1977/2024 , Abenduak 15

Aritz Intxusta
Redactor de actualidad

El abrazo que selló el enfado monumental entre Chillida y Oteiza

Jorge Oteiza y Eduardo Chillida cerraron el 15 de diciembre de 1997 una larga etapa –seis años– en la que no se podían ni ver. Firmaron su paz sobre una servilleta que decía «Más allá de nuestras diferencias, habrá siempre un 'espacio-tiempo' para la paz». 

Información en la portada de 'Egin' del 16 de diciembre de 1997 sobre el reencuentro de los dos artistas.
Información en la portada de 'Egin' del 16 de diciembre de 1997 sobre el reencuentro de los dos artistas. (EGIN)

Lo han llamado el «Abrazo de Zabalaga», pues Oteiza y Chillida se lo dieron allí, en la sede de la fundación de este último. Sellaron así su reconciliación, aunque por el texto que firmaron no era del todo completa. La rivalidad entre ambos escultores, rayana a un odio visceral en según qué etapas, resulta harto conocida. 

Oteiza y Chillida no se habían visto, por lo menos, desde 1991. Ese año, Pamiela publicó el 'Libro de los plagios', en el que el autor de 'Quousque tandem' utilizaba fotografías enfrentadas que, a su furibundo entender, revelaban el plagio constante al que estaba siendo sometido a manos de Chillida. 

 

Texto que rubricó la reconciliación. (EGIN)

Los dos escultores sellaron la paz estampando sus firmas sobre un texto brevísimo, bilingüe, en el que aludían a sus diferencias.

Con motivo de su reconciliación formal, Rafael Castellano escribió estas líneas de opinión en el periódico 'Egin' bajo el título: «Dos Oteizas, dos Chillidas»:

«¿Han esperado a la víspera del centenario de Henry Moore, padre de una escultura estructurada en equilibrios de bloques y espacios atribuida a ambos Chillidas, a ambos Oteizas? Total, en 1998 la gran efeméride del Moore del 'Desnudo reclinado' se difundirá desde Yorkshire hasta el último confín del mundo plástico sensato. Y, tarde o temprano, será de dominio público que Moore encarnó al primer escultor que se fijó en los macizos y los huecos que la propia erosión de la naturaleza provocaba. No sin haber bebido en los mohais, los precolombinos, las multiperspectivas picassianas y, sobre todo, en el 'Manifiesto realista' que los hermanos Gabo y Pevsner habían redactado en Moscú hacia los años 20. 

En aquel manifiesto, que recomendamos releer como rúbrica del abrazo entre los dos Oteizas, o los dos Chillidas, hijos pródigos ambos de Moore, de dichos Gabo y Pevsner hacen equivaler lo hueco y lo lleno y afirma, textual, «que la expresión del espacio es el vacío». Vuelven al viento los libros de los plagios en un globo terráqueo donde veinte civilizaciones distintas (todas ellas preindoeuropeas, por cierto) inventaron a la vez y sin comunicarse entre sí cosas tan electrodomésticas como la rueda, el arco, el hacha, el fuego y la escultura sagrada. 

Aquí nadie le debe nada a nadie cuando Moore cumple 100 años; cuando dos creativos empecinados en bronca estéril que no logró jamás fenómenos «fan» de chillidistas y oteizanos hacen las paces sin guerra previa en foto muy plástica. A uno le prohibían 'La Sirena' de la Castellana, en Madrid, mientras al otro le acostaban los apóstoles de Arantzazu en las cunetas de Oñati. Ya no podrán colaborar en nada, porque ambos se manifiestan cansadísimos, agotados y exánimes. Pero hay un libro que el desdichado Fullaondo ya no podrá escribir. Que dure». 

Honi buruzko guztia: 1997