Tal y como ha destacado Véronique Duouet, directora del programa de investigación para la transformación de conflictos de la Fundación Berghof de Berlín, en la lectura de las conclusiones de esta nueva cita de Hitzorduak, el DDR recoge elementos esenciales que «permiten avanzar hacia una paz duradera», aplicables también a Euskal Herria.
El DDR, en palabras de Kristian Herbolzheimer, director del programa de Transiciones a la Paz de Conciliation Resources, persigue tres objetivos fundamentales: «Devolver la confianza entre los militantes y la población; prevenir futuros conflictos; y contribuir a la reconciliación nacional». Pero, añade, «en cada contexto se utilizan contextos diferentes». Por citar vario ejemplos, en Colombia «la palabra desarme es impensable para las FARC. Allí se habla de dejación de armas. Aquí, en el País Vasco, esta terminología no causa polémica. En Filipinas hablaron de normalización; en Ache, hubo un desarme público en la plaza a la vista de todos, mientras que la desmovilización fue un tema menor; en El Salvador, en cambio, hubo una desmovilización, pero el desarme y la desmovilización fueron temas menores».
Sobre «las singularidades del caso vasco», subraya que «aquí tenemos un proceso de paz sin negociación. Frente al DDR, el Estado propone el DDA, o sea, desarme, desmovilización, delación y arrepentimiento. Esta apuesta para nada contribuye a cumplir los objetivos anteriormente citados, es decir, a prevenir conflictos, a la reconciliación y a crear confianza». A esta posición de Madrid, contrapone «el mecanismo multilateral forjado entre las sociedad vasca, las instituciones de aquí y la comunidad internacional». «Hay que pensar qué desarrollos ha habido aquí que hace algunos años eran impensables. En Colombia, en 2011 era impensable que fuera a haber una negociación con las FARC y en 2014 era impensable que las FARC se fueran a presentar a las elecciones en 2017. Aquí también ha habido avances espectaculares, aunque en todos los procesos siempre hay riesgo de frustración porque los cambios nunca llegan con la celeridad que necesitamos. Lo que ahora es imposible, tal vez, mañana no lo sea».
Al testimonio de Herbolzheimer se han sumado el de Aaro Suonio, quien participó en la Comisión Internacional Independiente de Desmantelamiento para el norte de Irlanda; el de Omar Cortés, capitán de Navío en retiro de la Armada Nacional, quien sentó junto a guerrilleros de las FARC en La Habana para diseñar el modelo de cese al fuego bilateral y definitivo; el de Jesús Alfonso Flórez, defensor de derechos humanos y facilitador de procesos de construcción de paz en Colombia; y el de Justine Masika Bihamba, activista congoleña y presidenta de Synergy of Women for Victims of Sexual Violence, una plataforma que aglutina a 35 organizaciones que ayudan con mujeres víctimas de violencia sexual por parte grupos armados en el norte de la provincia de Kivu.
De sus intervenciones se desprende que no hay una única fórmula ni receta, y que la terminología se debe adaptar a cada particularidad y contexto. Pero entre las recetas comunes, tanto Herbolzheimer como Dudouet subrayan el papel determinante que juegan los excombatientes o exmilitantes, que «gracias a su pasado violento son la mejor garantía para contribuir activamente a la salida del conflicto».
«Concretamente, en el País Vasco, el desarme y desmantelamiento de ETA debe servir para permitir avanzar hacia un diálogo constructivo e inclusivo sobre cuestiones humanitarias, jurídicas y sociales relativas a los prisioneros, refugiados así como a las víctimas del conflicto. La experiencia vasca de desarme ha demostrado que es posible abrir un proceso único, caracterizado por su unilateralidad –en ausencia del diálogo con el Estado español–, y por ser inclusivo, y respetuoso con los fundamentos y estándares internacionales de un desarme», ha concluido Dudouet.