya de adultas, una vez escuché a una amiga decir que ¡te puedes quedar embarazada si te desnudas en la playa porque el semen del hombre anda suelto por ahí! Hicimos unas risas… Nosotros llegamos al matrimonio sin tener ni idea de sexualidad y, por suerte, no he tenido problemas para obtener placer. Eso sí, a mí a masturbarme me enseñó una vecina. Yo ya era madre, tendría unos 28 años, y ella empezó a decir que si estaba enfadada con su marido porque no le tocaba y le contesté que «yo eso no lo he hecho nunca». «¿Cómo qué no? ¿A qué vas a estar esperando?», me respondió.

A nosotras, hay que reivindicarlo, nos liberó la actividad política. Íbamos a hacer pancartas a la sede, a buzonear, a cocinar para sacar dinero para las ikastolas… de todo –hemos trabajado muchísimo–, pero después nos hacíamos nuestras juergas: salíamos a bailar, hacíamos muchas risas, cantábamos como locas… Aquella época fue nuestra liberación y nos ha pasado de todo, como aquella amiga, que luego se separó, que hasta le puso una vez pastillas para dormir al perro para poder salir de noche tranquila. Cuando volvió, se encontró con un lío terrible en casa, con el perro medio loco y los niños despiertos.

Con mis hijos siempre he hablado con naturalidad del sexo y por nuestra casa han pasado un montón de parejas que no tenían dónde estar juntos. Me acuerdo que una vez mi hijo estaba en su habitación con una chica, y mi marido dijo que «esto no puede seguir así». Yo le respondí: «¿Tú te estás enterando de que no estás solo en casa, de que también estoy yo». Se calló. ¿Y que cómo veo a las nuevas generaciones? Pues a los jóvenes no les veo más liberados a que nosotros. Las mujeres siempre hemos sido más avanzadas que los hombres y esto sigue igual, porque ellos siguen manteniendo la idea de ser el macho.

Yo, en los hombres, me fijo en la mirada. Algunas veces, igual estás despistada total, levanta la mirada y dices, «¡ay ama!».


Tiene claro que...

«He disfrutado tanto con los hombres como con las mujeres»
C., 59 años, sin pareja

Tendría yo unos 11 o 12 años, estaba en el hospital porque me habían operado, y leyendo un libro tuve el primer orgasmo de mi vida. Sin tocarme ni nada, solo leyendo, y me dije «¡qué bueno es esto!». Marqué la página y lo leía continuamente, porque seguía produciéndome orgasmos, hasta que mi madre y la enfermera se dieron cuenta. Un día, el libro desapareció y, cuando volvimos a casa, lo encontré, pero ya no me excitaba tanto. Creo que había cumplido su función.

Yo soy bisexual y he disfrutado de las dos formas, tanto de hombres como mujeres. ¿Que si hay diferencias? Para mí no tienen absolutamente nada que ver: con los hombres, el sexo es como más rápido, igual un poco más agresivo, disfrutas pero casi después de que el chico haya eyaculado; con las mujeres, siempre lo he vivido mucho más tranquilamente. Es mucho más suave y puedo decir que a mí se me hace mucho más placentero. Es como más mutuo, llevas más o menos el mismo ritmo, es más igualitario. Yo lo he vivido así: he disfrutado con los chicos y con la penetración y todo; o sea, lo he pasado muy bien, y con las mujeres también, pero reconozco que he tenido más relaciones con mujeres. De hecho, mis relaciones más largas han sido con mujeres. De todas formas, me he enamorado de la persona y, a partir de ahí, ha surgido la sexualidad. Otras mujeres son lesbianas-lesbianas… y yo, en cambio, no. Por ejemplo, me puedo masturbar tanto pensando en una mujer como en un hombre.

De la primera mujer de la que me enamoré, recuerdo que me ofusqué. Yo estaba con un chico entonces y fue como una obsesión. He tenido temporadas que he sido bastante monógama y otras que he sido un pendón, un auténtico desastre para mi pareja en ese momento. Ahora se me ha bajado la líbido muchísimo, aunque, bueno, hace poco estuve con las amigas en un sex shop haciéndonos unas risas, y compramos solo libros porque los juguetes eran caros, pero nos hemos estado whasapenado porque queremos volver.


Tiene claro que...

«Somos la ‘generación bocadillo’ entre ‘no seas una puta’ y ‘libérate’»
R., 24 años, con pareja

En casa, no recuerdo que existieran tabúes. Con la desnudez no había problema alguno, ya con la sexualidad… igual, si hubiera preguntado, mi madre me habría contado más, pero incluso alguna vez que planteó hablar de sexo, me cerré en banda. Ese reparo por mi parte supongo que sería causado a que en algún lado yo habría notado que esto no era algo muy natural de hablar.

Lo que se nos ha transmitido desde la educación ha sido la idea de la protección y no era tanto un espacio para preguntar o salsear, sino para enseñarnos los métodos anticonceptivos. Como ya nos habían enseñado a poner condones, en tercero de la ESO en las salas de sexualidad, suponía un poco de presión, porque «si he empezado a relacionarme con un chico, tendré que ponerle un condón», pensabas. Para mí aquel no era el momento, porque aunque lo intenté, hasta los 17-18 años no tuve una relación con penetración. Tengo el recuerdo de que a veces no podía y me preocupaba, con esa ansiedad de «jobar, tendría que estar haciendo algo que no hago bien». Pero más allá de eso, la primera vez con penetración fue con 18 años, tenía experiencias sexuales previas, y aunque no fue superplacentero, sí fue muy bonito.

Lo cierto es que en la sexualidad se mueven un montón de factores. A mí a veces me ha costado saber qué quiero y qué no. Para mí es importante el placer, ¿pero qué me produce placer y qué no? ¿Y qué tiene que ver con ser mujer el que la otra persona esté bien, que, aunque sea placentero para él, a veces a mí me haya llevado a no poder conectar conmigo misma?

Me parece que las mujeres de ahora tenemos más opciones disponibles por dónde tirar para tener un empoderamiento sobre nuestra sexualidad, otra libertad, otras ganas de descubrir… pero también creo que nosotras somos «la generación bocadillo»: por un lado, tenemos la presión de la época de nuestras abuelas, aquello de «no seas una puta y sé una mujer decente»; en la otra parte del bocadillo, está lo de «libérate, sé multiorgásmica, el sexo es salud y sé una fiera en la cama». Resulta un poco cortocircuitante moverte entre estos parámetros.

Yo creo que la pregunta debiera ser «¿y yo, qué coño quiero?»… y nunca mejor dicho. Pienso que la receta es tener bien la autoestima, para, desde ahí, ir buscando lo que me da a mí placer, para ver cómo lo quiero vivir y cómo lo quiero compartir.

 

La sexualidad femenina como la pinta Dorothy Iannone

Dorothy Iannone (Boston, 1933), es una pionera de la emancipación sexual e intelectual de las mujeres y autora de una obra muy personal, en la que se mezcla el erotismo con la mística, el humor con la reivindicación y las historias autobiográficas con la literatura. Debido a la naturaleza tan abierta de su trabajo, lo que le supuso ser víctima de la censura en las décadas entre los 60 y los 80, y también a que ha vivido la mayor parte de su vida en Europa –actualmente reside en Berlín–, esta octogenaria no ha comenzado a recibir atención en su país de origen hasta hace poco. Considerada como una de las mujeres artistas más singulares de los siglos XX y XXI, el gran tema de su obra es «el amor extático». Sus representación de la unión sexual entre el hombre y la mujer adoptan una dimensión mística que plasma la unión espiritual y física de los opuestos. El suyo es un universo visual, colorido y abigarrado, que propone una lectura moderna y personal de las religiones orientales, aunque hay referencias culturales de todas clases. En sus cuadros se puede leer también su visión de su propia vida. Casada en 1958 con el pintor James Upham, fue la «causante» de que se levantase la prohibición en EEUU del ‘Trópico de Cáncer’ de Henry Miller –en 1961 fue detenida en un aeropuerto por intentar introducir el libro en el país– y su apasionada relación con el artista suizo Dieter Roth aparece plasmada vívidamente en sus cuadros. Todo ello está recogido en el libro ‘Dorothy Iannone: You Who Read Me With Passion Now Must Forever Be My Friends’ (Siglio, 2014).