La familia judía de Amy Jade Winehouse la apodó 'Nooge', que en yidis significa estar al filo de lo imposible. Nació en 1983 y falleció en 2011 por una intoxicación alcohólica. De joven no había encajado en el esquema escolar y prefirió el mundo teatral y musical.
Con notable capacidad compositora y cantora, elaboró los exitosos álbumes 'Frank' (2003) y 'Back to Black' (2006). Pero a la vez que enamoraba a masas de fans y recibía Grammys, su turbulenta vida afectiva, las adicciones y el acoso de la prensa sensacionalista minaron su rauda existencia.
Inquietamente creativa, Amy destacó por su sincero desparpajo, su caos vital y unos modos directos y hasta agresivos en el trato social. Según sus progenitores Mitch Winehouse y Janis Seaton, nació con cuatro días de retraso, «por lo que siempre bromeábamos alegando que llegaba tarde a todo, ¡incluso a su propio parto!».
Lo cuentan en el libro 'De su puño y letra', editado por Libros del Kultrum. Un recorrido biográfico en forma de colorista colección de recuerdos creativos acumulados por su hija desde niña, con profusión de fotos del álbum familiar.
El libro ha coincidido con la película de ficción 'Back to Black', dirigida por la también inglesa Sam Taylor-Wood. Un biopic aprobado por la familia de la desaparecida cantante que da la réplica al documental de 2015 'Amy (La chica detrás del nombre)', del también británico Asif Kapadia.
Aquel documental ganó cinco Grammys y llenó las salas con un crudo relato que cargaba contra el padre de la cantante y su exmarido Blake Fielder-Civil, y criticaba la deshumanización de la industria y de la prensa sensacionalista.
La nueva cinta es una hábil producción que sigue demonizando al exmarido, espléndidamente protagonizado por Jack O’Connell, pero santifica al padre de la estrella, que protagoniza sobriamente Eddie Marsan. Juliet Cowan interpreta correctamente a la madre Janis. Y Lesley Manville es la arrolladora abuela Cynthia, gran influencia humana y musical de su nieta. Pero es la actriz Marisa Abela quien se lleva la palma en un gran papel como Amy, a quien personaliza cantando su repertorio mayor.
Repartiendo culpas
Desde sus tempranos problemas de bulimia, Winehouse fue frágil, tomó antidepresivos a los 14 años y se supone que sufría un serio trastorno bipolar. En compensación, necesitó ir de graciosa y hasta dura. Su creatividad, primero en el teatro y después como compositora e intérprete, en clave de soul-jazz, fueron su apoyo vital, aunque a la larga la derivaran hacia la autodestrucción.
Tuvo por referencia mayor a Frank Sinatra (a quien se refiere el título de su LP de debut), entonó personales textos de amor y desamor bajo la influencia de clásicas voces jazzies como Sarah Vaughan o Dinah Washington, y tembló de emoción cuando cantó con su admirado Tonny Bennett.
Las gentes cercanas aportan diferentes versiones de la historia. Su amigo íntimo Tyler James dijo que «la fama fue lo que le jodió la vida, hasta el fondo». Su última pareja, Reg Traviss, declaró: «No culpo a nadie. Ni a la industria musical, su padre o sus representantes. La culpa la tuvo la adicción, que mató a mi amiga».
Y la realizadora Sam Taylor-Johnson señala sobre su película que «los paparazzi y la adicción son los villanos del film, no su exmarido».
La música fue su pasión y ayuda y tuvo bastante apoyo cercano, además de la adoración de miles de fans, pero su sensibilidad se convirtió en vulnerabilidad vital. Lo que queda es su obra, los hondos lamentos 'Rehab', 'Back to Black', 'Love Is a Losing Game', 'Tears Dry on Their Own', 'You Know I'm No Good'…