1977/2024 , Azaroak 1

Iñaki  Iriondo
Cronista político

Tres ejemplos de las dificultades de la izquierda para gobernar en Sudamérica

Los 1 de noviembre muestran las dificultades de la izquierda para gobernar en Sudamérica. En 2004 la Corte Electoral de Uruguay se resistió a reconocer la victoria del Frente Amplio. En Brasil, en 2010 ganó Dilma Rousseff, aunque fue destituida en 2016. En 2022, Bolsonaro no reconoció su derrota ante Lula.

Tabaré Vázquez, junto al vicepresidente Rodolfo Nin, ante el Palacio Legislativo de Montevideo, en 2005.
Tabaré Vázquez, junto al vicepresidente Rodolfo Nin, ante el Palacio Legislativo de Montevideo, en 2005. (Marcelo CASAL I AB I CC I WIKIMEDIA)

El 1 de noviembre de 2004, miles de uruguayos se lanzaron a las calles para celebrar la victoria de la coalición de izquierdas Frente Amplio. Aunque el recuento no había finalizado, el escrutinio daba un triunfo claro de su candidato Tabaré Vázquez.

Sin embargo, la Corte Electoral se negaba a oficializar la elección, anunciando que faltaban por contar unos miles de votos. El Frente Amplio criticó esa maniobra porque entendía que pretendía cuestionar un triunfo legítimo en las urnas, que ya habían reconocido hasta sus rivales y también desde el ámbito institucional.

De hecho, la Corte Electoral tardó más de una semana en hacer oficial el resultado debido a que, para obtener mayoría absoluta, solo le faltaba que 708 de los 32.000 que estaban en una condición especial (voto observado) fueran para el Frente Amplio. Estadísticamente se tenía certeza de que era inevitable y la predicción se confirmó con la entrega de los resultados oficiales el 6 de noviembre. Tabaré Vázquez obtuvo el voto de 1.124.761 ciudadanos en un total de 2.229.611 habilitados, y fue proclamado oficialmente presidente electo el 8 de noviembre.

El 1 de marzo de 2005, Tabaré Vázquez asumió la presidencia y se produjo una alternancia trascendente por tratarse del estreno de la izquierda y porque por primera vez en la historia de Uruguay, sin contar los períodos autoritarios, el gobierno no sería ocupado por uno de los partidos tradicionales: el Partido Colorado («colorados») y el Partido Nacional («blancos»).

Dilma Rousseff, de guerrillera a presidenta

En 2010, Brasil eligió con un 56% de los votos a Dilma Rousseff como la nueva y primera presidenta. Su rival, José Serra, se tuvo que conformar con un 44% de los votos, en un país donde, a pesar de ser obligatorio votar, la abstención llegó hasta el 21,5%. En su discurso de la victoria, las primeras promesas fueron la erradicación de la pobreza, la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, y honrar el legado, consolidando y haciendo avanzar el trabajo, del expresidente Lula.

Las elecciones presidenciales de Brasil tuvieron un marcado carácter de plebiscito sobre la «era Lula». De hecho, Lula no solo deposito en Rousseff su legado al nombrarla como su sucesora, sino que empeñó su extraordinario carisma y su enorme capacidad de seducción implicándose personalmente en la campaña.

Dilma Rousseff, jefa de gabinete de Lula los últimos cinco años, recogió su testigo: un imparable auge económico y una proyección en el mundo que han hecho que Brasil deje de ser un «país de futbolistas» para convertirse en un gigante que se impone. Con énfasis en la eficiencia del Gobierno, en una preeminencia de lo público en sectores estratégicos como las materias primas, modernizando la vieja infraestructura del país, y con una política exterior imaginativa que ha convertido a Brasil en potencia regional y actor clave en un mundo cada vez más multipolar, la herencia política que Rousseff recibe de Lula tiene sólidos cimientos. Pero quedaba mucho por hacer, también en la vida cotidiana de los brasileños.

Dilma Rousseff fue investida el 1 de enero de 2011 como la primera mujer presidenta de la historia de Brasil. Pero la historia nos dejó además otras lecciones reveladoras: la «camarada Rousseff», ex presa política y víctima de torturas bajo el golpismo militar de la década de los 70 del siglo anterior, se convirtió en la líder del país por el que tanto luchó. Y pasó a ser la mujer más influyente del mundo. La presidenta Rousseff no solo representa en ese momento a Brasil y a su ciudadanía: representaba también la consolidación del proceso democrático y de reformas sociales del país más decisivo de América Latina; y que este siga siendo un país para todos.

El mandato de Dilma Rousseff duró hasta el 31 de agosto de 2016, cuando triunfó una moción de censura en su contra, con la acusación a su gobierno de tomar préstamos de bancos estatales sin consultar al Parlamento para tapar agujeros en las cuentas públicas. No se trata de una cuestión de corrupción, sino una violación de normas fiscales, maquillando el déficit presupuestario.

Rousseff negó en todo momento los hechos de los que se le responsabilizaba y su defensa señaló que tales acusaciones no eran suficientes para tomar una medida tan drástica como apartar a un presidente de la república. Pero ocurrió así y, con la salida de Rousseff de la presidencia, también se puso fin al periodo de 13 años de gobiernos del PT que comenzó con Lula da Silva en 2003. Pero eso cambió en 2022.

La vuelta de Lula

El 30 de octubre de 2022 se celebró la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, en la que se enfrentaron Lula da Silva y Jair Bolsonaro. Ganó el primero, con un 50.9% de los votos; un poco más de 60 millones de papeletas. Pero tras dos días sin comparecer en público, el 1 de noviembre Bolsonaro rompió el silencio tras su derrota electoral con un lacónico mensaje en el que ni aludió al resultado, ni reconoció su derrota frente a Luiz Inácio Lula da Silva, ni mucho menos le felicitó; se limitó a decir que cumpliría la ley.

Como imitador de Trump, su actitud había alentado los llamamientos golpistas en los bloqueos de carreteras en un intento del bolsonarismo de lanzar su «asalto al Capitolio», frenado por jueces y gobernadores. Finalmente, Bolsonaro, al igual que su vicepresidente, se negó a participar en el traspaso de poderes y se marchó a EEUU la víspera de la toma de posesión de su sucesor.

Pero ni Bolsonaro ni las maniobras judiciales que le llevaron a prisión de forma inconstitucional evitaron que  Luiz Inácio Lula da Silva volviera a tomar el cargo de presidente de Brasil el 1 de enero de 2023.