«Creo que tengo derecho a que me ayuden a morir, pero dentro de la legalidad»
Para Antoine Mesnier, un trabajador hiperactivo, incondicional del rugby y médico del Girondins de Burdeos en los años 90, el diagnóstico de su enfermedad, el Síndrome de Charcot, fue sinónimo de una bajada a los infiernos. Afincado en Baigorri, 'Mediabask' recogió en un podcast su alegato vital a través de una entrevista realizada por Ximun Larre.
El 18 de marzo de 2021 se aprobó en el Estado español la ley de eutanasia. Al norte del Bidasoa, el derecho a decidir sobre cómo terminar la vida no ha entrado todavía en la legislación.
Desde la doble visión de médico y paciente, Antoine Mesnier, residente en Baigorri, lleva meses reclamando por distintos medios un cambio de legislación sobre el final de vida.
La existencia de Mesnier cambió de manera drástica el 23 de febrero de 2022.
Era el día de su cumpleaños, pero la noticia que recibió en una consulta hospitalaria fue todo menos un regalo.
Tenía la enfermedad de Charcot. Ese es el nombre que se le da a la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), una enfermedad neurodegenerativa incurable que provoca una parálisis progresiva de los músculos.
Las perspectivas para él son sombrías. Como promedio, el diagnóstico es fatal en un plazo de tres a cinco años.
Este bordelés que quiere decidir sobre el final de sus días, a poder ser en Baigorri, dejaba en setiembre de 2023, a través de un podcast reproducido en el semanario 'Mediabask', su alegato en favor de un cambio de la legislación que le permita decidir el cómo y cuándo de su partida.
La enfermedad que mina sus facultades no le resulta desconocida, confesaba el propio Mesnier en esa entrevista, firmada por Ximun Larre.
La vivió años atrás como médico y amigo de Patrice Lestage, un antiguo jugador de fútbol que pasó por las filas de los clubs de Toulouse y Burdeos.
«Me pidió que le hiciera una promesa y que la mantuviera hasta el final. Cuando me hizo la señal, con un pestañear de los ojos, cumplí con lo acordado. Le había asistido durante tres años, y mantuve mi promesa. Con el acuerdo de su familia, hice lo que debía, aunque legalmente no tenía derecho y era consciente de que podía meterme en problemas», narraba con aplomo en la citada entrevista, antes de exclamar: «Miré de cerca al infierno de esa enfermedad y me quedó claro que no querría pasar jamás por eso».
De ahí que nada más recibir un diagnóstico similar al de su amigo, su primera reflexión le llevara a pensar en sus hijos, «en la muerte», pero sobre todo en no convertirse «en dependiente».
Tras encerrarse durante varios meses, volvió a recuperar el control sobre su vida instalándose en Baigorri, donde acude al encuentro matinal con los clientes habituales del Bar del Frontón.
Una ceremonia que puede parecer anodina pero que a él le aporta «una atmósfera cercana y agradable».
Lleva desde hace más de un año esa existencia sencilla, en la que la pauta de los fármacos se combina con esos pequeños placeres.
Ello no le hace perder de vista que vive una cuenta atrás.
De ahí que insistiera en esa entrevista concedida hace unos meses a 'Mediabask' en que para él lo principal es mantener el control sobre su vida.
«Mis hijos no quieren ver partir a su padre, pero el día que, como le pasó a mi amigo, solo sea capaz de abrir y cerrar los ojos, creo que estarán de acuerdo con mi decisión. Creo que tengo derecho a que me ayuden a morir, pero legalmente. No quiero poner a nadie en los problemas en que yo mismo me metí», resumía.
Mesnier quiere creer que las cosas cambiarán, por más que el Gobierno francés haya ido postergando en los últimos años la prometida iniciativa legislativa.
«Una vez pude reunirme con Emmanuel Macron y tengo realmente la impresión de que quiere marcar su mandato con una ley que, en cualquier caso, es imprescindible», aseveraba al respecto Mesnier.
Su alma de médico le llevaba a precisar de inmediato sus palabras: «Los resultados de la Convención Ciudadana (un foro de debate consagrado a cuestiones bioéticas que celebró su última sesión el 2 de abril de 2023) muestran claramente que hay una fuerte demanda social para avanzar hacia una nueva ley que dé acceso al derecho a morir».
Entre sorbo y sorbo de café en la plaza de Baigorri, Antoine Mesnier dejaba constancia de que hasta es posible edulcorar con el humor una amarga enfermedad.
Lo ha hecho a través de un libro titulado 'Bon anniversaire Antoine' ('Feliz cumpleaños, Antoine').
Ha dado testimonio de su vida en un documental y ha acudido a distintos programas de televisión, siempre para hacer patente su determinación para vivir –y morir– de acuerdo a su voluntad.