El de Josu Zabala 'Basajaun' es uno de los casos de militantes de ETA fallecidos sin esclarecer que más opaco permanece, 27 años después. Su cadáver fue hallado por unos montañeros en el paraje de Itsaspe, en Itziar, el jueves 27 de marzo de 1997, pero públicamente no trascendió quién era hasta el día 29, cuando Egin Irratia dio cuenta de ello. Tenía un impacto de bala con orificio de entrada a la altura del pecho y salida por la espalda.
La primera noticia que se tuvo sobre la aparición del cuerpo fue el viernes 28, cuando la Ertzaintza hizo pública una nota en la que solicitaba ayuda para identificar el cadáver, aunque ocultó que se trataba de una muerte por arma de fuego.
En la noche del viernes al sábado, tal y como dio cuenta 'Egin', los familiares de 'Basajaun', «al tener conocimiento de sus características físicas –tenía un ojo de cristal– y tras visionar unas fotografías del muerto», se trasladaron al deposito de cadáveres de Polloe, donde confirmaron que se trataba de Josu Zabala Salegi.
Las llamadas a Egin Irratia: «Txakurrek hil dute»
Antes de que nadie hubiera difundido su identidad, un comunicante anónimo llamó a Egin Irratia a las 23.45 del viernes para afirmar que era un militante de ETA y que había sido abatido por las FSE: «Txakurrek hil dute».
El sábado por la mañana, una segunda llamada a la misma emisora en nombre de ETA reiteró la militancia de 'Basajaun' y dio más datos: que estaba en paradero desconocido desde el domingo anterior, 23 de marzo, día en que había quedado en Bilbo con otro militante, pero no apareció a la cita. El comunicante expresó su convencimiento de que había sido secuestrado por «las fuerzas represivas» para finalmente ser ejecutado.
La versión oficial impuso la tesis del suicidio y fue Juan María Atutxa, entonces consejero de Interior de Lakua, quien lanzó frases como esta: «La gente se atreve a entrar en ETA, pero no a salir, y antes de atreverse a salir cae en este derrotero tan incomprensible y tan indigerible como el de segarse su propia vida».
Sin embargo, los datos que la familia recabó y que difundió 'Egin' desde un principio les hicieron sospechar que la muerte de 'Basajaun' fue obra de terceras personas. «La familia acumula razones para pensar en una ejecución», escribía 'Egin' en el artículo en que daba cuenta de las diligencias practicadas y adelantaba detalles de la primera autopsia que se practicó al cadáver, que concluía que Josu Zabala «murió de un tiro que le destrozó el corazón» y que los forenses «no contemplaron signos de violencia externa salvo alguna marca en la cabeza que pudiera justificarse por la caída al suelo».
Cuando los familiares fueron a recoger los restos mortales de Zabala, constataron que tenía «unas diez o doce marcas en la cabeza con forma de lentejas y color rojo, una de ellas del tamaño de una moneda». Los allegados también comprobaron, en compañía del juez, que en el lugar donde apareció el cadáver no había restos de sangre.
La pistola estaba «a un palmo de la mano derecha» y el casquillo a unos cinco metros del cadáver, pero la bala nunca apareció, a pesar de las reiteradas búsquedas. Ni en la pistola ni en el cargador había huellas. Y, pese a ser una zona de monte, en su ropa no había restos de suciedad ni de barro y la tierra pegada a las zapatillas de Zabala no se correspondía con la de aquel paraje. Ninguno de los baserritarras de la zona oyó disparos esa noche y en las horas previas al hallazgo del cadáver.
La postura en la que se encontraba el cuerpo y los efectos personales que llevaba –una cartera vacía sin documentación ni dinero, una navaja, un paquete de tabaco y un mechero– contribuyeron a la sospechas de la familia de que fue abatido por otras personas. De hecho, Zabala no fumaba.
En los días siguientes, la Policía española fue filtrando datos que trataban de avalar la versión del suicidio. Atribuyó al óxido que presentaba el arma el hecho de que no tuviera huellas, y sostuvo que unas pruebas de parafina supuestamente realizadas al cadáver habrían permitido descubrir restos de pólvora en las manos del fallecido, aunque algunas de esas informaciones fueron rápidamente matizadas.
La familia denunció la indefensión que padecía ante ese goteo de filtraciones y se planteaba cada vez más preguntas sobre los puntos oscuros que rodeaban la muerte de 'Basajaun': ¿Cuál era el origen de las erosiones y marcas encontradas en la sien? ¿Por qué en la autopsia no se analizaron? ¿El disparo que destrozó el corazón pudo hacer desaparecer huellas de un posible paro cardíaco? ¿Cómo puede oxidarse la empuñadura, si esta es de plástico? ¿Por qué ocultó la Ertzaintza la idendidad de Josu, pese a conocerla? Todo ello le llevó a solicitar una segunda autopsia.
La pistola era nueva
En un comunicado publicado en 'Egin' el 22 de abril, ETA aportó otro dato relevante que reforzó las sospechas extendidas: la pistola hallada junto al cuerpo de 'Basajaun' era nueva y había sido facilitada recientemente al militante etxarriarra, lo que contradecía la versión policial de que no había sido posible encontrar huellas dactilares debido al óxido.
La organización confirmó que la pista de 'Basajaun' se perdió en Bilbo y denunció el intento de «oscurecer y hacer desaparecer huellas», así como la existencia de «maniobras de ocultación en el momento de la identificación» del cadáver. Se refería al proceder de la Ertzaintza, que solicitó ayuda para identificar el cadáver cuando ya conocía su identidad, tal y como denunciaron Gestoras pro Amnistía y la familia.
Según explicaba ETA, en un primer momento pensó que Josu Zabala había huido, ya que detectó la presencia de miembros de las «fuerzas de ocupación españolas o sus estrechos colaboradores, los cipayos, vestidos de paisano» en el entorno de los contactos «de seguridad» previstos en Bilbo, ante quienes no apareció el militante. «Lo que hicieron en esas horas, con el compañero 'Basajaun' solo lo saben las fuerzas policiales, y entre ellas, seguramente, Atutxa y sus cipayos, los que mayor empeño han puesto en ocultar datos», señalaba el comunicado.
La familia Zabala-Salegi nunca creyó la tesis del suicidio y emprendió la vía judicial para intentar esclarecer lo sucedido, pero todas las instancias judiciales españolas avalaron la versión oficial. Recurrieron al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, pero esa vía tampoco tuvo recorrido.
«Lo que nosotros queremos es muy simple: que se sepa la verdad, que lo que permanece oculto salga a la luz con todas sus consecuencias», indicó su hermana Nerea en declaraciones a NAIZ en este reportaje con motivo del 20º aniversario.