1977/2024 , Irailak 1

Lidiando con los ataques de Atutxa contra ‘Egin’, con la pluma de J. Iratzar

‘Egin’ tuvo que lidiar en más de una ocasión con las salidas de tono y graves ataques contra el diario de quien fuera consejero de Interior del Gobierno de Ardanza entre los años 1991 y 1998, Juan María Atutxa.

Respuesta de "Egin" a los ataques de Atutxa contra el diario.
Respuesta de "Egin" a los ataques de Atutxa contra el diario. (NAIZ)

A los pocos días de afirmar que «todos los días explota una pequeña bomba de amosal, de unos 50 gramos, en Euskadi: el diario ‘Egin’», una de las frases por las que más se le recuerda, el consejero volvió a cargar el 1 de setiembre de 1996 contra dicho medio de comunicación, en esta ocasión, lanzando graves acusaciones contra sus anunciantes.

Aprovechando una entrevista concedida al diario ‘El País’, llegó a asegurar que había mucha gente que paga a ETA «a través de ‘Egin’, mediante la inserción de publicidad». En realidad, fue el propio periodista del rotativo madrileño Juan G. Ibáñez quien insistió en esa idea, al plantearle la sorprendente pregunta: «¿‘Egin’ recauda dinero del llamado impuesto revolucionario mediante el cobro de anuncios publicitarios contratados por empresas que han sido amenazadas?».

A lo que Atuxa respondió que «hay muchísima gente que paga el mal llamado impuesto revolucionario a través de ‘Egin’, mediante la inserción de publicidad», para añadir que «hay gente que no insertaría publicidad en ‘Egin’ si no fuese por miedo. Y ceder al miedo y contratar media página de publicidad es ceder al chantaje de ETA».

Estas declaraciones tuvieron respuesta por parte de la dirección del diario, que al día siguiente denunció en su primera página y bajo el titular «Atutxazo» la campaña «para ahogar económicamente a ‘Egin’. Ahora quiere envenenarnos diciendo que los que se anuncian en nuestro periódico pagan así el 'impuesto revolucionario'». Es por ello que el diario acusó a Atutxa de «decir barbaridades indemostrables y falsedades demostrables».

El cierre de ‘Egin’ no fue solo obra de Jose María Aznar («¿Creían que no nos íbamos a atrever?») del juez Baltasar Garzón, con autos de ‘law fare’ de manual.  Fue una decisión de Estado que auspició y con la que colaboró Juan María Atutxa, con buena parte de la dirigencia jelkide.

Fueron años duros, con un enfrentamiento enconado que también se reflejaba en las palabras, como lo demuestran las citadas declaraciones del consejero de Interior. También fue dura la respuesta de ‘Egin’. La citada edición donde se hacía alusión a las manifestaciones concidió en lunes, día en que que se publicaba el editorial semanal de la firma J.Iratzar, que inauguró Josu Muguruza y que se mantuvo tras la muerte de este hasta el final del periódico. Reproducimos a continuación aquella descarnada réplica::

Declaración de guerra de un mentecato

A veces se dan circunstancias que hacen pensar, erróneamente, que la libertad de expresión existe, pues solo bajo su hipotético manto se admitiría el tener que oír y leer, un día sí y el otro también, las babeantes mentiras de ese gran mentecato con alma de botijo, que es, como no podía ser menos, el consejero de Interior del Gobierno español en Lakua Juan María Atutxa.

La historia de este país, a la que este señor se enfrenta con gran espíritu deportivo, terminará por juzgarle, pero en el ínterin no podemos menos que presentar ante la sociedad vasca la denuncia de este funcionario, por su incapacitación mental, su maledicencia pertinaz y por ponerse como un verraco contra EGIN cada vez que un periodista forjado en la Acorazada Brunete le ofrece en bandeja, con sus preguntas, la oportunidad para lanzar sus eructos.

Sepa Atutxa, El País, la SER, y TVE que aquí, el único que paga, y muy caro, el derecho a informar es EGIN y sus lectores. Sepan todos, como lo saben Atutxa, El País, la SER y TVE que este periódico es prácticamente el único que no cobra el impuesto revolucionario en ninguna de las modalidades de pago. Sepan ellos de una vez que en este país todos pagarnos bajo amenazas, para que el Ejército español, la Guardia Civil, la Policía Nacional, el Cesid, la Ertzaintza y un lerdo como Atutxa se dediquen a impedir por la fuerza de las armas la libertad de Euskal Herria.

Todos saben que en este país, al que enloquecidos responsables políticos como el señor Atutxa llevan hacia la aberración que supondría la pérdida de su identidad, que las instituciones políticas pagan sustanciosas sumas de dinero, mediante la inserción de publicidad oficial, a periódicos como Deia, órgano decadente del partido que soporta al señor Atutxa; El País, órgano del ex-gobierno de Felipe, dedicado ahora a labores de achique ante el naufragio; El Mundo, órgano de la derecha con corbata, que nos per­ dona la vida a estocadas; El Correo, expresión maquillada de la derecha de toda la vida; El Diario Vasco, idem de lo anterior, solo que un pe­lín más tosco; la SER, aflautada voz de su amo, el ex-Gobierno; la COPE, cuyas pilas no valen más que para una linterna; Onda Cero, guarida de los babosos reunidos, y cualquier otro medio que se baje los pantalones, por combatir contra todo aquello que signifique independentismo vasco. Todos cobran ese impuesto contrarrevolucionario y, en algunos casos, muchos de sus trabajadores cobran sobresueldos por ser abanderados de la gran cru­zada contra el abertzalismo. Im­puesto contrarrevolucionario sí, en tanto en cuanto el señor Atutxa nos lo ha revelado, pues si insertar publicidad en EGIN es una forma de pagar el impuesto revolucionario, Atutxa dixit, allí donde Atutxa in­serte su publicidad existirá cazo contrarrevolucionario.

Usted sepa también, señor Atutxa, que hemos tomado buena cuenta de su doble amenaza hacia todos los trabajadores de esta casa, por su obsesivo y enfermizo interés en ahogarnos económicamente y por ponernos espectaculares dianas pa­ra que cualquier «incontrolado» que usted descontrola cometa la barbaridad que tanto le apetecería.

Tenga siempre en cuenta que, si por pura causalidad, algo de lo que usted trama en los días de delirio, le sucediera a este periódico o a algu­no de sus periodistas, la vida en Euskal Herria sería muy diferente, pero no precisamente, y esto es una sencilla reflexión, muy feliz para nadie.

Tomamos muy en cuenta el espíritu que le anima constantemente en aho­garnos económicamente, en cerrar para siempre nuestras pági­nas, nuestro proyecto periodístico. Lo tomarnos como una ambición personal y como un objetivo de pri­mer orden adoptado en el Euskadi Buru Batzar, y en el consejo de re­dacción del diario El País, cuyas sedes como todos saben, se en­cuentran una en el Palacio de la Moncloa y la otra en la calle Ferraz.

No nos extrañará que mayores golpes sean dirigidos en días suce­sivos contra EGIN por parte de este botarate político y ese periódico que, aparte de dedicarse al onanismo infomativo, sabemos tienen hilo directo y lucrativo de esos fondos cada vez más reservados y más hediondos.

Xerografía del espíritu más rancio del imperio español, podemos decir sin género a dudas, que no es de extrañar que muchísimos vascos padezcan por usted la peor de las sensaciones humanas, la vergüenza ajena. Cuando vomita sus pestilentes ideas sobre la pacificación, que suenan igual de españolas que cuando desde la plaza de toros de Bilbo, gozoso e inflamado su espíritu patrio, anuncia «la recuperación de la Fiesta (nacional española por supuesto) para Euskadi», los batzokis lloran y los restos del de Sukarrieta castañetean.

Agradecemos también, con especial emoción de terror, la encomiable labor de mamporrero del verraco, realizada por el diario (?) El País, escuela de periodistas inmorales, cueva de intelectuales frustrados y punta de lanza desgastada de un PSOE putrefacto.

Obsesionados hasta la paranoia con la «cuestión vasca», después de la gran cagada intelectual, informativa y editorial de ver vivas a la cúpula de ETA, donde era mera frase literaria en referencia a la «trinidad de Agaeta>>, el pasado domingo se permitieron que un redactor desbocado, –ex-periodista de EGIN, renegado desde que su difunto partido perdió la batalla por este periódico– «analizara» la historia de este diario con la misma objetividad que la de un tiburón blanco en ayunas ante un muslo sangrante de ternera. Era el primer aviso que nos lanzaba. Entre semana, nos obsequió con otra perla infecta en su editorial, por haberle sacado los colores, a ellos entre otros muchos, por su abominable tratamiento informativo de los sucesos de Elgoibar. A ellos, y sólo a ellos, por su locura y por su alma canija que les permite que no les tiemble el pulso a la hora de escribir, con la avidez propia de las hienas, que el chaval de Elgoibar portaba, no una piedra, ni una botella, ni siquiera un cóctel molotov, sino una «bomba incendiaria» (sic) en el momento de su detención.

Ayer finalmente, la incontinencia de El País volvió a estallar. Y pu­sieron a disposición de un mentecato político a un entrevista­dor palanganero, para que el resul­tado fuera tan previsto y espectacu­lar como el caso en que a un piró­mano compulsivo le regalaran una gasolinera y cerillas. No tenía des­perdicio ninguna de las preguntas que indefectiblemente le hacían re­lamer de gusto al inefable Atutxa, personaje que para Mayor Oreja, tiene una talla tan grande que es el «referente positivo del País Vasco en Sevilla, Albacete o Huelva». Di­cho de otro modo, tiene la «talla» de un «vasco» que se dedica a ma­chacar a los vascos.

Honi buruzko guztia: 1996