«Izena daukan guztia omen da», advertía un dicho en relación a las brujas. Pero si todo lo que tiene nombre existe, también es cierto que todo lo que no se cuenta no existe y, además, abre la puerta a la tergiversación interesada y la mentira, a la manipulación de la realidad.
Precisamente en esa labor, en la de contar lo que ocurre y sus circunstancias, está el fundamento del periodismo. Y es también precisamente por la vital importancia de esa tarea por la que todo poder, visible o fáctico, trata siempre de controlar, cuando no de silenciar, la información libre.
En el año 1977, tras la muerte del dictador Francisco Franco, la disyuntiva se planteaba en estos términos: reforma o ruptura. Ahí estaba la clave del momento en el Estado español, mientras en Euskal Herria asomaba la posibilidad de caminar hacia un futuro de soberanía y territorialidad.
Reforma o democracia, ahí estaba la cuestión.
«Ser o no ser… He ahí el dilema. ¿Qué es mejor para el alma, sufrir insultos de fortuna, golpes, dardos, o levantarse en armas contra el océano del mal, y oponerse a él y que así cesen?», son palabras de Shakespeare en boca de Hamlet.
Euskal Herria necesitaba periodistas vascos. Se hacía imprescindible disponer de un medio de comunicación que diera voz a los silenciados durante cuatro decenios y que ofreciera un punto de vista de la realidad desde la óptica de un pueblo que reclama su identidad nacional y su derecho al porvenir.
Con ese objetivo y desde un espectro político abertzale de izquierda se dieron los primeros pasos para la creación del diario 'Egin', que salió a los kioscos el 29 de septiembre de 1977. El embrión de aquello fueron diez personas que aportaron cada una 100.000 pesetas (600 euros). Luego serían seguidas por cerca de 25.000 cuenta-partícipes. 'Egin' nacía, así, desde la misma base del pueblo vasco, sin intereses económicos externos que pudieran hipotecar o condicionar su posterior recorrido.
'Egin' y 'Deia'
Habría sido el primer diario editado en y para Euskal Herria desde el triunfo del alzamiento fascista en el Estado español de no ser porque el proyecto periodístico del PNV hizo en el último momento un adelantamiento por el arcén, y su periódico, 'Deia', vio la luz el 8 de junio.
El PNV también quería contar lo que sucedía, en un momento particularmente crucial en el que sabía que muy pronto se iba a ver obligado a decantarse entre la reforma política que se ofrecía desde Madrid o acudir a la capital de ese Reino como nación con sus reivindicaciones.
Y es que poco antes, en abril y mayo, tuvieron lugar las llamadas conversaciones de Xiberta, una iniciativa de Telesforo Monzón con el apoyo del Grupo de Alcaldes para reunir a todas las fuerzas políticas vascas de cara a lograr una interlocución unitaria y acudir a Madrid como pueblo, además de la consecución de un Estatuto de Autonomía para las cuatro provincias de Hego Euskal Herria, la amnistía y la legalización de todos los partidos.
Aquellas reuniones en los bajos del hotel Txiberta, en Angelu, en las que también tomaron parte ETA militar y ETA político-militar, resultaron frustradas por las discrepancias en torno a la participación o no en las elecciones que tendrían lugar unos días más tarde, el 15 de junio.
Durante el verano, la Marcha de la Libertad recorrió la geografía vasca. Cuatro columnas salidas desde diferentes puntos de Euskal Herria en dirección a Iruñea hicieron frente no solo al cansancio del recorrido sino también a todo tipo de obstáculos y cargas policiales. Recorrieron casi 1.900 kilómetros atravesando quinientos pueblos hasta finalizar en Arazuri, por la prohibición del acto previsto en Iruñea.
1977 fue, así, un año de efervescencia y de atisbo de esperanzas que al poco se iban disipando por las recolocaciones de los partidos. Cuando se hablaba de Estatuto de Autonomía Vasco nadie, a excepción de los sectores fascistoides, ponía en duda que se refería a Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa. Txiki Benegas, desde el PSOE, hablaba de «integración de Navarra con las otras tres provincias vascas»; el burukide Juan de Ajuriagerra aseguraba que por primera vez en la historia el Estado español «va a reconocer a las cuatro regiones históricas».
Ahora sorprende, pero Jaime Ignacio del Burgo decía entonces que como navarro era amante de todo lo vasco y que estaba dispuesto a «admitir la inclusión de Navarra en el preautonómico vasco». Sin embargo, cuando se comienza a diseñar el llamado «Estado de las Autonomías» el primer paso es romper la territorialidad vasca y casi todos están de acuerdo. El PNV también lo asume.
En octubre se firmaron los Pactos de la Moncloa, unos acuerdos entre formaciones políticas, entre las que también estaba el PNV, que acabaron con cualquier veleidad rupturista. Tres meses antes, la UCD de Adolfo Suárez había ganado en las primeras elecciones y el PSOE se colocaba ya en posición de ser partido de Estado. Todo atado y bien atado.
La proclamada amnistía tampoco llegó a ser lo que se pretendía y se enfocó a garantizar la impunidad de los crímenes del franquismo. No fue, para nada, «el inicio del comienzo de la democracia», como anunció Xabier Arzalluz.
No solo eso, sino que en mayo la represión indiscriminada contra las protestas y huelgas de la Semana pro-Amnistía se cobró la vida de siete personas.
Aunque el año acabó con la excarcelación de Fran Aldanondo, el último prisionero político vasco, no pasó mucho tiempo antes de que las cárceles volvieran a irse llenando. Al año siguiente ya había más de un centenar de encarcelados. El propio Aldanondo moriría en un tiroteo dos años después.
En la pugna entre reforma del régimen y democracia ganó la reforma, en un contexto de conflictos laborales y estudiantiles, reactivación de la lucha armada y atentados fascistas en Euskal Herria y fuera, como la matanza de cinco abogados laboralistas en Madrid.
En 1977 'Egin' ya estaba ahí para contarlo y dar voz a los silenciados.