«Tras 82 años ha llegado un poco de paz a nuestros corazones». Lo decía Josefina Lamberto Yoldi, con un retrato de su hermana Maravillas y abrazada al entonces alcalde de Iruñea, Joseba Asiron, esta fría mañana de febrero de 2018 en Iruñea. Acababa de inaugurarse la plaza que eternizará el nombre de la «florecica de Larraga», víctima de la barbarie franquista y del intento posterior de ocultarlo todo bajo tierra. En su caso, quemando el cadáver de la joven, de apenas 14 años, tras violarla y matarla.
Ese silencio impuesto tomó cuerpo en otra vida casi entera, la de su hermana Josefina, que tenía 7 años en aquel momento. No solo perdió a Maravillas, también a su padre Vicente, fusilado. Tuvieron que irse a Iruñea, donde su madre Paulina pidió limosna y la familia sobrevivió gracias al auxilio social. A los 21 años se metió monja porque vio allí una ventana para «hacer el bien» y ayudar a los niños «a que no sufriesen lo que sufrí yo», pero se encontró con lo contrario: primero maltratos y luego un traslado a Pakistán durante 14 años, que tuvo todo el aspecto de una maniobra para alejar de Nafarroa la larga sombra de Maravillas.
Murió Franco y Josefina volvió, cargada de valor. Con un objetivo en la cabeza: encontrar los restos de su padre y su hermana. Las monjas intentaron prohibirselo, y hasta le cerraron la puerta del convento en las narices, por lo que tuvo que dormir en la calle. Tanto dolor y desprecio solo sirvió para alimentar su determinación. Fue una de las fundadoras de la Asociación de Familiares de Fusilados de Nafarroa, colaboró en el comedor social París 365 y se sumó a otras causas.
El terrible caso de Maravillas fue tomando peso en la conciencia popular. Antes de la plaza fueron Fermin Balentzia, Berri Txarrak, el gaztetxe de Nabarreria...
Mientras, y en parte gracias a su impulso, el terrible caso de Maravillas fue tomando peso en la conciencia popular. Pasó de generación en generación, del castellano al euskara. A la 'Florecica de Larraga' de Fermin Balentzia le sucedió el 'Maravillas' de Berri Txarrak.
Cuando en la Plaza de Nabarreria de la capital navarra surgió un gaztetxe, tomó el nombre de la joven de Larraga. A Maravillas Lamberto la mataron, pero su recuerdo no se marchitó y no deja de rebrotar cuando ya el calendario camina inexorablemente hacia el siglo. Otro tanto ha ocurrido, por ejemplo, con la fuga de Ezkaba y sus más de 200 víctimas mortales.
Josefina fallecería en la Casa de Misericordia de Iruñea, ya con más de 90 años, y tras haber sido semilla en este proceso de memoria. En este vídeo-entrevista recordaba cómo entró la Guardia Civil en su casa en busca de su padre y cómo su hermana quiso acompañarle, «ella no sabía que le iban a hacer lo que le hicieron». Al día siguiente Josefina y su otra hermana fueron a la cárcel para llevar el desayuno a su padre, volvieron desoladas: «Los guardias nos dijeron: tu padre ya no lo necesita. Ya no está aquí. De Maravillas supimos igual». [VIDEO-ENTREVISTA A JOSEFINA LAMBERTO]
Murió Franco y dieron permiso para buscar a los familiares desaparecidos, pero las monjas se lo prohibieron. «Algo harían», le dijeron estas al decir que quería buscar a su padre y a su hermana. «¿Qué hizo mi hermana?» le preguntó a la religiosa; «ah, eso yo no lo sé», le respondieron. «Pues yo sí y se lo diré», se dirigió a la monja, «ser demasiado hermosa fue su pecado».
«De Maravillas no queda nada», lamentaba Josefina en esta entrevista. Pero en eso sí se equivocó, porque su recuerdo no morirá nunca. Revive cada 15 de agosto como muestra del horror franquista.