El 29 de enero de 1981 ETA militar secuestró a José María Ryan, ingeniero jefe de la central nuclear de Lemoiz. Una llamada alertó a 'Egin' de la acción, y un día después la organización emitió un comunicado exigiendo la demolición en el plazo de un semana de la instalación, erigida en la cala de Basordas. «De ello depende la puesta en libertad», advirtió.
Durante los siete días siguientes se sucedieron los comunicados cruzados y las movilizaciones, enmarcadas en un clima de tensión por la visita de Juan Carlos de Borbón a Euskal Herria. La respuesta social, sindical y política contrastó con el silencio de Iberduero, propietaria de la planta atómica que en mayo de 1980 había anunciado por boca de Pedro Areitio que «la central nuclear de Lemóniz se terminará y entrará en funcionamiento, pese a quien pese».
El día 6 de febrero apareció el cuerpo sin vida de Ryan en un paraje entre Zaratamo y Arkotxa. ETA publicó un comunicado dando cuenta de su muerte y anunciando un «nuevo frente de actuación que afecta a todos los cuadros superiores y mandos responsables de Iberduero que se hallan vinculados con la central de Lemóniz».
Sin embargo, la intervención de ETA en el conflicto nuclear había comenzado mucho antes, cuatro años antes para ser exactos, con el ataque a un puesto de la Guardia Civil en Lemoiz. El militante Daniel Álvarez Peña, natural de Plentzia, resultó herido y falleció dos meses después.
Los planes de Franco: cuatro plantas en Euskal Herria
La construcción de la planta de Lemoiz comenzó en 1972, auspiciada por el Plan Energético Nacional del régimen franquista, que pretendía levantar 41 plantas atómicas, cuatro de ellas en Hego Euskal Herria: dos en Bizkaia, Lemoiz e Ispaster; una en Gipuzkoa, Deba; y otra en Nafarroa, en Tutera.
Los planes del Gobierno español generaron un fuerte rechazo entre la ciudadanía, que comenzó a organizarse a través de las asociaciones vecinales, germen de la Comisión de Defensa de una Costa Vasca No Nuclear, creada en 1973. En agosto de 1976 convocó la primera gran movilización, congregando a decenas de miles personas en una marcha entre Plentzia y Gorliz.
Y un año después, en julio de 1977, una manifestación multitudinaria recorrió las calles de Bilbo para mostrar su rechazo a la energía nuclear. Según medios estatales, 200.000 personas inundaron el centro de la villa.
El éxito se repitió un año después, el 12 de marzo de 1978, con una concentración frente a Lemoiz. «Una vez más, después de largos años de lucha, el pueblo está unido en Lemóniz expresando su firme e irreductible voluntad de impedir que se consume el atentado de hacer de Euskadi un polvorín nuclear», señalaron en un comunicado conjunto la Comisión de Defensa de una Costa Vasca No Nuclear y la Coordinadora de Comités Antinucleares.
En el mismo comunicado tuvieron palabras en recuerdo de Álvarez, que «dio su vida por Euskadi. Será siempre recordado por todos nosotros».
A los cinco días, el 17 de marzo tuvo lugar un nuevo ataque de ETA contra la central. Fallecieron dos trabajadores, Andrés Guerra y Alberto Negro.
1979, la muerte de Gladys del Estal
Iberduero mantuvo sus planes nucleares y las movilizaciones sociales continuaron, con una cita relevante en Tutera, que el 3 de junio celebró el Día Internacional de Acción contra la Energía Nuclear. La Guardia Civil tomó la localidad navarra y mató a la joven Gladys del Estal, que participaba en una protesta pacífica. Tal como recogió 'Egin', José Martínez Salas le disparó a bocajarro. Lejos de ir a prisión, el uniformado fue condecorado en 1982 y 1992.
La respuesta de la ciudadanía ante lo ocurrido en Tutera no se hizo esperar, con protestas y la convocatoria de una huelga general. ETA también actuó, con una nueva acción armada en Lemoiz. El 13 de junio dos llamadas alertaron de la colocación de una bomba en la zona de turbinas. La explosión provocó la muerte a Ángel Baños, trabajador de Tamoin.
Las movilizaciones se intensificaron, ya que la eléctrica pretendía abrir la central en 1981. Un año marcado a sangre y fuego, con acciones de ETA y marchas hacia la planta, convertida en un búnker por la Guardia Civil.
El 29 de enero ETA secuestró a Ryan, y ese mismo día falleció en Tutera el militante abertzale José Ricardo Barros, en una acción contra una subestación de Iberduero.
Una costosa moratoria
Tras la muerte de Ryan las obras se paralizaron y las instituciones públicas tomaron el control, abogando por la continuidad del proyecto. Pero ETA volvió a intervenir, y en mayo de 1982 acabó con la vida de Ángel Pascual Múgica, ingeniero que había sustituido a Ryan. Poco después, en junio, Alberto Muñagorri, de diez años, resultó herido por una bomba en una oficina de Iberduero en Errenteria.
Los trabajadores de Iberduero dieron cuenta de una «situación insoportable» y la empresa suspendió los contratos de ejecución de la obra. El fin de Lemoiz lo marca la moratoria nuclear, establecida tras la victoria del PSOE en las elecciones estatales de octubre de 1982.
En 1984 se paralizaron las obras, dejando en Basordas el cadáver de un gigante de hormigón que supuso un coste de 2.273 millones de euros a las arcas públicas. Una cantidad que sigue aumentando.