1977/2024 , Abuztuak 20

Isidro Esnaola
Iritzi saileko erredaktorea, ekonomian espezializatua / Redactor de Opinión, especializado en economía

Fidel Castro sobre los refugiados vascos en Cuba: «Los etarras no son mercenarios»

En 1985, ‘Egin’ publicó una serie de reportajes sobre el exilio que tituló «Las nuevas rutas del exilio vasco». Como colofón a esa serie, en la última entrega reprodujo parte de una entrevista que la agencia EFE hizo al comandante Fidel Castro, en la que desgranaba el modo en el que los militantes vascos llegaron a Cuba, las condiciones que puso el Gobierno de Cuba o la relación con el PCC.

Discurso de Fidel Castro en La Haban en 1978A
Discurso de Fidel Castro en La Haban en 1978A (Marcelo MONTECINO | WIKIPEDIA)

Con el PSOE en el Gobierno de Madrid, el Estado francés empezó a colaborar más estrechamente con el Estado español en la persecución de los refugiados vascos en Ipar Euskal Herria. Eran tiempos de los GAL y en septiembre de 1984 se produjeron las primeras extradiciones de refugiados al Estado español. Además, el Gobierno galo añadió la práctica de las deportaciones que llevó a muchos militantes vascos a países lejanos.

En 1985, ‘Egin’ publicó una serie de reportajes sobre el exilio que tituló «Las nuevas rutas del exilio vasco». El 20 de agosto, como colofón a esa serie, en la última entrega el diario reprodujo –en un artículo firmado por el director de ‘Egin’, José Félix Azurmendi– parte de una entrevista que la agencia EFE hizo al comandante Fidel Castro.

Fidel describía a los militantes vascos como «gentes tenaces, persistentes y militantes» y señalaba que entre las condiciones para acogerlos estaban que debía ir voluntariamente y comprometerse a estar un mínimo de seis meses.

Castro reconocía que los acogió por humanidad, porque ellos también fueron perseguidos y sabían lo que significa. También señalaba que el PCC no había tenido reuniones políticas con ellos porque Cuba no tenía intención de ser parte del conflicto entre Euskal Herria y el Estado español.

Cuando en la entrevista se mencionó a Menoyo, un agente de la CIA que estuvo organizando una insurrección contra el Gobierno de Cuba, Fidel lo calificó como traidor, y dijo que no era comparable a los militantes vascos «porque los etarras no son mercenarios, los etarras luchan por convicciones, creen en su nacionalidad y creen en su derecho a la autodeterminación; desde el punto de vista moral ni político, usted no puede despreciar a alguien que luche por esas motivaciones».



LAS NUEVAS RUTAS DEL EXILIO VASCO (Y 20)

¿Qué pasa con los etarras, comandante?

José Félix Azurmendi

El 13 de febrero de este año, bautizado en la República de Cuba como el «Año del Tercer Congreso», Fidel Castro concedió una entrevista al director de la agencia española de noticias «Efe», Ricardo Utrilla, y a la periodista de la misma agencia Marisol Marín. En su día, «Efe» proporcionó a sus abonados un resumen de la misma, que fue difundida, entre otros diarios, por este mismo EGIN.    

La conversación ocupaba doce apretadas páginas de «Gramma», órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, que lo dio en versión completa y taquigráfica el 21 de febrero, una semana después. Posteriormente, con el titulo de «Sobre la deuda impagable de América Latina, sus consecuencias imprevisibles y otros temas de interés político e histórico», la Editora Política la hizo pública en un libro de 132 páginas.

Dentro de la «conversación», que es como la denomina «Gramma», hay varias preguntas y respuestas relacionadas con los deportados vascos y con ETA, que recogemos de ella y las transcribimos en su totalidad. Concretamente, lo reproducido ocupa desde las páginas 22 a la 36 del citado libro, y dice así:

RICARDO UTRILLA: ¿Qué pasa con los etarras, comandante?  Parece que ya llevan mucho tiempo aquí, ¿no?

COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO: Bueno, hace días le expli­qué a Cebrián la cuestión de los etarras

R.U.: Sí, pero pasó por encima, no dio detalles de...

F.C.: Sí. Y yo le puedo explicar lo que usted quiera.

Los etarras están aquí a solicitud del Gobierno español. Nosotros no te­níamos interés de ninguna clase en vernos involucrados en eso, pero los franceses arrestaron a algunos etarras y los deportaron a distintos países; se suponía que distintos países de Amé­rica Latina los iban a recibir, entre ellos Panamá. Me parece que Panamá se comprometió a tenerlos allí unos días. Ocurrió después que ningún otro país estaba dispuesto a recibir este grupo de etarras. Entonces, tanto los españoles como los panameños nos so­licitaron insistentemente que los reci­biéramos. Esto para nosotros, de todas formas, entrañaba riesgos porque, como yo decía, no queremos aparecer ni cómplices ni carceleros de los eta­rras.

Los etarras, naturalmente, son gentes que tienen sus ideas; son gentes tenaces, persistentes y militantes. No­sotros no los podemos tener aquí presos. Nosotros no queremos conver­tirnos en guardianes ni en centinelas de los etarras; tampoco queremos ser cómplices. La posición nuestra es no inmiscuirnos para nada en ese pro­blema de España, es la posición que hemos adoptado y que seguimos rigu­rosamente. Incluso, los etarras han so­licitado contactos con nuestro Partido para exponerle sus posiciones, sus puntos de vista, y nosotros, acorde con esa po1ítica, hemos evitado ese tipo de contacto.

R.U.: ¿Entonces no ha habido contactos entre la ETA y el PCC?

F.C.: No, no ha habido contactos entre la ETA y el PCC, como no sean los contactos realizados cuando ellos iban a venir, que se habló de que vinie­ran para acá, ya que una de las condi­ciones que plantearon fue que si ve­nían a Cuba debía ser voluntariamente y no por la fuerza. Se les explicó la situación que había, y que ellos decidieran. Ellos debían decidir libremente. Nosotros no estábamos dispuestos a aceptar los etarras traídos por la fuerza. Planteamos, además, que en ese caso ellos debían comprometerse a per­manecer en Cuba seis meses. El Gobierno español quería un compromiso de mayor tiempo. Incluso se habló de dos años, pero nosotros aceptarnos proponerles a los etarras solo seis meses.

R.U.: Que ya han transcurrido larga­mente, ¿no?

F.C.: Sí, han transcurrido los seis meses.

Es decir, hubo compañeros del Go­bierno que hablaron con ellos y hay funcionarios que mantienen la aten­ción a ellos en el terreno de sus necesi­dades prácticas, o de sus trámites legales, o de cualquier tipo; pero lo que no ha habido es contactos de tipo político, discusiones de tipo político con ello, aunque ellos han planteado sus deseos de exponer su problema.

Eso, desde luego, no tendría nada de particular, e incluso no constituye una falta, ni constituye una agresión a España, que nuestro partido escuche la exposición de sus ideas y puntos de vista, pero nosotros, incluso hemos evi­tado ese tipo de relaciones políticas, para no incurrir en los riesgos de que se nos pretenda implicar en ese pro­blema de España.

Ahora se han cumplido ya los seis meses, efectivamente, pero ellos no han incumplido su compromiso de perma­necer un mínimo de seis meses; tampoco los vamos a expulsar del país. Hay una situación de hecho; no vamos a expulsarlos. Cuando ellos quieran salir del país, tampoco les vamos a prohibir que salgan, ni mucho menos. Si no tienen otro lugar donde estar, por un elemental sentido de humanidad estarán aquí y serán tratados con todo respeto; cuando quieran mar­charse del país, podrán marcharse, es su libertad. Yo no sé lo que ellos piensan en realidad, pero son libres de marcharse del país si lo desean, y si no tienen a dónde ir, nosotros no los vamos a expulsar, ni les vamos a negar la hospitalidad que fue concedida, pre­cisamente, a solicitud de otros gobier­nos; no fue una iniciativa nuestra. Eso es lo que puedo explicarle con relación a este problema.

MARISOL MARIN: ¿Había alguna otra condición de ustedes, aparte de la de estar seis meses?

F.C.: Bueno, seis meses, y que vinie­ran voluntariamente. Es decir, que no los trajeran por la fuerza era la otra condición. El compromiso de estar esos seis meses era el tiempo que les había­mos propuesto. Han pasado ya los seis meses. Les propusimos un breve pe­riodo para que no fueran a pensar que nosotros queríamos tenerlos retenidos aquí. Nosotros les dijimos que los reci­bíamos con la condición de que ellos aceptaran el compromiso de permane­cer seis meses en Cuba.

R.U.: ¿Ellos lo aceptaron?

F.C.: Ellos lo aceptaron, no vinieron aquí por la fuerza, y yo no he tenido noticias desfavorables sobre su comportamiento  en Cuba.

No están presos, me imagino que tengan visitas. Aquí vienen muchos es­pañoles; aquí vienen muchos turistas españoles y me imagino que tengan contactos con los españoles. Nosotros­ no los andamos vigilando, lo que nos interesa es que respeten las leyes de nuestro país, pero todos nosotros hemos sido perseguidos de alguna ma­nera o de otra, hemos estado exiliados o hemos estado presos, y sabemos lo que hacemos todos en esos casos: si es­tamos exiliados, tratamos de mantener los contactos, y cuando estamos presos, tratamos de mantener los contactos, y cuando estamos clandestinos también. Son cosas que no las puede evitar nadie; en realidad, ni es nuestra obli­gación. No son funciones que nos co­rresponden a nosotros. Me imagino que en otros países vivan algunos de ellos, no sé si por fin México aceptó algunos, si Venezuela aceptó otros.

M .M.: Los están mandando a Africa. Mandaron los últimos a Togo y Cabo Verde.

F.C.: Si los etarras y también el Go­bierno lo solicitan, nosotros no tene­mos inconveniente en que estén aquí o vengan aquí en las mismas condiciones que vinieron los otros. En eso no creo que haya problemas insalvables.

R.U.: ¿Recibirían más?

F.C.: Miren, yo no me atrevería a darle una respuesta categórica en este momento. Tendríamos que analizarlo, porque siempre hay riesgos políticos. Si de repente todos los etarras vinieran para Cuba, los enemigos de nuestras relaciones con España van a empezar a intrigar y a decir que nosotros somos cómplices de los etarras, o somos res­ponsables de cualquier cosa que hagan los etarras. En realidad, debemos tener en cuenta que tal cosa se  prestaría a una propaganda calumniosa y falsa con nuestro país.
Lo que yo decía: bueno, si no tienen dónde los lleven y fuera necesario un lugar donde se les trate con respeto y las debidas consideraciones humanas, en condiciones de voluntariedad y compromiso mínimo de estancia, pu­diera pensarse en esa solución. No lo estamos ofreciendo, lo digo como una posibilidad. A mí me dicen: quieren mandar a los etarras y no tienen nin­gún  lugar del mundo donde mandar­los, y los van a mandar a Sudáfrica o a cualquier otro lugar por la fuerza, yo analizaría otras alternativas. Sí, he oído decir que los van a mandar a Cabo Verde, yo no sé cuáles serán las condiciones en que estarán allí.
El problema no nos conviene a no­sotros, pero no les tenemos miedo a los problemas, y la razón por la que toma­mos aquella decisión fue por conside­ración a España, consideración a Pa­namá y consideración a los etarras también, porque si bien con los go­biernos de Panamá y de España tene­mos consideraciones políticas, con los etarras podemos tener consideraciones humanas.

Pero no tenemos ninguna responsabilidad con este tipo de problemas, y creo que nadie pueda acusarnos, ni po­drán acusarnos; si lo hacen, lo harán gratuitamente, como de tantas otras cosas que nos acusan a nosotros, pero no tendrán fundamento serio para decir que nos inmiscuimos en asuntos de esta naturaleza en España, porque no pensamos inmiscuirnos.

R.U.: Si le parece, Comandante, pa­samos entonces a los temas latinoamericanos, y empezar  por...

F.C.: No... sí, sí, la respuesta fue un poco extensa, pero usted puede escoger materiales. Quise dar detalles.
Los lemas éstos, ya usted sabe lo polémicos que van a ser, se lo imagina y lo de la OTAN...

R.U.: Sí, el de la OTAN es muv polémico.

F.C.: Yo se lo digo con toda franqueza, ya que usted me lo preguntó.

M.M.: Falta un tema en el apartado de España, que yo creo que es inevitable.

R.U.: ¡Ah! Gutiérrez Menoyo.

F.C.: No se vayan a olvidar de Gutierrez Menoyo, porque se van a buscar un dolor de cabeza.

R.U.: A mí se me había olvidado.

F.C.: ¿Qué quieren que les diga?

R.U.: Bueno, diciéndolo un poco brutalmente, en España se ha llegado a decir incluso, que usted lo retiene como rehén para un eventual viaje España o para un viaje de Felipe aquí...

F.C.: Le voy a decir con toda franqueza: lo de Menoyo no tiene nada que ver con que viaje a España o no viaje a España. Seria absurdo, y estaría contra nuestra dignidad, no le voy a decir solamente contra nuestros principios; contra nuestra dignidad, ponernos a negociar la libertad de alguien con el propósito de hacer una visita, de que me inviten a España.

Ese tipo de acciones que pueden atribuirnos nuestros enemigos, y es lógico que tengan que hacerlo, son completamente ajenas a la historia, al estilo de nuestra Revolución y de su propio estilo. Si nosotros consideramos que un individuo debe estar cumpliendo una sentencia  porque hay razones absolutamente justificadas para ello, ese principio, ese punto de vista no lo cambiamos por nada, ni por todo el dinero del mundo, ni por cien viajes a España, por  supuesto.

Más fácil es que nosotros resolvamos un problema de esta naturaleza por razones de consideración con el Gobierno español, de consideración personal con Felipe, puesto que sabe­mos que atacan a Felipe injustamente, presionan, lo tratan de poner en si­tuación embarazosa con motivo del asunto de Menoyo; únicamente por consideraciones personales a Felipe es que nosotros incluso hemos estado dis­puestos a discutir el asunto. Y a decir verdad, me gustaría en esta cuestión la posibilidad de dar una prueba de consideración personal a Felipe, como hicimos con los etarras que, como le expliqué, fue una prueba de consideración con Felipe, con el Gobierno español, también con el Gobierno de Panamá y, por último, con las personas que han sido objeto de estos arrestos y expulsiones de Francia.

Ahora, hay una razón perfectamente clara por la que nosotros no podemos ceder en la libertad de Menoyo, y, créame, que con relación a Menoyo nosotros no albergamos el más mínimo espíritu de revancha ni de venganza.

Ahí en España está Cubela, por ejemplo, que fue arrestado y sancionado a muchos años por uno de los deli­tos más serios: por haber sido agente la CIA y haber introducido en Cuba las armas, de  acuerdo con la CIA para realizar un atentado contra, es un hecho realmente grave; y hace ya más de cinco años que está en libertad, como muchos otros, y sin que lo haya pedido nadie, les hemos reducido la sanción; los hemos puesto en libertad y están en España o en Estados Unidos o en otros países.

Ahora, Menoyo es el jefe de una or­ganización contrarrevolucionaria, Alfa 66 que actúa desde Estados Unidos, desde Miami, que ha realizado infinidad­ de ataques piratas a nuestras embarcaciones, instalaciones portuarias, que ha filtrado en numerosas ocasiones violentos mercenarios armados en otro país para realizar atentados y sabotajes a lo largo de muchos años. La gente vinculada Alfa 66 fue responsable del repugnante sabotaje al avión de la linea aérea cubana en Bar­bados, que costó la vida a más de 70 personas, entre ellos, el equipo juvenil nacional de esgrima, y Menoyo es el jefe de esa organización. Puedo tener el deseo personal de tener una conside­ración con Felipe, pero ¿debo olvidar los intereses de Cuba y los intereses de nuestro  pueblo? Cuando Menoyo de­sembarcó aquí con un grupo de merce­narios armados, procedente de Estados Unidos y en las inmediaciones de la Base Naval de Guantánamo, cometió con ese solo hecho un delito suma­mente grave.

Yo le advierto que lo que hizo Me­noyo merecía una sanción mucho más alta, sencillamente merecía el fusila­miento; merecía que los tribunales lo hubieran sancionado a la pena capital, porque esos delitos de traición al país, y las cosas que hizo Menoyo contra Cuba y al servicio de una potencia ex­tranjera, son sancionados con las penas más severas. Tenga usted la se­guridad de que fue una expresión de generosidad el hecho de que Menoyo, no obstante la gravedad  de los hechos, la gravedad de su traición, no hubiera sido sentenciado a una pena más rigu­rosa. No hemos sentenciado a un indi­viduo por disidencia política, ideoló­gica, sino a un individuo que desde territorio de Estados Unidos –¡desde territorio de Estados Unidos!– orga­nizó numerosas acciones contra el país, incluso invadirlo; con elementos armados.

Yo puedo tener deseos de ser amis­toso con Felipe y darle pruebas de amistad, pero no a costa de hacer algo que sería difícil de entender por nues­tro propio pueblo. Cuando Estados Unidos nos está amenazando a noso­tros de agresión, y de modo tal que nos ha obligado a movilizar y preparar a toda la población para defender el país a cualquier costo, seria en verdad una tontería incomprensible y sin sentido liberar a Menoyo y enviarlo a Estados Unidos a realizar nuevas fechorías contra Cuba. ¿Qué le explicaríamos después a nuestro pueblo cuando Alfa 66 y Menoyo envíen una infiltración que le cueste la vida a un miliciano, a un obrero, a un soldado cubano? En tanto existan peligros de agresión contra nuestro país por parte de los Estados Unidos, no podemos darnos el lujo de poner en libertad a Menoyo, ex­cepto que haya cumplido su sanción.

Creo que el pueblo español, al que se trata de engañar y manipular bur­damente con este tema, puede entender perfectamente nuestra posición. ¿Qué dirían los españoles si yo le planteara al Gobierno español que pusiera en li­bertad a los etarras que están presos? Ya que vamos a hablar de este tema, vamos a hablar con amplitud. ¿Qué di­rían?

R.U.: Porque fueran de origen cubano...

F.C.: ¿Qué diría el Gobierno español si nosotros le insistiéramos en que pusiera en libertad a los etarras que están presos? A decir verdad, el Gobierno es­pañol puede decir que los etarras son españoles; pero el problema es ese pre­cisamente, que los etarras dicen que ellos no son españoles; que ellos son vascos. Y más todavía: desde el punto de vista moral, un militante etarra es mucho más respetable que Menoyo, porque los etarras no son mercenarios, los etarras luchan por convicciones, creen en su nacionalidad y creen en su derecho a la autodeterminación; desde el punto de vista moral ni político, usted no puede despreciar a alguien que luche por esas motivaciones.

No voy a analizar los métodos que se empleen, si es un método u otro; estoy analizando simplemente las mo­tivaciones. En cambio, Menoyo actúa al servicio de una potencia extranjera, y eso es un acto de traición; Menoyo es algo más que un preso político. Me­noyo es un traidor al país, porque actuó desde Estados Unidos y al servicio de los intereses de Estados Unidos contra Cuba, y íos etarras –que yo tenga entendido– no están asistidos por niguna potencia extranjera, ni trabajan al servicio de ninguna poten­cia extranjera, ni son mercenarios. Menoyo es mercenario, ha actuado al servicio de Estados Unidos, al servicio de una potencia extranjera contra el país que lo acogió desde muy joven, contra el país donde vivió, y cuya na­cionalidad y cuyas leyes aceptó y acató.

No se puede comparar a Menoyo moralmente con un etarra. Y si vamos a hablar de esto, y si hay que hablar sobre esto y discutir este tema, estoy dispuesto a discutir con amplitud y profundidad.

Yo creo que a los españoles no les agradaría, ni al Gobierno ni a nadie, que nosotros presionáramos y organi­záramos campañas para que pusieran en libertad a los etarras presos en Es­paña. En eso se ha traducido el caso de Menoyo, con el pretexto de que es descendiente de españoles, en un ins­trumento de presión y campañas contra Cuba, y digo, categóricamente, que a Cuba no se le puede presionar. Si un día la hostilidad y las amenazas de Estados Unidos desaparecen, nosotros estaríamos en más libertad, podría tener más lógica ponerlos en libertad, a él y a otros, porque, repito, no se trata de un acto de venganza o de ani­madversión personal contra nadie. Nunca hemos visto las sanciones de la Revolución como un medio de ven­ganza, sino como un instrumento de defensa de nuestro país.
Menoyo tiene una larga sanción, y le reitero que fue generosa. Se ha que­rido convertir este caso en un medio para presionarnos como una supuesta prueba de amistad. Sí, nosotros tenemos una gran amistad con Felipe, por­que yo, personalmente, le tengo afecto y respeto a Felipe; pero le tengo más amistad a la Revolución Cubana, le tengo mas amistad a nuestro país, y le tengo más amistad y respeto a mi Pa­tria que a cualquier otra persona o país en el mundo.

Honi buruzko guztia: 1986