No estará presente, pero ya ha conseguido ser uno de los protagonistas del debate de política general que empieza hoy en el Parlament. El secretario general de CiU y líder absoluto de Unió, Josep Antoni Duran i Lleida, irrumpió en escena el lunes con un artículo en ‘La Vanguardia’ en el que abría la puerta a una tercera vía intermedia para el proceso soberanista: ni independencia, ni mantenimiento del status actual, sino un nuevo encaje de Catalunya en el Estado español.
Concretamente, Duran i Lleida -que en el artículo defiende la convocatoria de una consulta-, escribió: «Cuando llegue el momento, Unió ayudará a que un sector amplio de la sociedad que no quiere rendirse ni desaparecer como nación tenga otras opciones que no sean la secesión o la asimilación y sumisión». De esta manera, el líder democristiano centra el debate del Parlament en la pregunta de la consulta, que genera intensos debates dentro de las propias fuerzas favorables al derecho a decidir: CDC no acaba de hablar claro, ERC y CUP quieren una pregunta clara e inequívoca con una respuesta de sí o no, y Unió, PSC e ICV-EUiA ven con buenos ojos una pregunta con múltiples respuestas.
Así, la respuesta conjunta del arco parlamentario a la carta de Rajoy -que se supone que se aprobará el viernes- pasa a un segundo plano, y los temas más allá del nacional, como son el social o el económico, apenas llenarán alguna noticia secundaria, pese a que la mayoría de partidos intentará llevarlos al centro del debate. Algunos por coherencia y convicción -CUP e ICV-EUiA-, otros para evitar hablar del tema nacional -PSC, PP y Ciutadans-.
La propuesta de Duran i Lleida -que en realidad no es nueva-, recibió el entusiasta apoyo del PSC de Pere Navarro, que ve en esta tercera vía un camino hacia el modelo federal que nunca han sabido explicar. Sus socios de CDC, sin embargo, prefirieron guardar silencio, conscientes de la tensión que el proceso provoca en su relación con Unió y conscientes también de que, ahora mismo, una ruptura con el partido de Duran i Lleida no sería buena ni para Convergència ni para el proceso. Esta es al menos la versión del Govern.
Además de tensar la cuerda en clave catalana, también cabe entender la propuesta de Duran i Lleida como el enésimo esfuerzo -quizá el último- por facilitar a Rajoy una salida al proceso que no pase por el enfrentamiento directo y la ruptura. Todos son conscientes de que la prohibición de una consulta llevaría el nivel de enfrentamiento entre Catalunya y España a un nivel superior, algo que Unió especialmente quiere evitar. También son conscientes de que una consulta con la independencia como única opción nunca será aceptada por el Estado. De ahí este brazo tendido de Duran i Lleida, que ofrece a Rajoy una consulta pactada en la que la tercera vía que propone tendría bastantes números de ganar.
Pero esta propuesta se encuentra con varios obstáculos. Para empezar, existe una sociedad civil organizada-que pide una pregunta clara e inequívoca-, consciente de que es la que marca el paso y que difícilmente aceptará que el proceso le sea arrebatado de las manos para llevarlo al terreno de las élites, que tratan de conseguir un nuevo pacto de altos vuelos semejante al de la transición.
Pero no es éste el principal obstáculo de la propuesta de Duran i Lleida, que sigue sin querer entender que para federarse con alguien -o en su caso, confederarse-, es necesario que ese «alguien» desee hacer lo propio. O lo que es peor, entendiéndolo perfectamente, el líder de Unió insiste en esta vía.
Si Rajoy tuviese algo de la audacia que el primer ministro británico, James Cameron, ha mostrado en el caso escocés, la consulta con una opción intermedia podría ser un órdago unionista para salir del proceso actual sin una ruptura. Pero aceptar una consulta como ésta conllevaría aceptar la independencia como hipótesis. Además, la victoria de la tercera vía implicaría un cambio en el estatus actual del Estado español, algo por lo que no piensa pasar el Gobierno del PP. Y si alguien tenía dudas, en los últimos días han dado suficientes muestras de ello, proponiendo, por ejemplo, un frente contra la independencia junto a Ciutadans, PSC y la propia Unió.
No cabe duda, pues, de que el PP se siente más cómodo con el discurso dual e inamovible de no permitir la consulta y de amenazar con la expulsión de la UE. Dos caras de la misma moneda: si el estado permitiese la consulta, estaría obligado a aceptar su resultado, frente a lo cual, un veto en la UE no se entendería. Algo que desmontaría completamente el discurso del miedo. Eso sí, sin olvidar que los primeros que deberán decidir si quieren estar en la UE son los propios catalanes.
Así las cosas, resulta difícil anticipar escenarios, pero cabe pensar que, pese a la polémica suscitada por el artículo de Duran i Lleida, a efectos prácticos, la pregunta de la consulta no será tan relevante, ya que si contempla la opción de la independencia -si no la contemplase sería un fraude de dimensiones históricas-, nunca será aceptada por el Estado. El proceso entrará entonces en una nueva fase, en la que el enfrentamiento será directo, el choque de trenes inevitable y, como consecuencia, el adelanto electoral -ya sea en clave plebiscitaria o no- cuestión de tiempo.