2015 fue un año en el que se prodigaron las urnas; y es que las hubo municipales, forales, autonómicas, cantonales, departamentales, generales. También dieron resultados para todos los gustos; tanto, que las generales españolas tuvieron que ser repetidas al año siguiente porque ningún candidato pudo conseguir apoyos suficientes para ser investido presidente.
La gran alegría llegó con la primavera en Nafarroa, donde el viejo régimen cayó derrotado. Así, el 24 de mayo terminó un ciclo de casi cuarenta años de alternancia de gobiernos de UPN y PSN, de matrimonios de conveniencia trufados de amores y desamores.
Ambos partidos, más el PP, lograron 24 escaños frente a los 26 de Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra.
Podemos se presentaba por primera vez y logró más votos que el PSN. También se estrenaba Ciudadanos, pero estos no cosecharon ni diez mil votos.
Así pues, el gran vuelco histórico hizo posible que Uxue Barkos se convirtiera en la primera lehendakari euskaldun de Nafarroa.
Pero el 24 de mayo en Nafarroa la alegría fue doble porque también se celebraron elecciones municipales que extendieron los vientos del cambio a los consistorios. Los mayores ayuntamientos navarros cambiaron de mano y UPN perdió todas las capitales de merindad, incluidas Lizarra y Tafalla, que eligieron alcaldes de EH Bildu.
La makila de la capital histórica de Euskal Herria la alzó Joseba Asiron, de EH Bildu, que salió a la Plaza del Ayuntamiento y se fundió en el entusiasmo popular de quienes le esperaban en un formidable ambiente de fiesta.
El PSN recibió un fuerte golpe; aunque mayor lo fue el de UPN, que perdió su gran poder institucional y eso abrió profundas grietas en un partido que ya andaba dividido y tocado. Así que Yolanda Barcina se escapó del partido por sorpresa y se colocó en Telefónica, mientras que Javier Esparza, candidato derrotado a presidente de Nafarroa, ascendió en septiembre a líder de UPN.
Si en la primavera navarra triunfó el cambio, en las otras tres provincias de la Euskal Herria peninsular lo hizo el PNV y su connivencia con el PSE. Juntos de la mano, con el PP donde les fue necesario, arrebataron todo lo que pudieron a EH Bildu.
En Gipuzkoa, por ejemplo, tras una legislatura de beligerancia extrema contra Diputación y Ayuntamiento de Donostia, ambas de EH Bildu, en la que participaron algunos medios con entusiasmo militante, el PNV se quedó con las dos instituciones.
Una actitud muy diferente fue la de EH Bildu en Araba, donde su posicionamiento era determinante para hacer que el PP no gobernara ni en la Diputación ni en el Ayuntamiento de Gasteiz. Ejerció esa responsabilidad, y la derecha española fue desalojada.
En Bizkaia los jelkides mantuvieron su hegemonía, aunque en algunos ayuntamientos conservaron la alcaldía o se la arrebataron a EH Bildu gracias al PSE.
Podemos tuvo un importante éxito en los comicios municipales, a los que se presentaron con denominaciones diversas.
Lo mismo hicieron en el Estado español, en lo que llamaron «candidaturas de unidad popular» con IU y otros grupos de izquierda. Su irrupción fue muy exitosa y alcanzaron alcaldías tan importantes como la de Barcelona o Madrid, entre otras.
Los buenos vientos que empujaban a Podemos en 2015 soplaron también el 20 de diciembre, en las elecciones generales en el Estado español.
Pero si les soplaban con fuerza al sur del Ebro, al norte de esa muga les llevaron a ser la formación más votada en Hego Euskal Herria, con cerca de 400.000 votos y siete escaños, uno más que el PNV y cinco por encima de EH Bildu, que se quedó tan solo con dos diputados y una gran pérdida de votos.
En el Congreso de Madrid irrumpió Pablo Iglesias como líder de un partido que ascendió de golpe a tercera fuerza española con más de cinco millones de votos y 69 diputados.
De salto también entró Albert Rivera con Ciudadanos, que con cerca de 3,5 millones de votos alcanzó los 40 escaños.
El Parlamento español, acostumbrado desde el inicio del régimen del 78 al bipartidismo, quedó totalmente fragmentado y en una correlación de fuerzas que hizo imposible la investidura y abocó a nuevas elecciones al año siguiente.
En la parte continental de Euskal Herria, en marzo hubo elecciones al Consejo Departamental de Pirineos Atlánticos, y en la primera vuelta EH Bai dio muestras de un gran potencial, que le hizo pasar a la segunda vuelta en cinco cantones y conseguir representación en el de Errobi-Atturri.
En diciembre, las urnas francesas fueron regionales y el Frente Nacional de Marine Le Pen se impuso de forma arrolladora en la primera vuelta; aunque luego, en la segunda y definitiva, no logró vencer en ninguna región.
Catalunya acudió a las urnas el 27 de septiembre en unas elecciones autonómicas que se calificaron de plebiscitarias.
El independentismo se planteó conseguir dos millones de papeletas, reto que la suma de Junts pel Sí y la CUP estuvo a punto de alcanzar con un 48% de los votos. El unionismo se quedó en el 39%.
Los resultados eran buenos y esperanzadores, pero también había sobre la mesa muchas incertidumbres respecto a la gobernación en el presente y al futuro del proceso, problemas que se fueron agravando con el tiempo.
De hecho, la investidura de Artur Mas no fue posible y tuvo que ceder el paso a Carles Puigdemont.
Catalunya iba haciendo su camino, aunque el Estado no estaba por la labor y andaba ya afinando su maquinaria represiva.
Un recurso, la represión, que en Euskal Herria no aflojaba. Nada más comenzar 2015 la Guardia Civil llevo a cabo la segunda parte de la operación contra la intermediación del EPPK en el exterior. La primera la denominaron «Jaque» y a la segunda la llamaron «Mate». Detuvieron a 16 personas, doce de ellas abogados.
Aunque aumentaron el número de personas en la cárcel, el jaque no fue mate porque la solidaridad con los represaliados se mantuvo.
El sorprendente afán por evitar el desarme de ETA llevó a tres redadas en Iparralde; en mayo en Biarritz, en julio en Ortzaize y en septiembre en Baigorri. Uno de los arrestos en Ortzaize fue el de Grazi Etxebehere, que se dirigió a los medios para decir que no se arrepentía de lo hecho «porque he ayudado a una organización que quiere desarmarse».
Los detenidos en Baigorri fueron Iratxe Sorzabal y David Pla, que se encontraban en el lugar precisamente para mantener contactos en un proceso de reflexión de cara a facilitar nuevos pasos.
El Gobierno español y la colaboración francesa estaban en todo lo contrario, y presentaron sus detenciones como «el acta de defunción de ETA».
Pero la realidad seguía su camino por encima de la propaganda. Así, en junio, y con la participación de organismos internacionales y 110 personalidades, se celebró en la Asamblea Nacional francesa la Conferencia Humanitaria por la Paz en Euskal Herria, que hizo de París «la capital de la esperanza», recuperando el impulso de la Conferencia de Aiete.
Por su parte, EH Bildu presentó su «vía vasca para la paz», una propuesta para una hoja de ruta consensuada en torno a las consecuencias del conflicto. El texto fijaba cuatro carriles: víctimas y memoria, presos y exiliados, desarme y desmilitarización.
Por el paso del tiempo y el cumplimiento de las condenas, el número de prisioneras y prisioneros vascos bajó hasta los 400, aunque durante 2015 apenas fueron excarcelados una veintena. Había menos, aunque más alejados.
Entre los excarcelados estaban tres del 'caso Bateragune' y ocho de 'Egin', entre ellos su director, Jabier Salutregi.
Periko Solabarria no pudo unirse a la alegría de las excarcelaciones porque falleció en junio. Solabarria, sacerdote obrero, había conocido la cárcel de Zamora en castigo por sus sermones en la parroquia de Barakaldo. Como escribiera Eduardo Galeano, que falleció dos meses antes: «Qué tal si deliramos por un ratito, qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia para adivinar otro mundo posible».