«Frustrado un intento de golpe militar en Madrid». Con este titular, 'Egin' informó de una noticia que saltó a la luz el 18 de noviembre de 1978, pero que hacía referencia a una asonada fascista que llevaba tiempo preparándose y que fue frustrada pocos días antes de llevarla a término.
Lo llamaron «Operación Galaxia» por el nombre de la cafetería en la que se reunían los principales instigadores, entre ellos algún personaje que luego se haría muy conocido por sus veleidades golpistas, como el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero. Le acompañaba el capitán de la Policía Armada Ricardo Sáenz de Ynestrillas, implicado también en muchas tramas del mismo cariz, que fue muerto en 1986 por ETA y cuyo hijo fue acusado de ser uno de los autores materiales del atentado que acabó con la vida de Josu Muguruza en 1989. Y junto a ellos estaban los comandantes de Infantería Manuel Vidal Francés y Joaquín Rodríguez Solano y el capitán de Infantería José Luis Alemán Artiles, todos ellos de larga trayectoria en el Ejército franquista y acreditado carácter ultra.
Según se indicaba en la crónica periodística, «la intentona militar fue descubierta cuando uno o varios de los promotores del plan se dirigieron al coronel del Regimiento de Infantería Alcázar de Toledo, Mateo López de Vicuña (…) y le invitaron a secundar la operación». Al parecer, este se negó a hacerlo y lo puso en conocimiento del mando militar.
Justificación ultraderechista
Los hechos ocurrieron en un contexto particularmente convulso en el Estado español, con atentados de ETA y de otras organizaciones revolucionarias, pocos días antes del tercer aniversario de la muerte de Franco y en pleno debate sobre la Constitución, que fue aprobada –no en Hego Euskal Herria– el 6 de diciembre de ese mismo año, solo unas semanas después.
Aun cuando la opción de ruptura respecto a la dictadura había sido orillada por las principales formaciones políticas españolas en favor de una transición hecha a medida, sectores nostálgicos del franquismo exponían día sí y día también sus posturas tendentes a echar el freno a cualquier apertura.
Lo había hecho el propio Tejero en una «Carta al Rey» publicada poco antes en un diario madrileño, y lo exponían sin ambages portavoces ultraderechistas como el falangista Blas Piñar, que ese mismo día 18 había declarado que «situaciones como la que vive España y otras similares en diversos países del mundo justifican, contemplado desde el punto de vista de la moral cristiana, un alzamiento nacional».
Asimismo, en la misma noticia 'Egin' informaba del arresto del general de la Guardia Civil Juan Atares Peña, jefe de la zona de Levante, por lanzar arengas golpistas en presencia del entonces vicepresidente del Gobierno, el también militar Manuel Gutiérrez Mellado.
La «profecía» de Múgica Herzog
La tensión, por tanto, era patente. El golpe iba a llevarse a cabo durante una visita oficial a México de Juan Carlos de Borbón, designado por Franco para sucederle en la Jefatura del Estado, y consistía en la ocupación del palacio de La Moncloa por parte de 200 miembros de la Policía Armada, con el secuestro del presidente del Gobierno español, Adolfo Suárez. En esta tesitura, el hoy rey emérito se habría visto obligado a formar un «Gobierno de salvación nacional».
La delación de López de Vicuña habría frustrado la operación, y tanto Tejero como Ynestrillas fueron juzgados en consejo de guerra en 1980, aunque las condenas fueron extremadamente leves, de apenas unos meses, y ninguno de ellos perdió su rango militar.
Es más, siguieron conspirando, y menos de un año después del juicio, el 23 de febrero de 1981, Tejero irrumpió en el Congreso de los Diputados con el objetivo de devolver el poder a los militares mediante un golpe de Estado. El 23-F también fracasó oficialmente, aunque fue un punto de apoyo para aprobar la LOAPA, que revirtió algunos de los pocos avances que contemplaba la nueva legalidad, y sirvió para promover la figura de Juan Carlos de Borbón, presentado ante la opinión pública como una figura determinante para evitar el golpe, cuando muchas voces autorizadas han señalado, por contra, que él mismo era parte del conciliábulo golpista.
Sáenz de Ynestrillas, como ya se ha dicho, falleció ametrallado por ETA ocho años después de la «Operación Galaxia», aunque antes le dio tiempo a protagonizar o planear otras intentonas golpistas como la del 23-F junto a su inseparable Tejero, el intento de arrestar a todas las autoridades del Estado en la fiesta que ofrecía Juan Carlos de Borbón en el Palacio Real o el plan de atentar con bomba bajo la tribuna de autoridades en la que deberían estar la familia real, Felipe González y Narcís Serra el día de las Fuerzas Armadas en A Coruña en la denominada «Operación Zambombazo», que fue desactivado por el CESID el 2 de junio de 1985.
Un extenso currículo que no impidió que cuando la organización armada vasca acabó con él viajara en un coche oficial del Ejército y estuviera acompañado por el teniente coronel Carlos Vesteiro Pérez y el soldado Francisco Casillas Martín, que también resultaron muertos.
Visto con la perspectiva que dan los años, es difícil imaginar qué estaría pensando Enrique Múgica Herzog, entonces presidente de la Comisión de Defensa del Congreso, cuando ese 18 de noviembre de 1978 dijo estar «absolutamente seguro de que no va a haber un golpe de Estado». Aunque conocida su trayectoria posterior, casi es mejor no imaginar nada.