1977/2024 , Urriak 23

Beñat Zaldua
Edukien erredakzio burua / jefe de redacción de contenidos

Ortuella todavía llora a sus niños y niñas

Una explosión de gas segó tal día como hoy, en 1980, la vida de 50 alumnos y alumnas de cinco y seis años, dos profesores y una cocinera del colegio público Marcelino Ugalde de Ortuella, en la zona minera de la Margen Izquierda.

Imagen del colegio público Marcelino Ugalde tras la explosión de gas.
Imagen del colegio público Marcelino Ugalde tras la explosión de gas. (Alfredo ALDAI | EGIN)

Estaban a punto de dar las doce del mediodía del 23 de octubre de 1980 cuando el fontanero municipal de Ortuella prendió un soplete para arreglar una avería en el colegio público Marcelino Ugalde. No podía saber que estaba a punto de hacer explotar una bolsa de gas propano que había ido formándose debajo de las aulas de 1º de EGB. El estruendo se escuchó en un radio de seis kilómetros. Era jueves y murieron 50 alumnos de 5 y 6 años, dos profesores y una cocinera. 53 personas, medio centenar de niños y niñas.

«Juan, Juan, ¿no está aquí mi hijo?, ¿dónde está Arantxa?, ¿está bien Javier?, ¿habéis encontrado a Ana?». La lectura de las crónicas posteriores todavía estremecen. La descripción de un escenario dantesco lleno de escombros y cuerpos mutilados horroriza, pero es otra imagen la que consigue trasladar la angustia que siguió a esa explosión que se escuchó en todo el pueblo. La cuesta de acceso al colegio, situado en un alto, quedó sembrada de zapatillas de casa que centenares de madres perdieron mientras corrían más allá de sus posibilidades en busca de sus criaturas.

Labores de rescate y desescombro en el colegio Marcelino Ugalde. (Alfredo ALDAI | EGIN)
Labores de rescate y desescombro en el colegio Marcelino Ugalde. (Alfredo ALDAI | EGIN)

La tragedia golpeó con fuerza la Euskal Herria de la época e impuso el luto en esta localidad minera de la Margen Izquierda. No eran tiempos de grandes alegrías en una zona poblada mayormente por familias trabajadoras humildes llegadas a la zona para buscar un futuro mejor para aquellos que, precisamente, murieron en la explosión. En declaraciones recogidas por 'Egin' el día siguiente, el entonces alcalde, Manuel Fernández Ramos, resumía en medio de los escombros el sentir general: «Esta es una zona maldita socialmente, hemos dado auge a Vizcaya con las minas y ahora socialmente estamos siendo olvidados».

La solidaridad inicial adquirió la forma de un tsunami que colapsó las carreteras de acceso al municipio. Con el transcurso de las horas, la impotencia fue convirtiéndose en cabreo, siguiendo la estela de lo expresado por el primer edil. La fugaz visita de la Reina a los hospitales y las palabras del entonces delegado del Gobierno español en la CAV, Marcelino Oreja, hablando de accidente fortuito, no hicieron sino caldear el ambiente.

Para muestra, el comunicado de la asamblea de enseñantes de la zona minera: «Este tipo de sucesos no son fruto de la casualidad ni de la desgracia, sino que vienen dados por las condiciones de abandono en las que se encuentran las escuelas estatales. No nos valen las actitudes fáciles de pesar y condolencia y no vamos a admitir más, cuando planteemos nuestras reivindicaciones, cantinelas como que 'no hay dinero'. Hay dinero para la Policía, para subvencionar la enseñanza privada, para todo, menos para atender las necesidades de enseñanza de las clases populares».

«Se trabaja con unas ínfimas condiciones de seguridad y los presupuestos del ministerio de Educación para mantenimiento y reparaciones son en muchos casos ridículos», añadía el profesorado.

Imagen del funeral, en una nave industrial de la localidad. (Roberto ZARRABEITIA | EGIN)
Imagen del funeral, en una nave industrial de la localidad. (Roberto ZARRABEITIA | EGIN)

Tras el impacto del primer día, el viernes 24 de octubre llegó quizá el momento más duro. Llovía y no había iglesia ni lugar capaz de congregar semejante funeral. Unas 10.000 personas se apretujaron en un amplio pabellón industrial de la empresa Talleres Noguera, a donde llegaron los féretros tras una larga marcha fúnebre desde los hospitales más cercanos. Los servicios sanitarios tuvieron que atender seis desmayos.

En paralelo, crecían las voces críticas que denunciaban «las deficiencias de la escuela pública y la ineficacia de los centros hospitalarios ante emergencias». En Bilbo, la Policía interrumpió la manifestación de unos trescientos profesores que marchaban en solidaridad con las víctimas de Ortuella al grito de «Menos policías, más escuelas».

Los servicios sanitarios atendieron hasta seis desmayos durante el funeral. (Roberto ZARRABEITIA | EGIN)
Los servicios sanitarios atendieron hasta seis desmayos durante el funeral. (Roberto ZARRABEITIA | EGIN)

Un pueblo contra Netflix

44 años después, el dolor de aquella tragedia se ha podido atenuar, pero sigue marcando la memoria colectiva de Ortuella. En un pueblo de cerca de 9.000 habitantes, prácticamente todos perdieron algún familiar, amigo, vecino o conocido. La herida no ha cicatrizado, como lo muestra el regreso de lo ocurrido a los titulares este mismo verano, cuando el pleno pidió a Netflix que no produzca un audiovisual sobre la tragedia.

Por unanimidad, todos los grupos municipales (PNV, PSE, EH Bildu y Podemos) pidieron a la plataforma «de manera respetuosa y enfática, que no se realice ninguna película o producción audiovisual que trate sobre el drama que nuestro pueblo vivió en el pasado». Casi medio siglo después, por lo tanto, perduran los versos que Xabier Amuriza publicó en 'Egin' el 25 de octubre: «Callemos, pues no hay palabra viva».

Este es el poema íntegro:

Beltz zaude Ortuella
zerbait esatea bada.
Beltz eta ikatz zaude
hartu duzun eztanda
ez baita borratzen
tristea dela esanda.
Eztanda horrek hitzak ere
leher erazi ditu.
Ez dago hitzik bizirik.
Hilak dira hitzak hilak
haurtxoen hilotzetan.
Ez dira haur aberatsak izan
horiek urrunegi baitaude
eztandak harrapa ditzan.
Bedeinkatuko dituzte elizan
haurtxo errugabeen gisan.
Baina ez esan, baina ez esan
halabeharra dela izan.
Gasak ere ez du errurik.
Hark berea egin behar du
uzten zaion tokian.
Nahiko bihozbera
portatu da bera
gasa bai bihozbera
eman baitu jakitera
zer egin dezakeen nonahi
nonahi bihar bertan
antzera edo okerrago
dauden anitz eskoletan.
Haurrak eta haurtxoak
munduko berri ez dakiten
bakarrak.
Eraman ditu gasak eta garrak.
Gauden isilik
ez baita hitz bizirik.
Hitzak ere hilik.