Ya lo dijo Bertolt Brecht: «Hay hombres que luchan un día y son buenos, hay otros que luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero los hay que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles». Hay mujeres y hombres cuyos nombres se guardarán escritos con letra mayúscula en los anales de la historia de Euskal Herria. Periko Solabarria (Portugalete, 1930) es una de estas personas.
Fue el primer cura obrero de Bizkaia. Participó en la construcción de las principales infraestructuras de la época, lo que le costó la salud. Lo tenía claro: «Yo he sido un trabajador toda mi vida», afirmaba.
A algunos les lleva toda una vida descubrir cuál es su misión. Para Solabarria fue determinante conocer de cerca las condiciones a las que se enfrentaban día a día los vecinos de Triano (Zugaztieta). Pobreza. Desigualdad. «Me pregunté cuál era mi misión como cura. ¿Decir misa? No. ¿Evangelizar? Tampoco. La dignidad de la persona está por encima de todos los evangelios y todas las religiones. Me quité la sotana, como digo yo, y me puse a trabajar. Allí no hacía falta un cura, allí había que dar conciencia de clase, había que trabajar en grupo, para hacer un pueblo mejor, había que luchar contra aquella desigualdad y aquella pobreza», explicaba.
Una raída gabardina suplió a la sotana. Comenzó dando sermones y ayudando en la escuela como maestro. «Hacía de todo, hasta de veterinario», recordaba. «En el barro, a diferencia de la alfombra roja, se deja huella», dijo en una entrevista realizada por GAUR8 en 2013. «Tengo cuerpo de hombre pero alma de mujer, y por eso siempre estoy al lado de las mujeres», fue otra de sus confesiones en la entrevista.
Durante la dictadura franquista participó en numerosas organizaciones sindicales y políticas. Conoció de primera mano la cárcel de Zamora. «Allí conocí a los curas que estaban encerrados por colaborar con ETA». También estuvo en la prisión de Basauri. «Yo tenía más conciencia obrera que nacional», reconocía.
A raíz de su vuelta de Zamora intentaron trasladarlo a la Iglesia a Arrontegi. No aceptó. «No pedí la secularización, simplemente formalicé mis relaciones como pareja y establecí mi familia», contaba. Por lo que continuó siendo cura.
Como miembro de Herri Batasuna –fue parte de la Mesa Nacional– se presentó como candidato al Congreso de los Diputados por Bizkaia en las elecciones generales españolas de 1979 y 1982, aunque nunca asumió el cargo, como forma de boicot a las instituciones herederas del franquismo. En 1983 y 1987 fue nombrado juntero de la Diputación Foral de Bizkaia.
A Soria con las credenciales
En las elecciones al Parlamento de Gasteiz disputadas en octubre de 2012 ocupó el último lugar en la lista por Bizkaia de la coalición Euskal Herria Bildu. Meses antes, el 11 de marzo, GARA publicó una entrevista. En ella, Solabarria confirmó al periodista que en 1979 se enteró que era parlamentario trabajando en las obras de Arrontegi. «El recuento entonces era más largo. Me fui a dormir porque tenía que ir a la obra del Puente de Rontegi. Allí me enteré de que era diputado por Herri Batasuna cuando vinieron los periodistas. Seguí trabajando allí y en otras obras, porque he estado en muchas. Recuerdo cuando fuimos a recoger las credenciales a Madrid. Fuimos el día anterior: Telesforo de Monzón y 'Ortzi' [Francisco Letamendia], y nos acompañó el periodista de 'Egin' Xabier Sánchez Erauskin y Jokin Gorostidi. Cogimos el acta de diputados a la mañana en el hemiciclo. Telesforo se sentó en el asiento que ocupó en tiempos de la República como parlamentario del PNV. Me emocionó recordándolo. Luego fuimos a la cárcel de Soria para intentar entregar allí las credenciales, porque los presos eran quienes debían tenerlas».
En la entrevista llamaba a la huelga general. A sus 82 años era parte activa del colectivo Berri-Otxoak.
Centro de la conspiración
En la época en la que Solabarria estuvo destinado a la parroquia de Santa Teresa, en Barakaldo, vivió en el sótano de Villa Paquita. La casa fue el centro de reunión de personas significativas. «A mi casa venía Nicolás Redondo, los Tuero, los Ibarrola, el padre del lehendaki Patxi López, Txabi Etxebarrieta. Allí coincidíamos. Mi casa era el centro de la conspiración en la época franquista, el baluarte de centro de resistencia. Me detuvieron muchas veces», contó.
Participó en Gazte Danbada de 2013, en el acto de fundación de Ernai. Fue procesado por «enaltecimiento del terrorismo» junto a otros siete miembros de la organización. Finalmente no fue a juicio.
El 24 de junio de 2015 se apagaba una vida marcada por la fidelidad a sus principios hasta sus últimas consecuencias. NAIZ informó de su fallecimiento con esta noticia. Sus hijos Uxoa, Enara e Iraultza –su compañera Begoña había fallecido hacía años– sintieron el calor de vecinos, amigos y familiares. Su muerte generó una gran reacción entre los vascos. Desde entonces, el viaducto de Arrontegi –ha sufrido un sinfín de ataques– recuerda su figura.
Solabarria dejó una gran huella entre los jóvenes. Ander López Larena realizó un documental sobre su figura. En ella se pueden escuchar las conversaciones que un grupo de jóvenes de Ernai tuvo con Solabarria en su casa de Lutxana. Reacio a ponerse delante de micrófonos –huía de personalismos– los jóvenes lograron superar sus reticencias. Una parte de esas grabaciones son, además, la columna vertebral del libro 'Periko Solabarria. Conversaciones con la juventud'.
Cartas de compañeros y amigos
Compañeros de militancia y amigos le dedicaron numerosas cartas a Periko Solabarria. Algunos escritos vieron la luz tras su fallecimiento, pero lo que es más importante, otros se publicaron en vida. Mostramos algunos ejemplos, misivas impregnadas de cariño y admiración.
Comprometido y generoso hasta el punto de ofrecer su cama. Así lo recordaron Iñaki O’Shea y Tasio Erkizia en una carta publicada tras su fallecimiento: «Cuando te conocimos, a finales del 66, vivías en la bajera de una casita en Santa Teresa, durmiendo en el suelo porque regalabas, según nos decías, a otros que tenían más necesidad, la cama e incluso el colchón. (...) Tu generosidad era tan extremadamente natural que eras la solidaridad personificada».
Quienes lo conocieron lo recuerdan ataviado siempre con su txapela. Tan característica que cinco deportados en Santo Domingo –Eugenio Etxebeste, Iñaki Arakama, Pello Gantxegi, Belén González y Angel Iturbe– titularon así la carta publicada en 'Egin' el 30 de abril de 1997: «Periko Solabarria, el hombre de la txapela».
«Así como Bizkaia tiene el faro de Machichaco, Euskal Herria entera tiene la txapela de Periko, para orientarse y no perder el rumbo correcto de la singladura que le lleve a buen Puerto. Los largos años de compromiso y militancia esgrimidos en tu haber, son un puente de rectitud y confianza hacia quienes seguimos creyendo con fe y esperanza que la Causa de la Libertad bien vale toda una vida», decían.
Se mantuvo fiel a sus principios, a pesar de que la salud no lo acompañó siempre. Además, el 26 de septiembre de 2012, durante una huelga, un ertzaina le golpeó en la cadera y ello le acarreó graves problemas. Un amigo presente aquel día lo recordaba de esta manera en una carta.
«Los 82 años de lucha y solidaridad de Periko estaban en los piquetes, y en los momentos de mayor tensión intentaba mediar para evitar que las porras se agitaran y corriera la sangre entre los desprotegidos –física y jurídicamente— trabajadores. (…) Mientras el piquete se concentraba ante un bar abierto, los de enfrente se pusieron nerviosos y dieron inicio a una carga. Periko y su débil cuerpo estaban allí, en primera línea. La carga lo arrolló. Le tiraron al suelo y cayó sobre su brazo derecho, vendado y lesionado ya con anterioridad para protegerse de un golpe en la cabeza. Tendido en el suelo, con un golpe también en su pierna derecha que hoy le hace caminar con dificultad, un joven se acercó a socorrerle, pero los cascos rojos le golpearon. Finalmente, un compañero le llevó a un centro de salud para ser atendido. Dolor, hinchazón, la lesión que no sana», relataba su amigo.