Los vestigios, las ruinas, cuentan mucho del pasado y del presente de un país. Hablan de lo que fue, de qué quedado y de cómo se ha conservado. A la vista del que fuera el Horno Alto número 1, se puede trazar la transformación que ha vivido toda una comarca, el paso de «pulsos» a golpe de turno laboral y sueños que forjaron «carácter y conciencia» a un tiempo en el que «no queda prácticamente nada del pasado industrial y lo poco que aún permanece podría tener los días contados».
Mirar atrás devuelve el recuerdo de la empresa que fue motor de la comarca y del país hasta un presente de empleo precario, de horas bajas para el comercio tradicional, a un escenario que parecían aventurar quienes se movilizaban para mantener viva la planta siderometalúrgica en un marco de empleos dignos.