Un halo de esperanza. Así se podría resumir la aprobación del contenido de 'Zutik Euskal Herria', la base para el cambio de estrategia que la izquierda abertzale oficializó el 15 de febrero de 2010. El documento también lo recogía con esa certeza. La izquierda abertzale daba su palabra de que no dejaría que se perdiera la esperanza.
Era necesario un cambio estratégico y abordar un acercamiento a la normalidad política. Anulada de las instituciones, la izquierda independentista necesitaba una formación legal, y para ello había de realizarse un viraje en el rumbo de su andadura. La causa política necesitaba una transformación en favor de la lucha de masas, la lucha institucional y la lucha ideológica, y ello se lograría transitando una única vía: la que señala métodos exclusivamente políticos y democráticos.
El fin de semana anterior, cerca de 600 militantes independentistas se reunían en asambleas territoriales de Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa, en representación de los más de 270 pueblos que realizaron debates locales, para refrendar la nueva apuesta de la izquierda abertzale y dar por finalizado el debate interno con 'Zutik Euskal Herria' como referencia principal.
En cincuenta años de conflicto político y armado, la negación de los derechos de Euskal Herria fue constante, pero no carecía de menos dureza el sufrimiento, en sus diferentes vertientes, que ello había dejado en el camino transitado. «El sufrimiento ha sido la terrible consecuencia de este largo ciclo», señalaba la declaración.
Pero existían nuevas condiciones para alcanzar un escenario democrático y, si aun así no existieran, la izquierda abertzale estaba dispuesta a trabajar para lograrlas, y contaba para ello con apoyos tanto en Euskal Herria como en el ámbito internacional. Sin duda, era una decisión unilateral tomada por la izquierda independentista, tal y como se afirmó meses antes con la Declaración de Altsasu.
El objetivo era salir a flote con savia nueva y energías renovadas. Y, asimismo, sacar al elefante de la habitación y buscar apoyos para la resolución del conflicto. Era el momento del inicio del fin del sufrimiento y de estar a la altura de las expectativas de una ciudadanía que, al mismo tiempo que exigía un cambio de estrategia, también ansiaba una alternativa política ante una oferta muy ortodoxa para los tiempos que corrían.
La izquierda abertzale abrió las compuertas de una presa que, más allá de la presión, contaba con la necesidad de transitar nuevos caudales, con unos cauces más espaciosos y eclosionar hacia una nueva potencialidad política. Para desarrollar ese proceso de igualdad de condiciones y para poder participar en una mesa de partidos, se precisaba de una formación política legal que fuera «la referencia de todos los independentistas y socialistas de Euskal Herria en la práctica política, de masas, ideológica e institucional a desarrollar en el proceso democrático».
«No hay nada que negociar»
Las reacciones a esta apuesta por el uso de medios exclusivamente políticos y democráticos no se hizo esperar en los sectores más reaccionarios. Mientras Aralar y EA aplaudían esta decisión, representantes del PP se apresuraron a cerrar filas. Desde Madrid, el responsable de Justicia del PP, Federico Trillo, afirmaba que «no hay nada que negociar» y que el final del debate dentro de la izquierda abertzale y su posterior declaración eran «una más». Desde Bilbo, el portavoz del PP de la CAV, Leopoldo Barreda, consideraba que se trataba de «otro mensaje para colarse en las elecciones municipales de 2011».
Dicho lo cual, todas sabemos lo que ocurrió en los meses posteriores. La izquierda independentista consolidaba su estrategia política bajo la marca Sortu y abría nuevas vías a consensos más amplios ya con la generación de Bildu. Solo una frase para el recuerdo, la que recogía este diario a las puertas de los comicios municipales de 2011, contra todos los pronósticos de la derecha española: «Bildu legal, gana todo el mundo».