Todo arrancó la noche del 7 de octubre cuando, amparados en la oscuridad y en que los judíos celebraban el Sukot, combatientes islamistas de Hamas incursionaron por sorpresa fuera de la franja de Gaza atacando cuarteles, localidades y kibutz israelíes. Mataron a casi 1.300 personas, se hicieron con más de 200 rehenes y lanzaron miles de cohetes contra el sur de Israel.
En cuanto Tel Aviv se recuperó del impacto inicial, Netanyahu dijo que estaban en guerra y comenzaron los bombardeos, los ataques contra la población palestina y la ocupación de territorio. Para finales de año, la respuesta al ataque de Hamas había provocado ya alrededor de 30.000 muertos, y todo indicaba que iba a continuar.
De los dos millones de gazatíes que vivían en la franja, se estimaba que 1,9 millones estaban en un éxodo desesperado sin destino, huyendo para sobrevivir. Cada vez se hablaba más de genocidio contra el pueblo palestino. Pero EEUU, Gran Bretaña y la UE mantuvieron su apoyo incondicional a Israel, y los vetos en la ONU convirtieron a ese organismo internacional en un mero denunciante ignorado. Todo eso dio alas al sionismo para hacer lo que quisiera.
La oposición más activa llegó de Sudáfrica, que denunció al Estado judío ante la Corte Internacional de Justicia.
Algunos sectores de la sociedad de Israel también empezaron a mostrarse contrarios a lo que estaba haciendo su Gobierno.
Euskal Herria comenzó a movilizarse desde el primer momento, con manifestaciones masivas y actos de todo tipo que reclamaban la inmediata detención de las masacres y el genocidio, así como el derecho de Palestina a tener un Estado propio.
Mientras, en Ucrania la guerra se enquistaba, con avances y retrocesos territoriales por ambas partes y cada vez con más muerte y destrucción. Al igual que estaba sucediendo en Palestina, los estados se iban decantando por bandos y cada cual movía sus piezas en el tablero internacional.
Zelensky se pasó el año reclamando apoyos y, sobre todo, ayuda económica y militar. Otro tanto hizo Putin, buscando también complicidades y aliados. El periodista vasco Pablo González seguía en una prisión de Polonia sin saber oficialmente de qué se le acusaba.
Aires reaccionarios de ultraderecha soplaron en Argentina en 2023 y llevaron a la Casa Rosada a Javier Milei, un histriónico personaje que se consideraba «anarco-capitalista», que arrancó mandato presentando polémicas leyes de corte neoliberal, anunciando gran número de privatizaciones y la no renovación de miles de contratos de empleados públicos.
El año en que se cumplía el 50º aniversario del golpe militar en Chile contra Salvador Allende, se celebraron elecciones para los 50 miembros del Consejo Constituyente, que deberían presentar un nuevo proyecto de Constitución.
La mayoría de los elegidos pertenecían al ultraderechista Partido Republicano. El texto elaborado se presentó a referéndum el 17 de diciembre y no salió aprobado, por lo que siguió vigente la Constitución de Pinochet de 1980.
La ultraderecha también entró al Gobierno de Finlandia, e intentó dar un golpe de Estado en Brasil con Jair Bolsonaro contra el presidente Lula da Silva.
En el Estado español lo intentó Vox presentando en marzo una moción de censura contra Pedro Sánchez, que no salió adelante porque el PP se abstuvo.
Intentaron de nuevo levantar vientos reaccionarios en las elecciones generales del 23 de julio, pero aunque el PSOE no logró ganar sí consiguió los apoyos parlamentarios suficientes para sacar adelante la investidura el 16 de noviembre y continuar en La Moncloa.
En lo que correspondía a Euskal Herria, el PSOE ganó las elecciones, seguido de EH Bildu y PNV, que perdió 100.000 votos respecto a las anteriores de 2019.
Los jelkides mantuvieron grupo parlamentario con 5 escaños –uno menos que EH Bildu–, y a eso se aferraron para mostrar satisfacción. Pero iban perdiendo fuelle y todo indicaba que su tiempo declinaba, pues dos meses antes, el 28 de mayo, se celebraron elecciones municipales y forales y ya sufrieron una importante bajada.
Por el contrario, EH Bildu iba subiendo convocatoria tras convocatoria, y en las locales y forales obtuvo unos formidables resultados. Ganó en Gasteiz, estuvo a punto de hacerlo en Donostia y quedó segunda fuerza en Bilbo.
También quedó en segundo lugar en Iruñea, donde Cristina Ibarrola, de UPN, fue elegida alcaldesa, aunque una moción de censura presentada por EH Bildu en diciembre devolvió la Alcaldía a Joseba Asiron.
En todo el área metropolitana de Bilbo, una zona tradicionalmente complicada para el independentismo de izquierda, EH Bildu se colocó en segundo lugar, superando al PSE y recortando distancia con el PNV.
En la elección de alcaldes volvieron los pactos de PNV, PSE y PSN para arrebatar poder municipal a EH Bildu. Y donde no les daban los números les ayudó el PP. Los vetos a EH Bildu facilitaron importantes alcaldías a UPN.
En Nafarroa EH Bildu superó a Geroa Bai, y su abstención fue determinante para que María Chivite, del PSN, repitiera como lehendakari navarra.
Otro lehendakari, Iñigo Urkullu, no dudaba que seguiría de candidato en las elecciones del año siguiente en la CAV. Pero en noviembre se supo que el PNV iba a prescindir de sus servicios y que en su lugar iría Imanol Pradales.
El fastidio de Urkullu era tan notorio que el EBB organizó un posado con abrazo entre él y Pradales nada más y nada menos que junto a la tumba de Sabino Arana.
2023 marcó un hito con la exitosa huelga general feminista por el derecho colectivo al cuidado, convocada el 30 de noviembre por el movimiento feminista con el apoyo de una treintena de asociaciones y la mayoría sindical.
La situación provocada por la pandemia había sacado a la luz el fracaso de un sistema de cuidados que perpetúa la precariedad de las mujeres y carga sobre ellas gran parte del trabajo; así como la necesidad de un sistema público y comunitario de cuidados.
El preámbulo de la huelga general fue el 8 de marzo, donde se vio una de las mayores movilizaciones del año.
Quizás forzado por estas circunstancias, y porque los defensores del Alarde discriminatorio eran ya minoría, el alcalde de Irun, José Antonio Santano, tras más de veinte años en el cargo, salió por primera vez al balcón del Ayuntamiento a saludar a la compañía igualitaria Jaizkibel.
Y tras 34 años y 16 muertes, en marzo fueron repatriados los cinco últimos presos que quedaban fuera. Sare cambió las banderolas y se pasó del «Euskal Herrira» al «Etxera».
Quedaba aún mucho por delante para que todos estuvieran en casa. Además, la Fiscalía de la AN seguía saboteando las progresiones de grado y las libertades condicionales y se mantenía la legislación de excepción.
En junio falleció Jabier Salutregi, director de 'Egin' desde 1992 y que pasó años de cárcel tras la clausura del diario. Dos años antes, el 9 de marzo de 2021 había muerto Pepe Rei, que también pagó prisión por ejercer el periodismo.
El Tour arrancó el 1 de julio en Bilbo y recorrió carreteras de Euskal Herria hasta salir tres días después por Baiona hacia territorio francés, donde Pello Bilbao y Jon Izagirre ganaron sendas etapas en Issoire y Belleville-en-Beaujolais.
En traineras, los triunfos en Liga y Bandera de La Concha fueron dobles, pues Arraun Lagunak se llevó ambas victorias en chicas y Urdaibai en chicos.
Y en abril Kerman Lejarraga anunció que colgaba los guantes, tras una carrera pugilística plagada de victorias y que dejó huella no solo por su pegada, sino también por su personalidad, carisma y humildad.
Lejarraga se bajó del ring, mientras en Ucrania y Oriente Medio seguían los combates, soplaban vientos reaccionarios en el mundo y la sociedad vasca continuaba movilizándose contra la injusticia.