«Día crucial para culminar el desarme de ETA y abrir un escenario inédito», anunciaba la primera página de GARA el 8 de abril de 2017. Ramon Sola recogía en las páginas interiores el anuncio de una jornada que se intuía la primera «de un futuro sin violencias».
Era un soleado sábado que se definía histórico, «histérico» para algunos sectores, tal como recogía audaz Tasio en el periódico del 10 de abril. Y es que el de ETA fue el único caso en el mundo en el que una organización armada estuvo dispuesta al desarme y los estados se negaron. De ahí el protagonismo de los artesanos de la paz. ETA entregó su arsenal a la sociedad civil vasca, artífice del desbloqueo superando el boicot de los estados.
La noticia de que ETA ya no tenía armas se conoció mediante la BBC británica la medianoche del 7 de abril en un comunicado que también fue remitido a medios vascos. Aquella noche resonó en muchas redacciones la mítica «¡que paren las rotativas!». El texto estaba redactado en euskara, español, francés e inglés. Entre el comunicado remitido a la BBC y el enviado a medios vascos existía un pequeño matiz. En el primero, ETA se dirigía a la Comunidad Internacional y, en el segundo, lo hacía también al Pueblo Vasco.
En el texto, ETA hacía saber que ya era una organización desarmada, «pues a estas alturas las armas y explosivos que tenía bajo su control se encuentran en manos de la sociedad civil». Añadía que había sido un camino «duro y difícil, debido a que los estados español y francés han puesto todos los obstáculos y problemas posibles, empecinados en el esquema de vencedores y vencidos, enrocados en la vía policial».
Operación policial en Luhuso
En ese contexto de confrontación de los estados se enmarca la operación de Luhuso del 16 de diciembre del 2016, «uno de los hechos más desconcertantes y a la vez épicos de este proceso de resolución», según recogía Sola en un recordatorio de la redada cinco años después.
Ese día, cinco personas fueron detenidas en una operación policial en la localidad labortana de Luhuso: Mixel Berhokoirigoin, Jean-Noël Etcheverry 'Txetx', Béatrice Molle-Haran, Michel Bergouignan y Stéphane Etchegaray 'Etxe'. Los artesanos de la paz preveían una posible operación en su contra, por lo que habían dejado preparado un escrito en el que explicaban qué hacían aquella lluviosa y fría noche de diciembre en un apartado caserío. «Como miembros de la sociedad civil y sin ningún lazo ni subordinación a ETA, hemos decidido comenzar con el proceso de desarme de la organización armada y proceder a la destrucción de un primer stock de armas». Michel Bergouignan falleció en mayo de 2017 y Mixel Berhokoirigoin en mayo de 2021.
Iñaki Egaña contextualiza ese hecho en el libro 'El desarme, la vía vasca' de esta manera: «La vía de los artesanos de la paz contemplaba una puesta en escena con la que mover al Gobierno francés y, así, condicionar también al español. Se trataba de sacarlos de su posición inamovible».
El relato policial de París y Madrid no se sostenía, hablaban de «golpe fortísimo a ETA» y los patinazos oficiales eran demasiado evidentes. Euskal Herria amanecía con la sensación de que algo inaudito había ocurrido en Luhuso, algo que invitaba a vislumbrar una nueva vía. Un camino no recorrido hasta entonces en el que el pueblo marcaría el paso.
Egaña resume así el siguiente paso de ETA: «Tomó una determinación drástica. No habría más Luhusos. En la próxima ocasión el desarme debería ser completo». Un mensaje a la Comisión Internacional de Verificación certificó su voluntad de «proceder a la destrucción de armas y el desmantelamiento de arsenales de una forma verificada, total y rápida». Noruega, Suiza y el Vaticano también fueron informados.
Mientras, Berhokoirigoin y Etcheverry hicieron llegar otro mensaje al Gobierno de Hollande: nada les detendría. Si volvían a ser detenidos, tenían recambio, cientos.
Una abarrotada Baiona, de celebración
Con todo ello, el 8 de abril de 2017 se consumaba lo que durante un lustro había parecido imposible, por una vía inverosímil. No era un final sino un inicio: ese día en Baiona sonó alta la demanda «Orain presoak» y, concluido el imprescindible desarme, ETA enfiló su último paso, cerrando el ciclo apenas un año después.
A las 10.30 del 8 de abril de 2017, en Euskal Museoa de Baiona, un Michel –nacido en Argel y conocido líder por los derechos humanos– y un Mixel –baserritarra de Gamarte, activista vasco–, apellidados Tubiana y Berhokoirigoin, se encargaban de enunciar dónde estaban las armas que ETA había devuelto al pueblo vasco. Ocho puntos de transferencia que ya tenía en sus manos la Comisión Internacional de Verificación y que suponían dos cosas trascendentes: el desarme completo de una organización con medio siglo de acción armada y el desbloqueo de una cuestión clave del proceso de resolución.
172 artesanos de la paz se congregaron desde primera hora de la mañana en los ocho depósitos de armas de ETA cuya localización desvelaron ese mismo día. A mediodía se difundieron las imágenes, la localización y el inventario de cada uno de los depósitos. La Policía francesa acudió a estos depósitos después de que los artesanos les facilitaran la localización.
Según recogía ETA en su comunicado, «tomamos las armas por el Pueblo Vasco y ahora las dejamos en sus manos, para seguir dando pasos al objeto de lograr la paz y la libertad en nuestro pueblo, porque para avanzar en la agenda de soluciones hay que adquirir compromisos».
La tarde del 8 de abril de 2017, una multitud que dibujaba ese Pueblo Vasco abarrotó la plaza Paul Bert de Baiona para celebrar. En un país acostumbrado a movilizarse para denunciar, miles de personas quisieron ese día celebrar el último día de una era y el primero de otra. Decidieron arropar asimismo a los artesanos de la paz. Con las manos en alto, reivindicaron que todos eran artesanos de la paz y alabaron de esa manera un ejercicio de imaginación, compromiso y unidad, un proceso elaborado con mucho mimo y artesanía.
Los ecos del desarme
Los ecos del desarme se prolongaron en el tiempo, tanto por lo relevante y lo inédito del proceso como por las curiosidades que acontecieron después. Iñaki Altuna repasaba los doce meses posteriores al desarme en un reportaje el 9 de abril de 2018. Según contaba, el material explosivo fue destruido los días 8 y 9 de abril por los equipos policiales cerca de los zulos descubiertos por los voluntarios.
Ocho meses después, el alcalde de la pequeña localidad de Erango hacía pública la queja de que la explosión provocada en una cantera cercana había causado algunos daños a su iglesia, del siglo XIII, y demandaba indemnización al Estado. Según el alcalde, la explosión había provocado inestabilidad al edificio, por lo que, añadió, había aconsejado al cura que llevara casco por si se desprendiese algún otro cascote.
En cuanto a las armas de fuego, las semanas previas el desarme este tema se colaba en muchas noticias destinadas a poner en cuestión la acción de los artesanos. La intervención de la sociedad civil podría provocar la destrucción de pruebas para el esclarecimiento de atentados, insistían quienes se oponían a los planes de los artesanos. El fiscal de Baiona, Samuel Vuelta Simon, reveló unos meses después que las armas de ETA encontradas en los zulos habían sido destruidas, aunque pudiera haberse guardado alguna por si fuese necesaria para alguna investigación.
En enero de 2020, la revista francesa 'Le Point' publicó una rocambolesca información que ponía cuanto menos en entredicho la custodia por parte de la Policía francesa del arsenal de ETA. Según contaba 'Le Point', unos policías robaron un lote de armas y crearon un depósito clandestino. Así, una parte de ese armamento fue en realidad sustraída mientras estaba custodiada por la Policía francesa y quedó almacenada en un depósito prefabricado del centro de Arras, especializado en la neutralización de explosivos.
Un artificiero de la Policía habría transferido las armas a su comandante, que las almacenó en dicho depósito, del que era responsable. Las armas no fueron destruidas según el protocolo, y también se rompió la cadena de custodia. Según esta información, los agentes robaron un generoso lote que incluía un buen surtido de armas –el periodista cita pistolas Magnum 357, subfusiles M4 y hasta un kalashnikov–, municiones y cerca de 80 detonadores.
Al margen de las anécdotas, el desarme de ETA supuso un acontecimiento inédito que alteró positivamente esquemas en la resolución de conflicto, al otorgar a la sociedad civil un papel crucial con el que hacer frente a los siempre presentes enemigos de la paz. Ese nuevo modelo causó un notable impacto también fuera de Euskal Herria.
Tal como recoge el citado libro 'El desarme, la vía vasca', en la cita anual del Foro de Oslo de mediados de junio de aquel año, algunos de sus participantes ya tenían en su poder el detallado informe final elaborado por ETA sobre el desarme. El Foro de Oslo constituye una cita importante en relación a la resolución de conflictos.
En aquella edición, la cuestión a abordar era el proceso de Colombia, pero en los corrillos de los mediadores uno de los temas más comentados fue el desarme de ETA y, muy particularmente, su singularidad. Tampoco pasó desapercibida la cuestión técnica, el volumen del arsenal, 3,5 toneladas de armas y explosivos que habían sido transportados y dispuestos para que la sociedad civil pudiera hacerse cargo, todo ello en medio de Europa.