Dos jóvenes de Uharte Arakil vieron «cómo un tren descarrilaba entre dos casas y se llevaba por delante un camión aparcado». Se dirigieron rápidamente a las vías, adonde acudieron gran parte de los vecinos del municipio. Otra mujer contaba a 'Egin' que «la noticia se extendió rápidamente, por lo que muchos hemos acudido al lugar del accidente. Al llegar pudimos oír un griterío impresionante. Estaban todos gritando, muchos atrapados e intentando salir como podían».
El accidente ferroviario de Uharte Arakil es el más grave de la historia reciente de Euskal Herria. Tuvo lugar en la tarde del 31 de marzo de 1997, a las 19.45, cuando el tren Intercity 'Miguel de Unamuno' que cubría la línea Barcelona-Irun descarriló con 248 personas a bordo en Uharte Arakil, donde no tenía previsto parar.
El convoy estaba compuesto por cinco vagones y una máquina. La locomotora y los dos primeros vagones se salieron de la vía, mientras que los últimos vagones cayeron de costado sobre un lateral de la vía. Fallecieron 18 personas –inicialmente se dio la cifra de 22– y casi un centenar resultaron heridas.
La ayuda de los vecinos y vecinas de Uharte Arakil fue fundamental tras el accidente, ya que se volcaron para ayudar a los heridos desde el primer momento, antes incluso de que llegasen las ambulancias, poniendo a disposición de los heridos sus vehículos, domicilios, mantas, agua y medicamentos, y proporcionándoles apoyo anímico.
El Ayuntamiento también actuó con rapidez y habilitó todos sus servicios y locales municipales para ofrecer la máxima atención, y facilitó las labores de coordinación y de gestión en torno al accidente.
La tragedia conmocionó a los habitantes de la localidad. Los más mayores recordaban otra catástrofe que vivieron 40 años atrás, cuando una de las calles más largas del municipio prendió fuego y ardieron todas sus casas.
«Ha sido un auténtico milagro salir con vida»
Varios periodistas de 'Egin' se desplazaron esa misma noche a Uharte Arakil y recabaron testimonios de los pasajeros que viajaban en el tren y de los habitantes que acudieron a socorrerles. En las crónicas del día siguiente se podían leer las dramáticas escenas de dolor que se sucedieron.
«He salido despedida. He intentado agarrarme al asiento y he visto que mi hijo botaba. Le he gritado que se agarrase fuerte. Nunca piensas que algo así pueda pasar. Ha sido un auténtico milagro salir con vida». Eran palabras de Maribel Bugi, que había subido al tren en Valtierra y que iba viendo la televisión plácidamente cuando notó un fuerte golpe.
Una vecina relataba lo siguiente: «He visto cadáveres destrozados, miembros del cuerpo separados; esas imágenes no las podré olvidar nunca, estoy seguro de que soñaré con ellas durante mucho tiempo».
Con el paso de las horas fueron llegando al lugar familiares de los pasajeros. Los cuerpos fueron depositados en el frontón municipal, donde se practicaron las primeras identificaciones. «Las escenas de dolor que se vivieron en los alrededores del frontón fueron terribles. Las autoridades pidieron la ayuda de varios psicólogos», se leía en la crónica.
La versión oficial achacó a un fallo humano –exceso de velocidad– la causa del accidente, aunque otras fuentes consultadas por 'Egin' diferían de esa versión y apuntaban a las deficiencias en los sistemas de seguridad como desencadenante del descarrilamiento.
El maquinista fue condenado en Iruñea a dos años y medio de cárcel por imprudencia grave, y su auxiliar, a una multa. Ocho años después, el Gobierno español aprobó un indulto parcial para rebajar la condena hasta los dos años de cárcel, por lo que no entró en prisión.
«Oreja tras HB» en 1998
Un día como hoy también deparó una noticia de alcance en Euskal Herria, grave pero de signo muy diferente: el espionaje político a Herri Batasuna. Era 1998 y la noticia se situó en Gasteiz, en la sede de la formación abertzale de la calle Ramiro de Maeztu.
El escándalo saltó cuando, a raíz de un cambio de centralita, dos responsables de la formación que trabajaban allí y técnicos de telefonía descubrieron que los cables de todas sus líneas telefónicas, de fax y de ordenador estaban desviadas hacia el piso superior, que había alquilado el Cesid, y donde aparecieron numerosas grabaciones de conversaciones privadas.
Tras descubrir las escuchas, en el piso superior comenzaron a percibirse movimientos y ruido de personas. Al salir al exterior, los militantes de HB vieron cómo dos personas, «hombres de treinta y pico años», abandonaban el lugar precipitadamente «con sendas bolsas de deporte bastante repletas»
Los integrantes de la formación abertzale acudieron al juzgado a interponer una denuncia y, por «casualidad», apareció allí el delegado del Gobierno español en la CAV, Enrique Villar.
El de Gasteiz no fue ni el primero ni último caso de espionaje a HB por parte de las FSE o los servicios secretos españoles; anteriormente habían sufrido episodios similares el miembro de la Mesa Nacional Joxemari Olarra, en 1995, y el parlamentario y abogado Iñigo Iruin. En todos hubo denuncia, pero o no se investigaron o terminaron sin sanción práctica. Iñaki Iriondo hizo un repaso en este artículo.
En el caso de Gasteiz, la condena inicial contra los directores del Cesid Emilio Alonso Manglano y Javier Calderón y dos de sus agentes, dictada por la Audiencia Provincial de Araba tras una instrucción llena de obstáculos oficiales, fue corregida por instancias judiciales superiores, hasta acabar absolviendo o indultando a todos los condenados. Y el Tribunal Supremo se permitió escribir en la sentencia que espiar a HB –legal durante los años de escuchas– «no puede llamar la atención».