«Nosotros hemos perdido más de la mitad de la venta. La gente viene y te pregunta qué es lo que pasa, pero luego no compra». Era el testimonio de uno de los responsables de la carnicería Ederra de Iruñea, especializada en carne de ternera. Sus palabras, que reflejaban claramente la preocupación ante la situación generada, fueron recogidas en las páginas de GARA un día después de que se hablara del primer caso de 'vaca loca' en Euskal Herria. La sicosis generada era innegable.
El calendario marcaba el 22 de enero de 2001 cuando se informó de dos posibles casos en Nafarroa. Los dos animales habían sido sacrificados en Iruñea cinco días antes. De raza pirenaica autóctona, fueron criados en explotaciones de carácter extensivo. Los análisis efectuados en Madrid habían revelado que podrían estar infectadas por la Encefalopatía Espongiforme Bovina (EBB), más conocida como «enfermedad de las vacas locas».
Las autoridades intentaban tranquilizar a los consumidores de carne de vacuno y los propios ganaderos remarcaban que las medidas de control estaban funcionando bien. «Ningún animal enfermo puede llegar al mercado», afirmaban representantes de UAGN y EHNE-Nafarroa. «Ya no se nos escapa una vaca, esa es la realidad», aseguraba el consejero vasco de Agricultura, Iñaki Gerenabarrena.
Pero los datos eran claros: la venta de carne de ternera seguía descendiendo. Y el Matadero Municipal de Bilbo, el de mayor producción de Euskal Herria, había visto reducido su número de matanzas en un 18% en las tres primeras semanas del año.
En Nafarroa, el Gobierno había comenzado a exigir el certificado veterinario a los ganaderos antes de sacrificar sus reses, con el consiguiente colapso en los mataderos en medio de la polémica.
Algunos días después Gerenabarrena afirmó que la primera vaca –de raza frisona, de 47 meses– afectada en la CAV había sido criada en una pequeña explotación de Azpeitia.
Asimismo, el Gobierno navarro informó del resultado positivo de una res sacrificada en el matadero de Donostia, de 93 meses, procedente de una explotación del norte de Nafarroa.
El 8 de febrero de 2001 los lectores de GARA se despertaban con la noticia de la prohibición definitiva de la venta de la columna vertebral de bovinos de más de 12 meses. El chuletón se quedaba sin hueso en el plato. «Una barbaridad», en opinión de muchos ciudadanos. Las protestas se sucedían en diversos países europeos, entre ellos el nuestro. Hasta ahí podríamos llegar, en una cultura gastronómica como la vasca. Los carniceros tampoco entendían la medida.
No, las vacas no se habían vuelto locas. O sí. Todo debido al ansia de la industria ganadera por rentabilizar y aumentar el crecimiento de las reses incluyendo en su alimento proteínas de origen animal. El ser humano jugaba con la naturaleza sin ser consciente de las consecuencias de sus acciones.
La enfermedad desencadenó una crisis y una alerta sanitaria sin precedentes. Detenciones, inmovilización de centenares de kilos de piensos, incineración de millones de reses, protestas de ganaderos, mensajes contradictorios de dirigentes... eran parte del paisaje cotidiano de aquella época. Los titulares de GARA reflejaban, día tras día, el desconcierto y la alarma existentes.
Enfermedad mortal
La Encefalopatía Espongiforme Bovina es una enfermedad mortal que destruye lentamente el cerebro y la médula espinal (sistema nervioso central) en el ganado. La mayoría de los científicos afirmaron que la EEB se originó por el consumo de piensos que habían sido fabricados con harinas de carne y hueso contaminadas con una proteína infecciosa llamada prion. Por razones que se desconocen, un prion normal se transforma en un prion anormal que es dañino.
«Bovina» significa que la enfermedad afecta a las vacas, «espongiforme» se refiere a que el cerebro de una vaca enferma se ve esponjoso bajo un microscopio, y «encefalopatía» indica que es una enfermedad del cerebro.
Se puede transmitir a los humanos que comen carne bovina de un animal infectado o tienen contacto con los tejidos de animales infectados. Las personas pueden contraer una versión de la EEB llamada variante de la Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (vCJD). No se conoce ninguna forma de prevenir la Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob. Esta enfermedad humana, de carácter neurodegenerativo, inicialmente provoca en la persona afectada trastornos psiquiátricos que evolucionan a una demencia y que, tras pocos meses, causan su muerte. Deterioro mental, cambios en la personalidad, ansiedad, depresión, pérdida de memoria, trastornos de la visión, insomnio y dificultades en el habla son algunos de los síntomas que sufrieron los pacientes de esta enfermedad.
La amenaza de una epidemia tenía en jaque a las autoridades europeas, que se enfrentaban a la mayor crisis agroalimentaria del último medio siglo en Europa. El 25 de marzo de 1996 la Unión Europea recomendó la prohibición de las exportaciones de vacuno británico y sus productos derivados para intentar evitar la expansión del mal de las 'vacas locas'.
Desde agosto de 1997, la FDA no permite que la mayoría de las partes de las vacas y de ciertos otros animales se usen para producir alimentos para las vacas. La prohibición llegó en 2001 después de la conmoción social que dejaron los doscientos muertos y miles y miles de sacrificios de vacas.
En Gran Bretaña, en 1986
Aunque fue descrita por primera vez en Gran Bretaña en 1986, la alarma del conocido como mal de las 'vacas locas' estalló en el país en 1996. Ese año científicos británicos anunciaron los primeros casos en personas de la variante de la Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, causada por el consumo de alimentos procedentes de vacas afectadas por la EEB.
Según datos de la FDA, 232 personas en todo el mundo enfermaron con la variante de la Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob y todas murieron. Food and Drug Administration (FDA) –o Administración de Medicamentos y Alimentos– es la agencia del Gobierno de los Estados Unidos responsable de la regulación de alimentos, medicamentos, cosméticos, aparatos médicos, productos biológicos y derivados sanguíneos.