1977/2024 , Urriak 7

Ramon Sola
Aktualitateko erredaktore burua / Redactor jefe de actualidad

El Diluvio de al-Aqsa que desató la mayor tormenta genocida

Aunque solo ha pasado un año, el sábado 7 de octubre de 2023 ya está en los libros de Historia por doble motivo: Israel sufrió un ataque-sorpresa equiparado a Pearl Harbour o el 11-S y ello abrió la espita de una masacre sionista que sigue en Gaza y más allá.

Movilización en Tel Aviv para reclamar a Netanyahu un acuerdo que solucione la cuestión de los rehenes, un año después del 7 de Octubre.
Movilización en Tel Aviv para reclamar a Netanyahu un acuerdo que solucione la cuestión de los rehenes, un año después del 7 de Octubre. (Jack Guez | AFP)

Aunque las dudas sigan siendo aún mayores que las certezas (incluso sobre el número de muertos y secuestrados), un año después lo obvio es que el 7 de octubre de 2023 marcó el inicio de la fase más crítica en décadas en Oriente Medio. Sus arenas, siempre movedizas, se vieron agitadas de golpe por el llamado Diluvio (o Inundación) de al-Aqsa, un ataque coordinado liderado por Hamas que incluyó 50 incursiones en territorio israelí. El resto es pura actualidad, porque la masacre desatada llega hasta hoy en Gaza (con más de 42.000 muertos certificados y 50.000 probables) y también Líbano, con efectos añadidos en Siria, Irán o Yemen.

Aquel amanecer de sábado era festivo en Israel, que celebraba el Simjat Torá, una conmemoración religiosa que conlleva un paréntesis vacacional. Se calcula que por este motivo el contingente habitual de 1.500 soldados guardando sus fronteras estaba reducido a la mitad.

En torno a las 4.00 de la mañana, tras órdenes de Hamas que corrieron de boca en boca evitando cualquier transmisión electrónica, se fueron reuniendo en los llamados «puntos de encuentro» los cientos de encargados de perpetrar un ataque inédito por su coordinación y su dimensión. Allí conocieron sus misiones concretas y recibieron los vehículos y armas necesarios, incluidas algunas cámaras para grabar los asaltos.

El ataque de las cinco milicias coordinadas por Hamas incluyó 50 incursiones en territorio israelí, superando fronteras incluso con parapentes y usando todo tipo de armamento, de misiles a cuchillos

Un informe de Human Rights Watch concluiría que fueron cinco milicias palestinas las que colaboraron, bajo la batuta de Hamas y con un participación también muy destacada de la Yihad Islámica. El asalto fulminante, facilitado por el lanzamiento de entre 3.000 y 5.000 misiles, agujereó en decenas de puntos los muros y cabinas de fronteras, o bien las superó por el aire mediante parapentes. Los asaltantes palestinos entraron a saco en la ciudad de Sederot y en decenas de kibutz matando a sus ocupantes o secuestrándolos.

El número exacto de muertos sigue lejos de determinarse por dificultades de identificación o desapariciones aún sin aclarar, aunque diferentes fuentes, de oficiales a periodísticas, lo elevan sin duda por encima de los 1.200.

Más de una cuarta parte de ellos eran soldados israelíes, abatidos en controles de frontera o en la comisaría de Sederot, donde se contaron decenas de muertos. A otros 364, casi todos civiles, los mataron cuando estaban en un festival de música al aire libre en Reim. Entre las víctimas hubo un vasco, Iván Illarramendi, zarauztarra de 46 años, que pereció junto a su esposa Loren Garkovich en un kibutz a dos kilómetros de Gaza.

«Muro de Jericó»

¿Cómo pudo un ataque tan masivo sorprender al poderoso servicio de inteligencia israelí, que después ha sido capaz de infiltrar los sistemas de seguridad de Hizbulah con ataques a sus aparatos electrónicos o matar a su líder Nasrallah en Beirut y también al de Hamas, Ismael Haniye, en Teherán?

El servicio de inteligencia israelí contemplaba un ataque así ya un año antes, pero Defensa lo desestimó por no darle credibilidad

 

'The New York Times' publicó meses después la existencia al menos un año antes de un informe titulado 'Muro de Jericó', en el que la inteligencia israelí alertaba de un plan coordinado de ataque masivo. Sin embargo, desde el Ministerio de Defensa, al parecer, se consideró irrealizable, no se le dio credibilidad.

El fallo de seguridad suponía el mayor desde el ataque del Yom Kipur que desencadenó la guerra árabe-israelí de 1973. El jefe de la inteligencia israelí, Aaron Haliva, dimitió seis meses después del 7 de octubre asumiendo errores. El primer ministro, Benjamin Netanyahu, no lo hizo: al contrario, ha visto apuntalada manu militari una posición política antes muy precaria.

¿Qué pretendían los atacantes?

Antes de llegar al 7 de Octubre, 2023 estaba marcado por un goteo de muertes palestinas, casi diarias, a manos de soldados o de colonos israelíes. Era la expresión, vista con el prisma de hoy de «baja intensidad», de un conflicto incesante desde 1948. ¿Fue este Diluvio de al-Aqsa una respuesta instintiva a esa masacre silenciosa, una muestra de desesperación tras décadas de agonía o fruto de una decisión estratégica de mayor calado?

Con los datos que existen hoy es difícil dar una respuesta concluyente. Lo más parecido a una reivindicación es el mensaje en audio de Mohamed Deif, comandante en jefe de las Brigadas de al-Qassam, brazo militar de Hamas, en el que sitúa el ataque como el inicio de una movilización árabe total contra el invasor israelí. «Es el momento de que todas las fuerzas árabes e islámicas se unan para barrer esta ocupación», dice citando expresamente a Líbano, Irán, Yemen, Irak y Siria. «Todo aquel que tenga una arma debe sacarla», añade.

La cuestión pendiente de los rehenes

No se atisba el final de la masacre desatada desde entonces por Israel, que deja datos tremendos como los más de 600.000 niños que malviven en Gaza entre escombros y con secuelas sicológicas de por vida. Pero en otra escala también está pendiente la cuestión de los rehenes apresados aquel 7 de Octubre por las milicias palestinas. Se calculan en torno a 250, que en principio fueron interpretados como una opción de canje por los 6.000 presos palestinos en cárceles israelíes.

64 rehenes siguen en territorio gazatí y suponen una presión interna para Netanyahu, pero nada detiene una deriva genocida que suma ya unos 50.000 muertos en la franja

 

Los últimos datos publicados apuntan a que 117 de los llevados aquel día a Gaza fueron liberados, 64 siguen retenidos y se cree que están vivos, y 70 murieron (algunos a causa de bombardeos israelíes). Los cuerpos de 37 fueron repatriados y los de otros 33 siguen en Gaza.

Su situación supone un elemento de presión interna para Netanyahu, especialmente tras haberse hallado en septiembre los cadáveres de seis de ellos en un túnel de Gaza. Pero nada detiene por ahora la deriva genocida.

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