A las 12.20 horas del martes 8 de agosto de 2000 una fuerte explosión generó «un gran sobresalto» a cinco trabajadores que estaban colocando unas mallas en la parte trasera de la empresa Korta, en el polígono Gorostiaga de Zumaia.
Al girarse vieron «fuego y humo» y pensaron que se trataba de una caldera que había estallado. Pero al acercarse al lugar observaron un «cuerpo tendido en el suelo junto a un coche, con los pies introducidos» en dicho vehículo.
Se trataba de José María Korta, presidente de la Asociación de Empresarios de Gipuzkoa, que acababa de salir de la sede de su empresa. Al montarse en su vehículo, un Audi A6, otro coche estacionado cerca y que contenía entre 15 y 20 kilos de titadine explotó tras ser activado el artefacto a distancia.
Varios empleados de la empresa Korta sujetaron al herido «por los hombros y lo alejaron del coche». Posteriormente, facultativos atendieron al empresario en el lugar, hasta que falleció sobre las 13.00 horas. El cadáver fue levantado a las 16.10 horas por orden del juez para su traslado al Instituto Anatómico Forense del cementerio de Polloe para realizarle la autopsia.
Tras conocerse el fallecimiento, numerosas autoridades vascas y españolas se acercaron hasta Zumaia, como Jaime Mayor Oreja, entonces ministro español de Interior, y Javier Balza, consejero de Interior de Lakua.
Además figuraba el diputado general de Gipuzkoa, Román Sudupe, que se mostraba muy afectado, ya que era amigo personal de la familia Korta desde hacía 30 años. Aseguró que «si la razón para matar al presidente de Adegi ha sido que los empresarios no han pagado el impuesto revolucionario de ETA, se han equivocado de diana, porque yo soy el responsable de que no se sometan a ese chantaje».
La asociación de la que era presidente Korta también mostró su dolor por lo sucedido. A través de José María Ruiz de Urchegui y Victoriano Susperregui, la patronal guipuzcoana subrayó que el fallecido «era un hombre comprometido con Zumaia y con su país», y mostró su esperanza de que «las ansias de paz, convivencia y libertad que viene expresando este país logren algún día acabar con este drama intolerable y sin sentido, que tanto y tan dolorosamente nos está marcando a todos».
El Ayuntamiento de la localidad celebró una sesión plenaria de la que Euskal Herritarrok se ausentó «a fin de no empeorar más el ambiente que se vive en Zumaia», según señaló a través de una nota, en la que mostraba «su dolor y solidaridad a los familiares y amigos de Korta, así como a los cuatro militantes abertzales muertos en Bolueta» el día anterior. El alcalde, Ricardo Peña, lamentó la ausencia de los concejales de EH, de quienes dijo «nos hubiera gustado escuchar su opinión».
En ese pleno, el Consistorio condenó la muerte de Korta y decretó tres días de luto en Zumaia, «que ha recibido un golpe terrible con su asesinato». En la declaración institucional aprobada se recordaba que el empresario era «un euskaltzale comprometido con su pueblo y uno de los promotores de la ikastola de Zumaia», además de «un abertzale comprometido con la paz y con el diálogo como forma de resolución del conflicto vasco».
Mucho más tenso fue el pleno celebrado en el Ayuntamiento de Zestoa, localidad natal de Korta gobernada entonces por Euskal Herritarrok, y que tuvo lugar el 11 de agosto, dos días más tarde de lo solicitado por la oposición, PNV y EA. En esa reunión se aprobaron dos mociones, la de estos últimos partidos condenando el atentado y otra de EH en la que se mostraba solidaridad con los familiares de Korta y los de los militantes fallecidos en Bolueta.
Esta última generó un profundo malestar entre los familiares del empresario, que increparon a los seis ediles de EH durante el pleno. En un momento dado, Oier Korta le dijo al alcalde de Zestoa, Joseba Azpeitia, que «si tanto sentís el atentado, ¿por qué no mandáis un telegrama a ETA diciéndole que os parece mal lo que hacen y que José Mari era un hijo de este pueblo, un abertzale?». Y añadió que «no admitimos que metáis en el mismo saco a mi tío, que ha sido asesinado, y a los miembros de ETA, que han muerto».
Ataque del PP
El PP aprovechó lo ocurrido para atacar cualquier posibilidad de diálogo por boca del entonces presidente del Gobierno español, José María Aznar. Desde su residencia veraniega de Oropesa del Mar, Aznar subrayó «la responsabilidad de algunos dirigentes del PNV que, ante actos tan claros y determinantes que sobran las palabras, queda de manifiesto trágicamente ante los ciudadanos del País Vasco y de toda España».
Sabin Korta, hermano del fallecido, mostró su malestar señalando que «este muerto qué bien le ha venido al PP». También hubo reacción por parte del PNV, a través del portavoz del EBB, Joseba Egibar, quien se dirigió a PP y PSOE para decirles que «no nos van a decir cómo abrir vías de diálogo».
Al día siguiente del atentado, se abrió al público a las 9.00 horas la capilla ardiente en el Ayuntamiento, a la que acudieron representantes institucionales, de organizaciones empresariales, sindicatos y partidos políticos. Ya por la tarde, el cuerpo fue trasladado a la iglesia de Zumaia para celebrar los funerales.
Mientras, la práctica totalidad de los comercios de la localidad cerró su puerta en señal de duelo después de que se celebrara la concentración convocada por el Ayuntamiento en la Plaza, frente al edificio consistorial, cuya fachada estaba presidida por una ikurriña con crespón negro a media asta.
Desde ese año, cada 8 de agosto, la Fundación Joxe Mari Korta Bidetik recordaba al empresario con una concentración en Zumaia, un acto al que acudió en 2012 el entonces diputado general de Gipuzkoa, Martin Garitano, con el objetivo de «reconocer el sufrimiento de la familia». Era la primera vez que el cargo electo por EH Bildu asistía a un homenaje a una víctima de ETA. Su presencia fue criticada por el delegado del Gobierno español en la CAV, Carlos Urquijo, quien acusó a Garitano de «señalar públicamente a los que otros venían a matar».
Pese a las palabras de Urquijo, en Euskal Herria se vivían nuevos tiempos. Por ese motivo, cinco años más tarde, la Fundación Joxe Mari Korta Bidetik anunció a través de Andoitz Korta, hijo del empresario, que iba a dejar de celebrar las concentraciones del 8 de agosto para realizar «una aportación a un proceso gradual de la consecución de la normalidad en la sociedad», sin que ello suponga «renunciar al recuerdo y a la memoria».