El 18 de diciembre de 1995, un grupo de familiares de presas y presos vascos comenzaron una gigantesca iniciativa solidaria que, un año después, 'Egin' sopesaría en «cinco toneladas».
Ese día, quince familiares de presos iniciaron una huelga de hambre de una semana en el Buen Pastor de Donostia. Y una semana después, otros quince les tomaron el relevo. A partir de entonces, fueron los ciudadanos y ciudadanas voluntarias quienes lograron encadenar la solidaridad, hambrienta de derechos para los presos y presas en cárceles de los estados francés y español, que en aquellos años sumaban 550, durante un año entero.
Cada sábado escenificaron el relevo de turno con una concentración en la catedral y, cada noche a las 12, retiraban las pancartas del exterior e intentaban dormir. La lectura, la conversación, las visitas, los programas de cocina en la televisión y alguna partida de cartas servían para hacer más ameno el ayuno.
En realidad, la intención era mantenerse firmes en la protesta hasta que todos los presos vascos fueran «reagrupados y trasladados a Euskal Herria». ¿Cómo podrían saber que la excepcionalidad perduraría durante casi treinta años más? Cada quien manda en su hambre, pero si el Estado desoye el ruido de las tripas...
En el aniversario del ayuno, 'Egin' medía en sus páginas el resultado numérico de tal hazaña: en 365 días de huelga de hambre, desfilaron por el Buen Pastor 800 personas, 15 por cada uno de los 53 turnos que tomaron parte en la iniciativa
Que el objetivo, ambicioso sin duda, no fuera alcanzado, no resta mérito a la acción solidaria. En el aniversario del ayuno colectivo, 'Egin' medía en sus páginas el resultado numérico de tal hazaña: en 365 días de huelga de hambre, desfilaron por el Buen Pastor 800 personas, 15 por cada uno de los 53 turnos que tomaron parte en la iniciativa. Durante ese tiempo, los huelguistas bebieron 12.000 litros de agua, «los mismos que caben en una kupela de sidra de las grandes», relataba el periodista Iñaki Telleria. «Y no hablemos de perder kilos, porque lo que se ha quedado en el camino en este gesto solidario han sido 4.770 kilos, casi cinco toneladas. Vamos, algo así como que 70 personas se hubiesen desintegrado entre aquellas paredes», dejó escrito el redactor.
Las personas que entraron durante aquel año en la céntrica catedral donostiarra, venidas de todos los territorios de Euskal Herria y de muy diversos perfiles –si bien al principio fueron los familiares y las organizaciones populares pro-amnistía quienes impulsaron la acción, también se sumaron a ella grupos de periodistas, taberneros y comparseros de Bilbo, universitarios, profesoras, higienistas, bretones, feministas, artistas, sanitarias, expresos, intelectuales, sacerdotes...–, salieron enjutas, pero «con más ganas de trabajar por ellos», por los presos y presas, como transmitió Asier Eguskiza, uno de los huelgistas, a 'Egin'. «Al estar allí te conciencias realmente del esfuerzo que hacen los presos en huelga de hambre. Tú lo llevas bien, porque pasas la huelga con un grupo de amigos y en un ambiente majo, pero recuerdas en todo momento a los presos en la soledad de sus celdas», agregaba el joven a Iñaki Telleria.
Esta huelga de hambre rotativa se convirtió en símbolo de la lucha en Euskal Herria por los derechos de los presos y presas vascas, una lucha que, como recogía el titular de la crónica en 'Egin', resultó en «cinco toneladas de solidaridad».
Los indígenas toman las riendas de su país
El 18 de diciembre de 2005, el país más pobre de América Latina votó por que el sindicalista aymara Evo Morales fuese su presidente y, por primera vez en la Bolivia postcolonial, los pueblos indígenas tomaran las riendas de su país. «Quiero decirles a los aymaras, quechuas, guaraníes y chiriguanos que, por primera vez, vamos a ser presidentes», transmitió el ganador de los comicios tras saber los resultados.
No fue casual que su primera visita como presidente electo fuera a la Cuba de Fidel Castro, ni que dijera de George W. Bush, entonces presidente estadounidense, que era «el único terrorista del mundo». Morales quería virar completamente la dirección del país
Ataviado siempre con la vestimenta tradicional de un colorido risible para los mandatarios occidentales, el líder cocalero y cabeza del Movimiento al Socialismo (MAS) se comprometió a «descolonizar» el país andino, y a que recuperara sus riquezas, explotadas por multinacionales. No fue casual que su primera visita como presidente electo fuera a la Cuba de Fidel Castro, ni que dijera de George W. Bush, entonces presidente estadounidense, que era «el único terrorista del mundo». Morales quería virar completamente la dirección del país.
Con una colorista chalina sobre su traje negro, el indígena socialista Evo Morales tomó posesión de su cargo el 22 de enero de 2006. Con el puño izquierdo en alto y la mano derecha en el corazón –«evitó la manera tradicional, que consistía en hacer una señal de la cruz con los dedos de la mano derecha», recogía 'Egin' al día siguiente–, exclamó, potente y sonoro: «Sí, juro».
Así, visiblemente emocionado, el hombre que encarnaba la recuperación de la dignidad del pueblo boliviano dedicó sus primeras palabras como presidente a sus predecesores en la larga lucha de 500 años contra la opresión en el continente americano. Arrancó pidiendo un minuto de silencio por los líderes de la resistencia indígena Manco Inca y Tupak Katari y por Ernesto Che Guevara –muerto cuando lideraba una guerrilla en Bolivia–, Luis Espinal y por «otros muchos».