En casi medio siglo de historia las portadas de 'Egin', 'Euskadi Información' y GARA han recogido noticias terribles, se han hecho eco de sucesos y acontecimientos que han puesto un nudo en la garganta de sus lectoras y lectores y que, en ocasiones, han zarandeado a toda la sociedad vasca, pero pocas han generado una congoja de tal magnitud como la que abrió la edición del 9 de mayo de 1980. «Salvaje muerte de una joven de 16 años en San Sebastián», resumía el titular, conciso.
Los detalles, expuestos en la última página del periódico, corroboraban el salvajismo con el que actuaron los autores de la muerte de Mari Jose Bravo, y los datos que en los días posteriores fueron recabados confirmaron que detrás de ella estaban las zarpas del fascismo parapolicial español.
Según se explicaba en esa primera noticia, esta vecina de Loiola, casi una adolescente, fue hallada sin vida en un terraplén cercano a la Residencia Zorroaga, con un fuerte golpe en la nuca, que fue el que le causó la muerte, y señales de que había sido violada –de hecho, apareció prácticamente desnuda de medio cuerpo–, una sospecha que el médico forense confirmó después.
También se supo que Mari Jose y su novio, Francisco Javier Rueda, de 17 años, habían sido asaltados la víspera, el 7 de mayo, por unos individuos que tras agredir y herir de gravedad al chaval se habían llevado a la joven, cuyo cuerpo no apareció hasta las cuatro de la tarde del día 8.
Hay que señalar, en este sentido, que el hallazgo coincidió en el tiempo con otro hecho truculento, de una inhumanidad inenarrable, como fue la llamada recibida en el domicilio familiar de Mari Jose en la que una voz femenina dijo ser ella. «Soy tu hija, papi, estoy en Amara, en la plaza de las Armerías», espetó a su padre antes de colgar. A esa misma hora la Policía española acababa de encontrar el cadáver.
El precedente de Loiu
La reacción a la tremenda noticia fue inmediata. En Loiola unas cuatro mil personas salieron a la calle para recordar a su joven vecina y expresar su repulsa con gritos como «Fascistas, policías, violáis todos los días» o «De día uniformardos, de noche incontrolados». Hubo asimismo movilizaciones en otros puntos de Donostia y en localidades como Eibar, Hernani, Errenteria y también en Bilbo, a convocatoria de la Asamblea de Mujeres de Bizkaia.
Además, para el día siguiente fue convocada una manifestación antifascista en Donostia –llamamiento que se extendió al resto de capitales de Hego Euskal Herria–, que estuvo secundada por decenas de organismos sociales, sindicales y agentes políticos. La caracterización antifascista de esa movilización era un indicador de hacia dónde apuntaban las sospechas en la calle.
Sobre todo porque había precedentes. A principios de ese mismo año, el 9 de enero, la vecina de Loiu Ana Tere Barrueta, también muy joven, de 19 años de edad, fue encontrada muerta a unos cien metros de su domiclio, medio desnuda. Sus ropas estaban esparcidas en los alrededores, junto a sus libros –había sido asaltada cuando regresaba de recibir clases de euskara en Sondika– y había sangre por todas partes.
Barrueta también había sido violada, y tras recibir varias heridas punzantes en cuello y tronco, fue estrangulada con su propio cinturón. Su brutal muerte, que conmocionó a toda la comarca de Txorierri y al conjunto de la sociedad vasca, fue reivindicada por los GAE, (Grupos Armados Españoles), y cuando cuatro meses más tarde apareció el cuerpo de Mari Jose Bravo todo el mundo sabía a quién señalar.
Ya había quedado de manifiesto el 17 de enero, pocos días después de la muerte de Barrueta, cuando en Errenteria se llevó a cabo una huelga general contra las violaciones –se habían denunciado casi una decena en pocos meses– y un clima de violencia e intimidación parapolicial que afectaba a todo el país.
Pistolas y tanquetas
«Policía asesina» y «Fuera las fuerzas de ocupación» fueron algunos de los gritos que con más fuerza resonaron tanto ese 8 de mayo como en los posteriores, cuando se multiplicaron las movilizaciones, que en no pocos casos fueron violentamente reprimidas por la Policía española.
Fue el caso de Bilbo, Donostia e Iruñea, donde porras, balas de goma, botes de humo y hasta tanquetas fueron utilizados para tratar de disolver protestas masivas del 9 de mayo. En el caso de la capital vizcaina, un uniformado llegó a encañonar con su pistola a un hombre de unos 70 años de edad, que en esa tesitura tuvo el cuajo de espetarle: «Dispare si quiere». El policía, según describe la crónica de 'Egin', cargó entonces la metralleta e hizo ademán de disparar, primero al aire y luego al paisano que permanecía enfrente suyo. Afortunadamente no lo hizo, pero la tensión fue patente.
Ese mismo día, mientras miles de personas clamaban en las calles contra los «de noche incontrolados», una llamada a 'Egin' reivindicó la violación y muerte de Mari Jose en nombre del Batallón Vasco Español (BVE). El comunicante amenazó con matar a otras dos chicas vascas, y horas después, otra llamada amenazó al novio de la joven muerta si no «cerraba la boca». No fue la única amenaza que recibió Francisco Javier Rueda; «este fin de semana mataremos al chico o algún miembro de la familia», advirtieron directamente a su padre y madre esa misma noche.
Con los años, las siglas de GAE o BVE dejaron de ser utilizadas en ese tipo de llamadas, pero aparecieron otras, como GAL. En la calle, sin embargo, con una sigla u otra les tenían calados desde hacía tiempo.