La marcha del 29 de diciembre de 1984 a la cárcel de Herrera de la Mancha marcó el inició de una dinámica sin parangón que nunca olvidarán quienes protagonizaron aquel hito de compromiso y solidaridad. Durante casi una década, miles de ciudadanos acudieron a la prisión manchega a mostrar su solidaridad con los presos políticos vascos.
Herrera fue la punta de lanza del régimen represivo español postfranquista, «… funcionó como la cárcel de guardia del sistema. Si te portabas mal en la calle ibas a la cárcel. Si te portabas mal en la prisión ibas a Herrera de la Mancha», ('Herrera de la Mancha, prisión de castigo', Eduardo Parra, Pamiela, 2020). Fue inaugurada en 1979 con el traslado a ella de los presos sociales de la Coordinadora de Presos en Lucha (COPEL), les siguieron los del GRAPO y el PCE (r), y más tarde concentró a los presos vinculados a ETA.
Los años 80 comienzan para los presos vascos con la prisión de Soria como referencia; en 1981 el Gobierno español opta por el alejamiento y 120 internos son llevados a Puerto de Santa María, a unos 1.000 kilómetros de Euskal Herria; el resto se quedó en Soria, Carabanchel y Yeserías. En octubre de 1983, los presos de Puerto de Santa María fueron trasladados a la prisión manchega.
Herrera era una cárcel dentro de otra: limitación a cinco libros en la celda, un día de agua caliente a la semana, vis a vis prohibidos, cartas restringidas a dos hojas por semana… En septiembre del 84, el entonces secretario general de HASI, Txomin Ziluaga, denunciaba en 'Egin' que los presos de Herrera estaban «peor que en las cárceles franquistas»: «… a pesar de que los directores de las cárceles se reconocían a sí mismos como fascistas, no había censuras, ni hacían desnudar, ni limitaban la alimentación… Las prisiones se han vuelto más represivas con el PSOE que con Franco». Herrera era un laboratorio represivo y lo testado allí de manera excepcional se convirtió en regla con la creación del FIES (Fichero de Internos de Especial Seguimiento) en 1989 (en el Estado francés se aplicó una regulación similar bajo la denominación DPS, Détenu Particulièrement Signalé).
Cárcel de la muerte
La prisión manchega se cobró la vida de hasta cuatro presos vascos. Joseba Asensio 'Kirruli' fue hallado muerto el 8 de junio de 1986. La causa médica fue la tuberculosis, pero el informe forense destacó la desasistencia como elemento desencadenante, «al no habérsele detectado la enfermedad por falta de medios adecuados, no se adoptaron las medidas oportunas...». Mikel Lopetegi se ahorcó en su celda en marzo de 1988, sus allegados llevaban cuatro años alertando de sus problemas síquicos. Cuatro meses después falleció Juan Carlos Alberdi. Tampoco se le había diagnosticado ninguna enfermedad, pero con apenas 30 años le sobrevino un edema pulmonar fatal.
Fueron tres casos de una necrología que se inauguró casi al tiempo que abría sus puertas el penal. En 1981, el vizcaíno militante de los GRAPO Kepa Crespo llevó hasta el final una huelga de hambre para denunciar el aislamiento y las palizas constantes a las que eran sometidos. El vecino de Ortuella Fernando Rodríguez compartió prisión y lucha con Crespo, y en una entrevista concedida años después a Info7 Irratia recordaba las duras condiciones de Herrera y la continuada protesta que realizaron los militantes comunistas: «Dijimos 'estos nos quieren exterminar en silencio y aquí vamos a gritar', y el grito era la huelga de hambre».
Fernando Rodríguez, compañero de Kepa Crespo
Los presos del GRAPO y el PCE (r) fueron trasladados tras la muerte de Kepa Crespo, los de ETA los relevaron, pero las condiciones de la prisión seguían siendo extremas y los presos políticos vascos comenzaron una dinámica de desobediencia total que transcurrió entre febrero y diciembre de 1984. Las primeras marchas de solidaridad se organizan para apoyar esa dinámica. Unas trescientas personas llegadas desde Euskal Herria se concentraron frente al centro penitenciario el 7 de enero de 1984; un millar de personas volvió al penal manchego el 16 de junio, y fueron unas tres mil el 22 de setiembre. El 29 de diciembre se organizó la primera marcha de carácter nacional, «esta marcha es un acto de solidaridad del pueblo vasco para con los presos … Herrera sigue siendo una cárcel de exterminio» (Gestoras pro Amnistía, 29/12/1984).
Aquella primera marcha navideña contó con actuaciones de dantzaris, bertsolaris, una txalaparta que trataba de hacer llegar el apoyo ciudadano a quienes se asomaban a las rejas de la celda y kalejiras festivas que rodeaban a la guardia civil que protegía el recinto.
Xabier Amuriza, Herrerako martxak gogoan
El bertsolari Xabier Amuriza fue uno de los artistas que participó en las primeras marchas a Herrera: «Veíamos aquella amplia meseta solo interrumpida por lo inmenso de la prisión y mi preocupación principal era que nos escucharan desde dentro» (Info7 Irratia, 19/02/2016).
«¡Ya les quieren a ustedes… eh!»
Y sí, se les escuchaba. Xabier Izaga, preso desde 1981 al 2002, llegó a Herrera de la Mancha procedente de Puerto de Santamaría en la primera remesa de los militantes de ETA. Recuerda con emoción las marchas frente a la cárcel: «Ese día no había visita y desde la mañana estabas esperando, y decías 'ya se oyen cohetes, ya se oyen gritos'… y era muy emocionante, desde las celdas que daban al descampado se sacaban pancartas e ikurriñas…» (Info7 Irratia, 18/05/2017)
Xabier Izaga, sobre las marchas a Herrera
«Eramos militantes políticos y por supuesto que hacíamos análisis políticos sobre lo que suponían aquellas marchas, pero ese día lo que prevalecía en prisión era la emoción, notabas casi físicamente ese aprecio, la solidaridad». Izaga relató en Info7 Irratia la inmensa fuerza que transmitía ese apoyo popular, que la sentían incluso quienes la pretendían obviar: «El día de mi cumpleaños pasó el carcelero que repartía las cartas y yo tenía un montón de telegramas, y empieza: 'A ver, Izaga, Izaga, Izaga…', me da algunas cartas, los telegramas y me mira serio y me dice, 'ya les quieren a ustedes eh!'»
Xabier Izaga: «¡Ya les quieren a ustedes eh!»
Izaga recordó en esa entrevista a Info7 Irratia que algún año lograron escuchar todo lo que acontecía en el exterior a través de Hala Bedi Irratia. Y es que, a partir de 1986, varias radios libres llevaron pequeñas emisoras que les permitían radiar en directo el acto del exterior y los presos podían seguirlo a través de sus transistores. «Aquí estamos, soy tu madre, un abrazo, aurrera», fue uno de los mensajes que gracias a las ondas logró superar el muro de hormigón armado. ('Egin', 28/12/1986).
En 1986 ya eran 6.000 las personas que participaron en la marcha a Herrera. Juan Mari Olano vivió las primeras marchas desde prisión y, posteriormente, como organizador y portavoz de las Gestoras Pro Amnistía: «Yo creo que les dábamos miedo, tanta gente allí, con las manos vacías, pero con el fuego y el amor que teníamos en los ojos, y trataron de meternos miedo… » (Info7 Irratia, 19/02/2016)
Juan Mari Olano, Herrerako martxez
La del 86 sería la última que llegaría hasta los aledaños de la prisión. Al año siguiente, madres y esposas de funcionarios de prisiones y guardias civiles convocaron una manifestación frente a la cárcel para evitar la llegada de la marcha solidaria. Fue el argumento esgrimido por el Gobernador Civil de la provincia para prohibir la iniciativa vasca. Esto no fue óbice para que cerca de 8.000 personas acudieran a la llamada; la concentración solidaria se realizó a 6 kilómetros de la prisión.
Los obstáculos policiales fueron una constante durante las marchas, había autobuses que superaban hasta siete controles en su periplo a tierras manchegas. A partir del 87, una barrera policial infranqueable evitó que las decenas de autobuses llegaran a su destino. Sin embargo, la afluencia siguió creciendo. En 1988 ya eran 10.000. El acto volvió a realizarse a varios kilómetros de la cárcel. De vuelta a casa, los cerca de 160 autobuses que habían acudido a la cita solidaria colapsaron la M30 y la regaron con octavillas con lemas a favor de los presos.
La Policía no fue el único obstáculo que tuvo que superar aquella dinámica solidaria. En 1988, varios autobuses fueron apedreados a su paso por localidades madrileñas y un año después ocurrió lo mismo frente al estadio Santiago Bernabeu. Pero la cifra de participantes seguía creciendo; en 1989 acudieron 200 autobuses, según la propia Guardia Civil, y hubo cerca de 12.000 personas. En 1990 acudieron 215 autobuses. Además, ese año la cita fue doble, ya que se organizó una marcha paralela a las prisiones parisinas de Fleury-Merogis, Fresnes y La Santé.
Las marchas navideñas a las prisiones se convirtieron en una cita ineludible. «Antes de verano la gente ya empezaba a preguntarnos '¿qué, este año cuándo vamos?'» (Juan Mari Olano en Info7 Irratia). Las actuaciones culturales también iban in crescendo, y Negu Gorriak eligió la del 90 para presentarse en público; la nueva banda, luego mítica, de Fermin Muguruza se estrenó en la árida explanada manchega.
La última marcha a Herrera se celebró en 1992, con actuaciones de Koiuntura, Anje Duhalde, Parabelum, Urtz y Hertzainak, entre otros.
En 1987, el Gobierno español había comenzado a aplicar la política de dispersión, se instauraría de manera generalizada a partir de 1989. Herrera dejó, así, de ser «la cárcel» para convertirse un un punto más del mapa de la dispersión.
El modelo de Herrera sirvió años después para dar el último empujón al fin de la política de excepción aplicada a los presos vascos. Hubo marchas en 2016 con motivo del proceso Abian de la izquierda abertzale y otras en la primavera de 2017, nada más producirse el desarme de ETA. En diciembre de 2017, una marcha a París de carácter nacional puso el colofón a esta iniciativa. Tras pasar por las principales prisiones de la capital francesa, más de 10.000 personas se manifestaron por las calles de la 'Ciudad de la luz' con el lema «Ahora los presos». Era el principio del fin de la dispersión.