El 13 de mayo de 1981 el mundo asistió al atentado contra el Papa Juan Pablo II, quien a las 17:19 recibió varios disparos en la mano, el brazo y el abdomen en la plaza de San Pedro de Roma mientras iba en un coche abierto. Estaba en su ronda habitual entre los fieles de los miércoles. Acababa de entregar a sus padres a una niña de corta edad que había cogido en brazos cuando se escucharon los disparos.
Operado de urgencia durante más de seis horas, permaneció varios meses ingresado en el Hospital Gemelli. El jefe del equipo médico, Francesco Crucitti, informó que «la bala entró a la altura del ombligo, por el lado izquierdo, perforó el colón y el intestino delgado en cinco lugares, pero cambió su trayectoria frente a la aorta central». El Sumo Pontífice, quien en ese momento tenía 60 años, atribuyó su recuperación a la Virgen de Fátima, que se celebra el 13 de mayo.
La noticia causó estupor en todas las latitudes, sobre todo en Italia y Polonia, país natal de Karol Józef Wojtyła. Emisoras de radio y televisión interrumpieron su programación, algunos diarios como 'El País' o 'Diario 16' sacaron ediciones especiales.
Telegrama del lehendakari Garaikoetxea
En Euskal Herria, el entonces lehendakari Carlos Garaikoetxea envió un telegrama al cardenal Casaroli, secretario de Estado del Vaticano expresando su pesar.
«Hondamente conmovido al conocer el sacrílego atentado perpetrado contra Su Santidad Juan Pablo II, le expreso en nombre del pueblo vasco y en el de mi Gobierno y en el mío personal como católico, mi profunda consternación. Expreso igualmente esperanza Divina Providencia dispondrá lo más conveniente ante el actual estado Santo Padre», rezaba el texto del telegrama publicado íntegramente en 'Egin'.
El autor de los disparos, Mehmet Ali Agca, un joven turco de 23 años miembro del grupo paramilitar de extrema derecha Lobos Grises, fue inmediatamente detenido. Ya había amenazado de muerte al Papa cuando este visitó Turquía en 1979. En una carta enviada al diario 'Milliyet' afirmó que escaparía de la prisión donde cumplía cadena perpetúa por matar precisamente al director de este periódico para atentar contra Juan Pablo II.
El encuentro en la cárcel de Rebibbia
El 27 de diciembre de 1983, el Papa lo visitó durante veinte minutos en persona en la cárcel de Rebibbia en Roma y dijo públicamente que lo perdonaba.
«Nos hemos reunido como hombres y como hermanos porque todos somos hermanos y todos los acontecimientos de nuestra vida deben confirmar esa hermandad», dijo tras el encuentro.
El 13 de junio de 2000 el presidente italiano Carlo Azeglio Ciampi le indultó en Italia, pero fue extraditado a Turquía, donde fue encarcelado por varios casos y examinado por varios médicos para evaluar si podía realizar el servicio militar. Dictaminaron que no era apto porque presentaba una personalidad inestable. Finalmente fue puesto en libertad el 18 de enero de 2010.
Las motivaciones de Agca, quien cambió de versión 52 veces, han dado pie a múltiples teorías de la conspiración, desde que fue instigado por el KGB, la CIA hasta que fue ordenado por el ayatolah iraní Jomeini. En 2010, en declaraciones a la cadena pública turca TRT, Agca llegó incluso a acusar a Casaroli.
«Definitivamente, el Gobierno del Vaticano estuvo detrás del intento de asesinato. El cardenal Agustino Casaroli, el segundo hombre en el Vaticano, decidió esto», dijo.
Ninguna de esas teorías y acusaciones han sido probadas. En 2013, Agca publicó su autobiografía, que pasó desapercibida. En una de sus últimas apariciones mediáticas en 2016 en el Canal 5 de Italia, dijo que «había renunciado al Islam para reconvertirse al catolicismo».
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Juan Pablo II falleció a los 84 años el 2 de abril de 2005 tras 26 años y 5 meses al frente del Vaticano. En 2014 fue canonizado por el Papa Francisco.
«El 'Guernica' no viajará a Bilbo»
También un 13 de mayo, pero de 1997, el Patronato del Museo Reina Sofía rechazaba por unanimidad la petición de traslado del 'Guernica' al Guggenheim de Bilbo para que estuviera presente el día de su inauguración.
«El 'Guernica' se queda en Madrid», fue el titular de portada de 'Egin' un día después, el 14 de mayo.
Un informe del Departamento de Conservación y Restauración alegó para denegar su traslado que «podría sufrir una intensificación del proceso de agrietado con levantamiento de película pictórica en torno a las grietas y posibles pérdidas de las mismas». «El cuadro ya ha sufrido bastante», afirmó sobre la obra universalmente conocida que representa la masacre de Gernika y se ha convertido en símbolo de la denuncia de otros genocidios como el de Gaza.
La decisión del museo madrileño no dejó indiferente a nadie en Euskal Herria. En su edición del 14 de mayo, 'Egin' recogió las diversas reacciones que generó esta denegación entre personalidades y entidades vascas.
A Gernika Batzordea, por ejemplo, no le sorprendió «en absoluto» al tratarse una «decisión política». Y reivindicó el lema «'Guernica' Gernikara».
Para el editor y autor del libro 'Gernika, tragedia y cultura', Félix Maraña, «sería un escándalo que se trajera para adornar el Guggenheim. Sería un insulto a Gernika, a Picasso, al sentimiento republicano que lo inspiró y a todos los vascos. Prefiero que se quede en Madrid, así que me alegro y felicito al pueblo vasco».
En opinión del escultor Néstor Basterretxea, «el momento oportuno para reclamarlo fue otro y ahora se pide solo por el Guggenheim. En aquel momento me indigné y ahora casi me da igual».
«A pesar de lo que digo, me encantaría que viniera, solo tengo clavada la espina de aquel disgusto. De todas formas, tampoco hay que ser fanático, igual es verdad que está muy deteriorado y su traslado no es conveniente».
El titular principal de la portada, sin embargo, era para la petición fiscal contra los solidarios con Itoitz, que triplicaba a la de las constructoras y la del abogado del Estado.
El Ministerio Fiscal solicitó once años para cada uno de los ocho miembros del colectivo Solidarios con Itoitz que sabotearon las obras del pantano y consiguieron su paralización durante casi un año. El Gobierno navarro llegó a pedir 19 años de cárcel para cada uno de ellos.
«Estas penas tan brutales nos hacen pensar que quieren politizar el juicio», valoró el colectivo.