1977/2024 , Uztailak 10

Miguel Ángel Blanco, el último secuestro de ETA que convulsionó el país

El 10 de julio de 1997 ETA secuestró al concejal del PP en Ermua Miguel Ángel Blanco. La organización armada exigió al Gobierno español algún gesto en el acercamiento de presos vascos a Euskal Herria, dando un plazo de 48 horas para ello, pero no hubo respuesta. La tensión vivida aquellos días y el fatal desenlace del edil desembocaron en un terremoto político de primera magnitud.

Mari Mar Blanco, hermana de Miguel Ángel, en un homenaje celebrado en Ermua en 2018.
Mari Mar Blanco, hermana de Miguel Ángel, en un homenaje celebrado en Ermua en 2018. (Jaizki FONTANEDA | FOKU)

El secuestro y la muerte de Miguel Ángel Blanco es probablemente una de las acciones de ETA que más convulsión ha generado en las calles de Euskal Herria en sus 60 años de existencia. Aunque las comparaciones son siempre complejas, parece haber bastante unanimidad a la hora de afirmar que nunca antes se habían visto movilizaciones tan numerosas para denunciar una acción de la organización armada. Y también hay evidencias de que lo sucedido aquellos días de julio en 1997 generó un debate interno en ETA. Desde luego, hay un dato irrefutable: fue su último secuestro.

En un artículo de NAIZ firmado por Iñaki Altuna en 2022, con motivo del 25º aniversario del secuestro de Blanco, se repasan varios acontecimientos que se encadenaron en pocos días de margen –la puesta en libertad por parte de ETA de Cosme Delclaux, la liberación de Ortega Lara de mano de la Guardia Civil y el secuestro con desenlace fatal del edil ermuarra– y se recuerda la respuesta de ETA sobre Miguel Ángel Blanco en su última entrevista: «Esa acción originó un gran terremoto, también en el entorno de la izquierda abertzale. En el seno de ETA se produjo un debate en torno a ese tipo de acción, y valoramos en profundidad todas las críticas recibidas».

La organización reconocía en aquella entrevista que «en esas situaciones al Gobierno español se le daba la oportunidad de enrocarse tras la ciudadanía en su cerrazón» y que, así, en vez de enfrentarse al Estado, ETA «quedaba enfrentada a amplios sectores ciudadanos».

No obstante, también destacaba «la responsabilidad del Gobierno español, pues sabían que un pequeño gesto en aquellas 48 horas era suficiente para salvar la vida de Blanco, pero el Gobierno del PP prefirió mantenerse en el inmovilismo absoluto y no hacer nada, con el fin de obtener rendimiento político de todo el sufrimiento por aquella dura acción».

Son conclusiones que se van sacando con el paso de los años y tras una reflexión más pausada, pero si algo caracterizó aquellas jornadas fue la vorágine de declaraciones, movilizaciones y contramovilizaciones en un ambiente general de nerviosismo, acrecentado por ese plazo de 48 horas en el que cada minuto elevaba la tensión.

Obligaciones, matices y acercamientos

La hemeroteca suele ayudar en ese ejercicio de echar marcha atrás y ponerse en situación. Por ejemplo, llama la atención que las primeras declaraciones del ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, tras conocerse la noticia del secuestro prácticamente se limitaran a una enigmática frase que 'Egin' llevó a portada en su edición del 11 de julio: «El Gobierno cumplirá con su obligación». En ese momento, bien se podría haber entendido que esa «obligación» pasara por dar los pasos necesarios para salvar la vida de Blanco, aunque los precedentes no fueran demasiado prometedores.

Además de las primeras llamadas a la movilización, la información de 'Egin' se completaba con un artículo de Mariasun Monzón recordando los secuestros realizados por las diferentes organizaciones armadas vascas. Se destacaba que el de Blanco era el décimo no ligado a un objetivo económico y el cuarto que hacía referencia a la situación de los presos políticos vascos –le precedían el de Javier Rupérez, responsable de relaciones internacionales de UCD, en 1979; el de Alberto Martín Barrios, capitán de farmacia del Ejército, en 1983; y el de José Antonio Ortega Lara, funcionario de prisiones, en 1996–.

Lista de los secuestros realizados por ETA hasta el último de Miguel Ángel Blanco (EGIN)

Pero si en las primeras horas pudo haber dudas sobre la postura del Gobierno español, para el día siguiente quedó en evidencia la negativa a dar el más mínimo paso para intentar buscar una solución. El titular de portada de 'Egin' el día 12 así lo reflejaba: «El Gobierno se prepara para un trágico desenlace».

Mientras la mayoría de dirigente políticos, tanto de Euskal Herria como del Estado español, se centraban en acudir a movilizaciones de repulsa y en dirigir mensajes a ETA y la izquierda abertzale, Ertzaintza, Policía Nacional y Guardia Civil se afanaban en buscar alguna pista que, según reconocían ellos mismos, no encontraban.

Aunque muchas veces la crudeza del momento o los intereses posteriores por escribir un relato de parte intenten silenciar los matices, no se puede negar que los hubo. Y considerables. María Antonia Parejo, amiga y portavoz de la familia declaraba el día 11 que «queremos creer que se va a hacer todo lo posible para conseguir que Miguel Ángel vuelva a casa».

Un día después, el día 12, era la propia María del Mar Blanco, hermana de Miguel Ángel, la que al final de la manifestación realizada en Bilbo destacaba que, «como familia que sufre la ausencia de un ser querido, decimos al Gobierno y a las personas que retienen a mi hermano que todo en esta vida se puede solucionar con buena voluntad, con acercamiento de posturas, con flexibilidad en los razonamientos».

Del «Espíritu de Ermua» a la «caza del abertzale»

Como es de sobra conocido, Miguel Ángel Blanco fue encontrado a media tarde del 12 de julio de 1997 en la zona de Cocheras de Lasarte, con dos impactos de bala en la cabeza. Aunque el cuerpo fue trasladado con vida al Hospital de Donostia, el edil fallecía a última hora, dando paso a más jornadas de movilizaciones y protestas.

«El Gobierno no se movió y ETA disparó contra el edil del PP», tituló 'Egin' en portada al día siguiente, con foto de un agonizante Blanco llegando al hospital. En páginas interiores, además de la crónica de esas intensísimas últimas horas, se recordaban los cuatro secuestros anteriores de organizaciones armadas vascas con desenlace fatal: los empresario Ángel Berazadi y Javier Ybarra en 1976 y 1977, respectivamente; el ingeniero jefe de la central nuclear de Lemoiz José María Ryan en 1981; y el militar Alberto Martín Barrios en 1983.

A partir de ahí, el foco informativo de la mayoría de los medios de comunicación se centró en las convulsas reuniones del Pacto de Ajuria Enea o el llamado «Espíritu de Ermua», presentados hoy en día como paradigma de la lucha contra ETA, aunque basta acudir a la hemeroteca para comprobar que los desencuentros eran más que notables.

Menos atención se le prestó a las agresiones de todo tipo que tuvieron que sufrir varios miembros y sedes de la izquierda abertzale, una realidad menos conocida que 'Egin’ se encargó de documentar debidamente.

Información sobre la denominada «caza del abertzale» en los días siguientes, realidad reflejada casi únicamente por el diario ‘Egin’. (EGIN)

El cómo se pasó de esa situación de máxima tensión y confrontación total a firmar el ilusionante Acuerdo de Lizarra-Garazi en poco más de un año es uno de esos giros de la historia contemporánea vasca que merece un profundo análisis (y otro artículo el día correspondiente). Porque la historia nos demuestra cada día que nada es igual, pero todo está unido.

Honi buruzko guztia: 1997