La agencia France Presse ha anunciado esta tarde que Alain Cocq, de 57 años de edad, está ingresado en el servicio de reanimación del Hospital de Dijon.
Cocq, quien padece una enfermedad degenerativa desde hace 34 años, emprendió en la noche del viernes una huelga de hambre y sed, y dejó de recibir su tratamiento médico. Ello, como último «gesto militante» para reclamar que la ley francesa ampare de una vez por todas la muerte digna.
Su estado se degrada rápidamente, informó en la mañana de ayer Sophie Medjeberg, vicepresidenta de la asociación «Handi-Mais-Pas-Que», encargada de hacer de portavoz de Cocq.
Medjeberg ha sido la que ha dado a conocer a AFP que el Samu procedió anoche al traslado del enfermo, con quien no ha podido contactar desde entonces, por lo que no sabe en qué situación se encuentra y sobre todo «si ha sido sometido a tratamientos o maniobras de reanimación con contra de su voluntad».
Tras ver denegada la última demanda de sedación, que cursó él mismo al presidente francés, Emmanuel Macron, Alain Cocq anunció la semana pasada su intención de dejarse morir y de mostrar su fin de vida vía Facebook a partir del 4 de setiembre por la noche.
Ante la imposibilidad de hacerlo, al decidir ese canal que no permitiría la difusión de su agonía, ha sido Sophie Medjeberg, vicepresidenta de la asociación con la que ha trabajado Cocq para mejorar la situación de las personas que viven con grandes discapacidades, la elegida para ejercer de portavoz.
«Tras dejar de comer, ayer (por el domingo) vomitó abundantemente y su deshidratación es importante, con lo que empieza a sufrir pérdidas momentáneas de consciencia», hizo saber así la portavoz.
No tratarle contra su voluntad
Esa es una de las preocupaciones que han mostrado desde el entorno más cercano del paciente, ya que no se sabe qué disposiciones se tomarán por parte de las autoridades sanitarias –y/o los jueces– en el caso de que el hombre pierda definitivamente la consciencia y no pueda dar a conocer sus últimas voluntades.
A priori, la ley que regula el fin de vida en el Estado francés, y que protege al paciente de ser sometido a tratamientos para alargar de forma inútil la vida, le ampararía para que en el Hospital de Dijon no se le aplicaran tratamientos no deseados para alargar su vida.
Salvo que esa ley no está prevista para regular una muerte voluntaria. De ahí que se haya privado a Alain Cocq de la posibilidad primera que contempla la norma, la sedación, ya que «esa opción está pensada para evitar el sufrimiento, no para buscar la muerte», aclaran los gestores de la ley que regula el fin de vida en el Estado francés.
La ley Claeys-Moretti que rige en el Estado Francés desde 2016, contempla la sedación profunda del paciente cuando su pronóstico vital es irreversible en el corto plazo.
Ese supuesto no es aplicable en el caso de Cocq, por más que en un mensaje antes de abordar la huelga de hambre y sed el vecino de Dijon recordara que «padece una agonía desde hace 34 años», cuando se le diagnosticó la enfermedad degenerativa que afecta a sus arterias y que le provoca gran sufrimiento.