ATRAPADOS EN IDOMENI
Tras el pacto entre la UE y Turquía, unos 48.000 refugiados en Grecia se hacen la misma pregunta: «¿Y ahora qué?». De ellos, unos 12.000 se encuentran en el pueblo fronterizo de Idomeni. Aquí la situación es insostenible, aunque la mejoría del tiempo y la progresiva llegada de voluntarios y ONGs ayuda en gran medida. Miles de refugiados ven peligrar su futuro.
Hace días que la Policía reparte panfletos donde se puede leer en árabe y griego que la frontera con Macedonia está cerrada, y que permanecerá así indefinidamente. Sin embargo, la gran mayoría de las personas que siguen aquí tienen claro que no se irán hasta cruzar hacia el interior de Europa por este paso. «Me da igual cuánto tiempo pase, no pienso moverme de aquí», asegura Mohammed, un palestino de Siria que lleva aquí una semana, y que tiene claro que esta es su única opción. Las otras alternativas son intentar seguir el camino por Albania o acogerse al plan de relocalización. La primera es muy arriesgada, puesto que hay que cruzar un puerto de montaña y además las mafias tienen fama de peligrosas en esta zona. Respecto a la segunda, Mohammed es m´s contundente: «No pienso acabar en un campo de refugiados en Turquía, no es seguro para mi y mi familia, y además me aleja de mi destino».
La improvisación y la confusión marcan el funcionamiento de la gestión de esta crisis humanitaria, tanto por parte del Gobierno griego como de la UE, lo que se traduce en un caos total en las zonas donde se concentran los refugiados. Por esta razón, en Idomeni el desconcierto es absoluto. Algunas personas vuelven a Atenas, mientras que la mayoría decide esperar aquí, y contados osados intentan entrar ilegalmente en Macedonia. Algunos lo hacen cruzando la frontera a decenas de kilómetros de aquí, donde se acaba la valla de seguridad, o escondiéndose en los trenes de mercancías que cruzan por este paso. De todos modos, esta no es una opción para al menos el 50% personas atrapadas aquí, que son mujeres con niños pequeños.
La entrada en vigor del acuerdo con Turquía este mismo domingo, y que convierte a los refugiados en «inmigrantes ilegales» pese a huir de una guerra no ha ayudado a paliar la crisis. Muy al contrario, en las primeras horas de su puesta en vigor, dos bebés morían en un naufragio cerca de Lesbos, y otras 30 personas fallecían en la costa Libia. Así, no solo no se ha conseguido frenar el flujo de inmigrantes, sino que además se han reactivado otras rutas más peligrosas, como la de Albania o Libia. Además de hundir las esperanzas de miles personas que buscan un futuro mejor lejos de la guerra y el hambre.