«Cuando me presentaron como candidato en mayo del 91, nunca pensé que llegaría a ser alcalde»
Un pacto entre el Partido Socialista, PNV y PP llevó a Odón Elorza (Donostia, 1955) a la alcaldía de Donostia, una ciudad que tradicionalmente votaba abertzale y a pesar de que también lo hizo en aquellas elecciones de 1991. Fue una sorpresa y, sin embargo, tras superar las broncas que incitó aquella carambola política, Elorza permaneció en el cargo nada menos que veinte años. Hoy no participa de la política institucional, pero la vigila desde otra perspectiva, «más independiente», dice primero, y se corrige después: «Menos partidista». Quizás por ello puede tirar del hilo y repasar tiempos pasados.
Abandonó la política en enero de 2023 tras renunciar a su acta de diputado en el Congreso. ¿En qué ocupa el tiempo desde entonces?
En unas cuantas cosas que no había hecho, que no les dediqué tiempo hasta ese momento. Viajar más, leer más; cada semana publico un artículo. He vuelto a jugar mis partidas de ajedrez contra la computadora. A cuidarme haciendo deporte. Y hace tres meses empecé –y estoy enganchado a este reto que tengo ahora– unos cursos online de euskera. Así estoy, todos los días una hora y media con el euskera, intentando llegar al final del B1.
¿Cuándo y cómo empezó a cocinarse el pacto entre PNV y PSOE por el que en 1991 usted obtuvo la alcaldía de Donostia y los jeltzales la Diputación de Gipuzkoa?
Cuando me presentaron como candidato en mayo del 91, nunca pensé que llegaría a ser alcalde. En la noche de las elecciones se produjo una matemática que sumaba 14, mayoría absoluta, entre PNV, PP y Partido Socialista. Esa noche no le di mayor importancia, pero en los días siguientes se dio una convergencia entre PNV, que estaba en ese momento en una pelea contra EA, la escisión, y tenía intereses en que EA no siguiera liderando la ciudad de Donostia y otras instituciones, el PP de Gregorio Ordóñez, que quería poder municipal y no estaba de acuerdo con las políticas que había desarrollado hasta entonces [Xabier] Albistur en temas de turismo, vivienda, posicionamiento frente al terrorismo, etcétera, y nosotros, que tampoco estábamos de acuerdo con algunas de las políticas de Albistur, porque el de los últimos cuatro años era, desde mi punto de vista, un gobierno poco sólido, muy inestable, y había una falta de liderazgo importante en temas vitales. Esa convergencia de intereses, no sé si alguien la tenía ya prevista desde antes, desde luego yo no y mi grupo tampoco, dio para que se produjeran contactos, y luego ya negociaciones –que no duraron demasiado tiempo– entre las direcciones de los tres partidos. Al final, pactaron ese acuerdo. Por parte del PSE, en el inicio llevó las negociaciones Txiki Benegas. No sé si fueron difíciles, creo que no.
Por tanto, esas conversaciones no se dieron hasta después de las elecciones.
Sí, de esa suma justita; 5 nosotros, otros 5 el PP con menos votos, y 4 el PNV.
El 13 de junio, el día en que el Partido Socialista y PNV firmaron el pacto global y supo que sería alcalde de Donostia, ¿tuvo algún tipo de dudas por postularse con esa matemática que no se entendió en varios sectores?
Tuve un gran vértigo de entrada. La sensación era temor, de «dónde me meto» con esa aritmética tan fastidiada y tan limitada. Con unos socios con los que, si iba a ser alcalde, tendría que dialogar mucho. Además, sabiendo que si eso realmente se producía, como se produjo finalmente en la votación del pleno, iba a ser objeto del pim-pam-pum de la oposición, fundamentalmente de HB. También de Euskadiko Ezkerra, que fueron muy duros con ese pacto, y por supuesto de Albistur, que había ganado las elecciones. Supongo que todos ellos, unos más que otros, me la tenían jurada.
Su toma de posesión fue muy bronca. ¿Cómo la vivió?
Fatal, con muy mal cuerpo. Yo siempre he tenido mucha pasión por la ciudad, soy un enamorado de esta ciudad por muchas circunstancias. Y amo, desde siempre, la política municipal. Creo que la política municipal es la más sana, la que está en contacto con la gente y la que te permite realmente poner en práctica vías de participación ciudadana. Ser un enamorado de la política municipal me daba fuerza para compensar y afrontar lo que venía, que sabía que iba a ser muy fuerte. Porque, claro, no solamente era ganar la alcaldía de aquella manera, con ese pacto extraño. Además, era un contexto de tensión política, de terrorismo, de violencia en la calle. Ese clima se respiraba en las calles.
Antes de las elecciones de 2003, defendió que solo sería alcalde si su formación fuera la más votada, que resultó ser así. ¿Cambió su perspectiva sobre los pactos como el de 1991?
Sí. Personalmente creía que la política de Albistur no era en absoluto conveniente para la ciudad desde el punto de vista de la vivienda, del avance del Plan General, de la necesidad de hacer una ciudad líder en defensa de los derechos humanos, contra la violencia –de todo tipo de violencias y de terrorismos–. Entendí que tenía que ganar las elecciones por mí mismo. Eso lo empecé a aplicar a partir del año 99. Ya no me parecía que podía volver a intentar un pacto extraño.
En aquellos años parecía impensable que alguien del PSOE fuera alcalde de Donostia y, sin embargo, se quedó 20 años, ganando en 1999, 2003 y 2007. ¿Cuál cree que fue la fórmula?
Entiendo que fue una cierta capacidad para liderar proyectos nuevos. Proyectos para la ciudad, para el siglo XXI que eran visibles, que la gente los veía y los comprendía, que no eran cosas extrañas. Conseguí transmitir, de alguna manera, la idea de que la ciudad estaba por delante de todo, por delante de los intereses de mi partido, por delante de determinados posicionamientos de carácter político, estratégico e incluso ideológico. En definitiva, conseguí actuar como un alcalde, no diré de todos, pero sí de una gran mayoría de los hombres y mujeres de Donostia.
Formó gobiernos con todos los partidos menos con HB. ¿Con qué fórmula se quedaría?
Para mí, el mejor equipo y, sin embargo, no me dio resultado, porque fracasé, fue el del último mandato, del periodo 2007-2011. Porque pusimos en marcha cantidad de proyectos casi históricos para la ciudad y porque conseguimos, al final del mandato, la capitalidad cultural europea, que luego [Juan Karlos] Izagirre no la supo gestionar porque no creía en ella. Como equipo fue el más preparado y el más compacto. Además, fue un equipo de izquierdas, en ese gobierno participaba Alternatiba, el grupo salido de Ezker Batua, y Ainhoa Beola, de Aralar. Fíjate qué cambio del 91 al 2007.
«Para mí, el mejor equipo y, sin embargo, no me dio resultado, porque fracasé, fue el del último mandato, con Alternatiba y Aralar»
¿A partir de qué momento sí se puede pactar con la izquierda abertzale?
Bueno, acabamos formando gobierno con Aralar. Pero con la Herri Batasuna de entonces, excepto en cuestiones puntuales en las que más que hablarlo, sabía que coincidíamos –en alguna política de vivienda, en políticas sociales, en equipamientos en barrios...–, era realmente imposible. Era imposible negociar, incluso dialogar, con los representantes municipales de HB, porque tenían una estrategia muy dura, muy radical, muy a la contra de muchos proyectos. Y en el fondo estaba el elefante en la habitación.
Lo vivió de cerca con Fernando Múgica, Ernest Lluch, Enrique Casas y Gregorio Ordóñez.
Era íntimo de Ernest Lluch, habíamos quedado al día siguiente de que lo asesinaran. Con él hablé el día que lo asesinaron, casi a las doce en punto del mediodía. Estaba en Lisboa, en un congreso de ciudades sobre la paz y la educación en valores. Hablé con él para quedar la semana siguiente y esa noche lo asesinaron. Al 'Poto' Múgica lo conocía desde muy joven. Lo asesinaron en la calle San Martín, exactamente a la altura del portal donde tenía el despacho el dirigente de Euskadiko Ezkerra [Juan María] Bandrés. Me llamaron, fui corriendo con la escolta; aún vivía y me tocó llevarlo en ambulancia con uno de sus hijos al hospital. Enrique Casas fue anterior, en el 84. Era mi jefe. Había estado tomando el último vino en la Casa del Pueblo del paseo Colón, a las 14.00, y a las tres y pico me llamaron. Llegué antes que la ambulancia y lo encontré tendido en su habitación. Lo de Gregorio fue un trauma.
«Veo la ciudad sin liderazgo, arrastrada por la marea del turismo. Veo una ciudad que permite que los fondos de inversión vayan poseyendo cada vez más suelo. Una ciudad que no tiene ningún proyecto en la cabeza»
Ha insistido en que se investiguen los crímenes del GAL.
He denunciado al GAL, estando en la ejecutiva del PSE de Euskadi, en 1986. Un verano, estaba la gente de vacaciones, me tocó a mí responder a la prensa y se me ocurrió decir lo que pensaba. Ese año todavía estaba operativo el GAL. Lo denuncié entonces, y luego ya como alcalde fui muy claro siempre. Costó, y aún hay gente que no reconoce que el GAL fue terrorismo de Estado y que estuvo mal. Que alimentó a ETA, además. Que fue un grave error. Cuando se produce la sentencia del 'caso Lasa y Zabala', en 2000, a alguna gente se le abrieron los ojos. Hay casos, ya no del GAL, pero sí de excesos policiales o de terrorismo de Estado, que llevé al Congreso como diputado. Como el 'caso Zabalza'; era un funcionario municipal, con lo cual algo tenía que decir, antes como concejal cuando lo asesinaron, y luego como alcalde, cuando se revisó el caso. Como diputado, me estudié todas las actas que había, las declaraciones de los guardia civiles que le habían llevado a aquel túnel donde dijeron que se tiró al agua… presenté una iniciativa parlamentaria hace tres años, hablé con el ministro [Fernando] Grande-Marlaska y le dije que había que reconocer que era una víctima del terrorismo a todos los efectos. Era lo que pedía el PNV, no me voy a poner medallas. No lo conseguí y me cabreé mucho. El Partido Socialista cambió el voto a última hora y el 'caso Zabalza' sigue ahí.
¿Cómo ve la ciudad a día de hoy?
Veo la ciudad sin liderazgo, arrastrada por la marea del turismo. Veo una ciudad que permite que los fondos de inversión vayan poseyendo cada vez más suelo. Una ciudad que no tiene ningún proyecto en la cabeza. Lo que hace este alcalde es la segunda parte de lo anterior: la segunda parte del BCC, la segunda parte del Talent House, hoteles por un tubo… Y lo que no hace es, exagerando, una VPO.
¿Y qué responsabilidad tiene en todo ello el PSE?
Está en el gobierno de la ciudad.