Iruindarra, nacido el 2 de junio de 1938. Tras cursar sus primeros estudios y bachillerato en el Seminario de Escolapios de Orendain (Gipuzkoa) y en Iruñea, se licenció en Derecho y Economía por la Universidad de Deustu y amplió su formación académica en Londres y París. A partir de 1970 trabajó como gerente de empresas, al mismo tiempo que formó parte del movimiento de ikastolas de Nafarroa, época en la que aprendió euskara. Por su faceta de euskaltzale, en 2015 fue homenajeado por la Asociación de Ikastolas de Nafarroa junto a Jesús Atxa, Jorge Cortés Izal y José María Satrustegi.
En 1975 fue nombrado presidente del Napar Buru Batzar del PNV, y en 1977 presidente del Euzkadi Buru Batzar. En 1979, cuando fue elegido parlamentario por Nafarroa, dejó su profesión de abogado para dedicarse plenamente a la política, y en junio de ese mismo año fue nombrado presidente del Consejo General Vasco después de que Ramón Rubial dejara el cargo. En 1980, tras negociar el Estatuto de Gernika con Madrid, fue nombrado lehendakari del Gobierno de Gasteiz. En esa legislatura se recuperó el Concierto Económico y se crearon Osakidetza, EiTB y la Ertzaintza.
Tras las elecciones parlamentarias de 1984, Garaikoetxea volvió a ser nombrado lehendakari. Sin embargo, no duró mucho en ese cargo, pues en enero de 1985 lo abandonó debido a sus diferencias con la dirección del PNV.
El 30 de noviembre de 1986 fue cabeza de lista en las elecciones al Parlamento de Gasteiz por Eusko Alkartasuna, partido recién creado que obtuvo 13 escaños. En abril del año siguiente, en el congreso constituyente de EA como partido socialdemócrata e independentista vasco, Garaikoetxea fue nombrado presidente de la formación. También fue elegido parlamentario en las legislaturas de 1990, 1994 y 1998. Entre 1987 y 1991 fue diputado en dos ocasiones en el Parlamento Europeo con la Coalición por la Europa de los Pueblos, formada por EA, ERC y PNG, y en 1999 abandonó la primera línea política.
Defensor de la negociación
Garaikoetxea tuvo responsabilidades políticas en los últimos años del franquismo y sobre todo después de él, en un contexto marcado por las expresiones armadas del conflicto político. En 1978, el PNV, presidido por él mismo, convocó por primera vez una manifestación contra ETA en Bilbo, lo que provocó, en palabras del propio Garaikoetxea, «una auténtica convulsión en el nacionalismo vasco» y un buen número de militantes jeltzales se dieron de baja del partido.
En febrero de 1981, con motivo de la visita del rey español a la Casa de Juntas de Gernika, varios cargos electos abertzales cantaron el 'Eusko Gudariak' ante el monarca; Joxe Arregi murió como consecuencia de las torturas infligidas en dependencias policiales y, días después, tuvo lugar el intento de golpe de Estado en el Congreso español. En los años siguientes continuaron las acciones de ETA y, por otro lado, el terrorismo de Estado, la represión y la tortura, práctica que Garaikoetxea denunció en varias ocasiones y aseguró que todos sabían que era habitual, tal y como han corroborado investigaciones oficiales en los últimos años.
Siempre a favor de una solución negociada del conflicto, realizó una serie de propuestas en ese sentido, ya fuera como lehendakari, ya como líder de EA. En 1988 se creó el Pacto de Ajuria Enea, en el que participó EA; sin embargo, años después, entrevistado extensamente por Elixabete Garmendia en el libro 'Carlos Garaikoetxea. Lider bat lehendakari' (Berria-Elkar-Jakin, 2018), recordó que cuando se firmó aquel pacto él se encontraba en el hospital, y explicó el motivo de su desacuerdo con el mismo: «El pacto decía que todas las ideas se podían defender en democracia; de acuerdo, pero a eso había que añadir que esas ideas, incluida la reivindicación de la independencia, tendrían abierta la vía legal para llevarlas a cabo de acuerdo con la voluntad mayoritaria de la ciudadanía vasca. Por supuesto, estaba de acuerdo en la condena de la estrategia de la violencia, pero ¿de qué sirve decir que sin violencia se podrán defender todas las ideas políticas si luego no estableces vías legales para ello?».
Unidad abertzale
Junto a la autodeterminación, reivindicó la unidad de las fuerzas abertzales, y en 1998 apostó por el Pacto Lizarra-Garazi. Cuando el acuerdo fracasó, condenó, como siempre había hecho, la actitud de ETA; sin embargo, dio a conocer la lectura que hizo durante la vigencia del acuerdo, al observar que la razón de Estado prefería la confrontación armada a la unidad de acción de los abertzales: «Al gobierno del PP le preocupaba mucho más un acuerdo entre las fuerzas nacionalistas vascas que incluía a Euskal Herritarrok y que era posible con el fin de la violencia de ETA, que la situación anterior» ('Euskadi: la transición inacabada. Memorias políticas'. Planeta, 2002).
Uno de sus mayores «pesares políticos» fue la exclusión de Nafarroa del Estatuto de Gernika, «una traición del Partido Socialista de Navarra». Un estatuto que en aquel momento consideraba «una cura», si bien en una entrevista a GARA en 2010 afirmaba lo siguiente: «En este momento, sin renunciar a esos pasos que para mí fueron los únicos necesarios y posibles, entendemos que el estatuto está más o menos agotado».
Cuando ETA anunció el fin de su actividad armada, abogó por hacer efectiva la unidad de los abertzales. En 2009 participó en la presentación del documento por la acumulación de fuerzas abertzales junto a otros dirigentes de EA y de la izquierda abertzale. Apoyó la candidatura de Bildu y posteriormente la de la coalición soberanista de izquierdas EH Bildu, de la que formaban parte su partido, Sortu, Aralar, Alternatiba e independientes, al considerar que es «tiempo para un nuevo paso hacia la unidad abertzale y la soberanía».
A partir de 2017, cuando el «peso» de EA en EH Bildu enfrentó a dos sectores de ese partido, Garaikoetxea apoyó a quienes demandaban mayor relevancia dentro de la coalición soberanista.
En cuanto a la evolución del Ipar Euskal Herria, la ve con optimismo, pues percibe conciencia vasca en ella; sin embargo, le preocupa «la colonización, la invasión del turismo».
Al referirse al proceso catalán, se siente emocionado por la fuerza de la reivindicación soberanista, se muestra muy contrariado con la actitud europea y considera «lamentable» la actitud de las instituciones vascas al respecto.