El Gobierno español no se mostró precisamente sensible ante esta importante reivindicación de la juventud y entró en una estrategia inicial de intentar generar divisiones, haciendo tratos diferenciales para provocar la ruptura en el movimiento insumiso.
No consiguieron el objetivo y, a finales de año, aprobaron la Reforma de la Ley del Servicio Militar, por la que la jurisdicción para los casos de insumisión pasaba de los tribunales militares a los civiles. Fue una maniobra cosmética para eliminar las connotaciones negativas de un consejo de guerra, pues las penas a imponer se endurecieron pasando de un año a más de dos años.
Durante 1991 se incrementaron las detenciones, los juicios y las condenas; también las presentaciones de jóvenes en los gobiernos militares para declararse insumisos. El primer consejo de guerra contra un joven vasco tuvo lugar en junio en Santa Cruz de Tenerife; luego los hubo en Sevilla, en Madrid, A Coruña…
En paralelo al número de insumisos aumentaba la solidaridad, no sólo frente a instalaciones militares españolas en territorio vasco sino incluso ante la prisión militar de Alcalá, donde había varios jóvenes vascos presos. El apoyo llegó también de intelectuales y artistas navarros, mientras cada vez eran más los ayuntamientos que se declaraban insumisos o se negaban a colaborar en las labores de alistamiento y expresaban su total apoyo a los insumisos locales.
De todos los insumisos del Estado español más de la mitad eran vascos, con Nafarroa a la cabeza. En 1991 el número de insumisos se triplicó, cifra que continuaría aumentando durante los siguientes años, al igual que los juicios, condenas y encarcelamientos. Llegó un momento en el que un tercio de los insumisos presos de todo el Estado español eran navarros, lo que da una idea de la implicación de los jóvenes de Nafarroa y del particular ensañamiento de los jueces en ese herrialde.
Este año también aumentó de manera notable el impulso a la independencia, que incluso provocó que el PNV expulsara a EA del Gobierno de Gasteiz por su apoyo a las iniciativas soberanistas.
El Aberri Eguna del 31 de marzo se convirtió en un clamor independentista en la convocatoria de Herri Batasuna en Iruñea; también fue potente la de EMA en Donapaleu. Una multitudinaria manifestación de decenas de miles de personas por la independencia también llenó las calles de Bilbo el 12 de octubre.
La reivindicación de la soberanía nacional se extendió al área municipal, donde se empezaron a presentar mociones de Herri Batasuna o de EA en favor de la independencia. En algunos plenos la iniciativa salía adelante, y eso no gustó lo más mínimo al lehendakari Ardanza, que rompió el gobierno tripartito después de 222 días de gestión compartida de PNV, EE y EA. En opinión de Eusko Alkartasuna, se trataba de algo premeditado, una «maniobra sucia» de los jelkides para cambiarlos por el PSE, que es quien entró en el Gobierno de Gasteiz apenas diez días después. «Quítate tú pa’ ponerme yo», que dice la canción de la Fania All Stars.
José Antonio Ardanza no estaba por la labor de tolerar la más mínima veleidad soberanista y prefería gobernar con el PSOE y una Euskadiko Ezkerra totalmente desorientada que en noviembre se rompería de facto.
En septiembre Juan Cruz Alli se hizo con la Lehendakaritza navarra tras una serie de investiduras fallidas y negociaciones en las que no se dejó fuera a HB. En las elecciones forales y municipales que habían sido a finales de mayo los jelkides dominaron en Araba y Bizkaia, HB en Gipuzkoa y UPN en Nafarroa.
La personalidad política del nuevo presidente navarro, Juan Cruz Alli, no respondía a la intransigencia clásica de UPN. Se mostraba partidario de las relaciones con el resto de los herrialdes, decía considerar Nafarroa una nación, reconocía el euskara y participó en el Nafarroa Oinez, apostaba por la negociación con ETA para poner fin al conflicto político y apoyaba el diálogo para resolver el asunto de la autovía de Leitzaran.
Ese carácter le generó fricciones con su partido, que pocos años más tarde le llevaron a abandonar la Presidencia del Gobierno y crear su propia formación política, Convergencia de Demócratas de Navarra.
La expresión más trágica del contencioso entre el Estado español y Euskal Herria se mostró con particular crudeza en 1991.
El 29 de mayo se produjo un atentado contra el Cuartel de la Guardia Civil de Vic, en Barcelona, que causó diez muertos y numerosos heridos. Dos días más tarde los miembros del comando fueron localizados en un chalet de Lliça d'Amunt, donde los efectivos policiales irrumpieron y mataron a Joan Carles Monteagudo y Jon Erezuma. Desde Tokio, Felipe González no mostró rubor alguno al felicitarse por el desarrollo del operativo.
En agosto, en plena Aste Nagusia donostiarra, un centenar de guardias civiles de Intxaurrondo cercaron una casa en el barrio de Morlans y mantuvieron un asedio de más de cuatro horas en el que abatieron a los militantes de ETA Iñaki Ormaetxea, Jokin Leunda y Patxi Irizar.
Apenas dos semanas después, una emboscada de la Ertzaintza en el barrio bilbaino de Begoña acabó con la vida de Juan Mari Ormazabal, 'Tturko'. El último tiro lo recibió en la sien, cuando ya tenía impactos en una rodilla y en el corazón. Unos días más tarde falleció un ertzaina que había resultado herido en el tiroteo. «Ahora la Ertzaintza se está ganando el prestigio con rapidez», declaró José Luis Corcuera, ministro español del Interior.
En octubre murió 'Kabi' Goitia al hacerle explosión el artefacto que preparaba. También por explosión accidental cuando preparaban un atentado habían muerto en abril, en Sestao, tres militantes del grupo Iraultza: Marisol Mujika, Rosa Díez y Jesús Fernández.
En las prisiones siguieron las huelgas de hambre, las protestas y las luchas de todo tipo. En marzo, un preso social denunció haber recibido ofertas para la formación de un GAL carcelario con el fin de «ejecutar a los presos más influyentes de la organización ETA». Así lo escribió de puño y letra en una carta que hizo pública por si acaso él mismo apareciera ahorcado al haberse negado a colaborar.
En el contencioso de la autovía de Leitzaran se avanzaron principios de acuerdo para lograr una modificación consensuada del trazado. En septiembre, las calles de Donostia fueron escenario de una impresionante movilización convocada por Lurraldea, unas semanas después de que la coordinadora y el diputado general de Gipuzkoa, el jelkide Eli Galdos, abrieran caminos de diálogo.
Al principio, todos los partidos a excepción de EA y EE vieron con buenos ojos el acercamiento. Poco después, desde Madrid ordenaron a PSOE y PP que dieran marcha atrás porque el diálogo y el acuerdo eran, al parecer, «una cesión inadmisible a ETA».
El ocaso definitivo de la aurora soviética tuvo un primer momento en agosto, cuando una parte del PCUS dio un golpe de Estado para derrocar al presidente Gorbachov. La asonada fue fallida, pero el Sóviet Supremo se autodisolvió, el partido quedó deshecho y sus bienes fueron incautados.
Gorbachov y Yeltsin acordaron desmantelar la Unión Soviética y el 21 de diciembre formaron la Comunidad de Estados independientes con 11 de las 15 repúblicas que habían formado la URSS. Cuatro días más tarde Gorbachov dimitió y cedió su puesto a Boris Yeltsin.
Del gran sueño de la Revolución de Octubre de 1917 ya solo quedaban unos escombros que fueron vendiendo a saldo.
Cuando estaba a punto de cumplir los 102 años, el 21 de diciembre murió en su caserío de Sara Joxe Miel Barandiaran, el gran referente ineludible de la cultura vasca.
Quince días antes, 'Euskaldunon Egunkaria' había cumplido un año en los kioscos sin ningún tipo de ayuda por parte de las instituciones y sobreponiéndose al boicot publicitario oficial. Joseba Arregi, consejero jelkide de Cultura, adelantó que en 1992 no habría ayuda económica alguna para ningún periódico en euskara.
Como una metáfora de sus propias palabras –«Yo seguiré siguiendo, yo seguiré muriendo, seré, no sé bien cómo, parte del gran concierto»–, en primavera falleció Gabriel Celaya y sus cenizas fueron aventadas en Hernani, su localidad natal.
Con versos firmes y claros, sin florituras de fogueo, la poesía de Gabriel Celaya se compromete y reclama compromiso:
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.