Lo recordaba Ramón Sola en su análisis: ya en 2019, los votantes vascos y catalanes truncaban el asalto de la derecha a la Moncloa y, cuatro años después, volvía a suceder. Y es que la suma de las dos derechas predominantes, PP y Vox, más la de UPN y Coalición Canaria, cosechó 171 escaños en total en el Congreso español, frente a los 179 del resto de partidos. Un resultado que cerraba las puertas de la Moncloa para las derechas.
Ponía el acento Sola en la importancia del voto vasco y catalán: «Si Euskal Herria y Catalunya fueran países independientes, estas elecciones habrían sido un paseo –militar, por supuesto– para los partidos liderados por Núñez Feijóo y Abascal».
Y es que los escaños correspondientes a estas dos naciones sin estado invertían el sentido del voto general: descontando sus 71 escaños –23 de Euskal Herria y 48 de Catalunya–, de esta cámara de 279 asientos las derechas sumarían 159 escaños, frente a los 120 del resto. Por lo que, presumiblemente, Alberto Núñez Feijóo sería el actual presidente y, quizás, Abascal vicepresidente.
Las cuentas daban tan solo un 16% de representación a las derechas en Euskal Herria y Catalunya, mientras que en el resto del Estado el PP obtenía buenos resultados y además homogéneos, siendo la primera fuerza en 40 de las 52 provincias. El PP obtenía tan solo tres escaños en Euskal Herria y seis en Catalunya, y Vox únicamente dos en territorio catalán y ninguno en el vasco.
Aquel día salía también a la palestra el coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, para felicitarse de sus buenos resultados –pese a la baja participación sumaba 55.000 votos más que en 2019– y subrayar que los vascos y vascas dejaban claro que «no queremos un gobierno fascista en el Estado español. Estamos hablando de un pueblo que quieren ahuyentar la opción de PP y Vox», aseveraba, y llamaba a escuchar a los y las votantes: «Muchas veces se dice que es el pueblo el que tiene la palabra y la decisión, y cuando habla, tenemos que intentar entender lo que nos dice». Otegi acababa su análisis asegurando que «estamos ante el fracaso del bloque reaccionario».
Y eran los «reaccionarios» de los que hablaba Otegi los que, frustrados, abrían la caja de los truenos para culparse mutuamente de la declive de la derecha. Citaba Pello Guerra en su análisis: «¿Qué ha pasado? Es la pregunta que se repiten en las filas de PP y Vox, que ya se veían echando de La Moncloa a Pedro Sánchez y haciéndose con las riendas del cotarro después de teñir de azul el mapa del Estado tras las municipales y autonómicas».
Recordaba que, ya el domingo, era Santiago Abascal el primero en tirar la piedra al culpar a los populares de lo ocurrido por su «blanqueamiento» del Gobierno de Sánchez con ofertas el PSOE para que gobernase la lista más votada o la propuesta de pactos de Estado. El de Vox señalaba directamente a la euforia preelectoral del PP de la «desmovilización» de sus electores potenciales y cargaba también contra las encuestas «claramente manipuladas» que se publicaron durante la campaña, que, a su parecer, habrían desatado tal euforia que habían llevado al PP a «vender la piel de oso antes e cazarla». Tampoco dejaba fuera de la ecuación a los «medios afines» del PP, que habrían posicionado el voto útil en beneficio de los populares.
Por la contra, asomaba Borja Sémper, que situaba los pactos con Vox entre las causas del «insuficiente» triunfo del PP. «Con una política tan polarizada, hay gente a la que probablemente no le hayan gustado interpelaciones a lo largo de la campaña también a posibles acuerdos con el Partido Socialista. Y otros han tenido muchas prevenciones a posibles pactos con Vox», señalaba.
El de Irun se fijaba también en la fragmentación del voto en la derecha, afirmando que «en muchas provincias» Vox obtenía un porcentaje de voto que no le permitía tener diputados, y al PP «se los ha quitado».
Catalunya
Aunque en Catalunya el independentismo tuvo menos peso, cierto es que el voto catalán fue decisivo para desbancar a las derechas. El voto independentista perdía ya nueve escaños, como antesala de lo que sucedería en las elecciones al Parlament de este 2024. Titulaba GARA: «Duro revés para el independentismo en un Parlament muy fragmentado».
Y es que el PSC se colocó como primera fuerza con un aumento de nueve escaños respecto a los comicios de 2021, mientras que las caídas de la CUP y ERC sumaban trece meños: el independentismo perdía la mayoría absoluta por primera vez en más de una década, tras alcanzar en 2021 74 escaños, la mayor representación independentista hasta el momento.
En su análisis para GARA, el periodista Beñat Zaldua remarcaba que, «pese al retroceso independentista, las razones que pusieron en marcha la ola soberanista siguen vigentes. Esto no es 2010», sin ocultar que «la victoria sin peros» es para la derecha española: «El PP recupera músculo, adelanta a Vox y recupera sensaciones de cara a las Europeas. La extrema derecha, sin embargo, mantiene sus resultados y se consolida en Catalunya».
Lo que está por ver es si se mantiene el tripartit o suman fuerzas PSC y Junts. Si no hay investidura antes, el 25 de agosto se convocarán nuevas elecciones.