El proceso interminable
Cronológicamente, no fue el primer macro-juicio –el de Jarrai/Haika/Segi fue en primavera de 2005– pero el sumario 18/98 se suele considerar el inicio de la ofensiva judicial contra la izquierda abertzale en su conjunto, amparada en la cada vez más dura legislación antiterrorista del Estado español. Desencadenada en 1998 desde la Audiencia Nacional y concretamente desde el juzgado de Baltasar Garzón, un término de 2023 define exactamente esa ofensiva: lawfare en sentido puro.
El sumario, que atrapó a 47 personas procesadas en distintas piezas –'Egin', Xaki, Ekin, Fundación Zumalabe...– implicó un juicio que empezó en noviembre de 2005 y acabó en marzo de 2007. En Madrid, claro. Pero antes de llegar a la sala de la Casa de Campo, las personas procesadas vivimos entre 5 y 7 años sujetas a medidas judiciales, con todas las limitaciones que ello supone.
En positivo, vivimos la fuerza conjunta de organizar la denuncia constante de lo que suponía el proceso; construimos una gran red de solidaridad en la que hubo desde gentes de la política hasta apoyos internacionales; fuimos capaces de poner música con conciertos solidarios y recordar los 'Egin Eguna' en Urdiain con un 'Bat Egin Eguna' en octubre de 2006.
El juicio concluyó con cientos de años de prisión que fuimos cumpliendo hasta el último día de cada condena, en las cárceles de la dispersión.
Hay muchos sufrimientos acumulados junto a los grandes tomos del sumario y las condenas. Los que rodean las cárceles y la dispersión son bien conocidos. Por eso, pongamos el foco sobre lo que menos se ve. Las dificultades de mantener un trabajo teniendo que ir a Madrid cada semana. O de explicar a hijas e hijos pequeños las salidas de madrugada los lunes para regresar los miércoles a la tarde. O de mantener una estabilidad personal con esos viajes cargados de sueño y de tensiones, pensando en las comparecencias ante el tribunal, en padres y madres ya mayores, en cómo resolver lo que supusiera una condena, en no dejarse apabullar por ese conjunto de circunstancias tan duras e imprevisibles. Y el impacto de las muertes y enfermedades de compañeros de banquillo o de familiares cercanos, entonces y en estos últimos años...
Sin embargo, pese a todo, aquellos largos meses de Madrid intermitente tuvieron también buenos momentos, tanto en el albergue juvenil donde pasamos la mayoría de las noches como en el parque de la Casa de Campo, o en alguna taberna del centro; en los actos solidarios con personas y grupos madrileños, incluso en la propia sala de juicio.
Fuimos capaces de mantener las reivindicaciones y denuncia del proceso, de la situación penitenciaria, de la tortura. Y también de crear lazos fuertes entre nosotras y nosotros, y de mantener la chispa de la bizipoza para hacer frente, también así, a aquella gran farsa.
Han pasado ya muchos años y han cambiado las circunstancias. Hemos reconocido, aunque tarde, otros grandes dolores y sufrimientos. Pero lo que aquí se resume –aplicable a tantos sumarios similares– sigue en el limbo de los reconocimientos pendientes... y el 18/98 sigue siendo un proceso interminable.
* Subdirectora de 'Egin', procesada y condenada por el sumario 18/98. Durante el juicio ejerció de portavoz de los encausados.