El informe presentado por el Foro Social Permanente la pasada semana hacía una apunte al respecto y Etxerat lo ha confirmado a NAIZ este viernes: la política de encerrar a los presos y presas vascas en módulos de aislamiento ha empezado a corregirse con algunas acciones. Se mantiene, no obstante, en otros casos, lo que lleva a Urtzi Errazkin, coportavoz del colectivo de familiares, a concluir que «algo se mueve, pero ni lo suficiente ni con la valentía necesaria».
Encerrar a estos prisioneros políticos en módulos de aislamiento ha sido una práctica generalizada desde que se puso en marcha oficialmente la política de dispersión hace 33 años, pese a que teóricamente son recintos destinados a presos «inadaptados» o bien a la aplicación de castigos revisables cada dos semanas.
Etxerat confirma que en fechas recientes los encerrados en Estremera (Madrid), Sevilla y Córdoba han sido sacados de estas Unidades Especiales de Régimen Cerrado para pasar a módulos normales junto al resto de presos.
Los presos vascos en A Lama (Pontevedra) y Jaén también han sido agrupados en un solo módulo. Y se ha producido otro tipo de reagrupamiento en Sevilla, con la excepción de un preso, y en Puerto-III, donde los vascos han sido concentrados en los módulos 1 y 2 salvo uno de ellos que se encuentra solo en el 3.
Movimiento incompleto
El movimiento resulta perceptible, aunque está lejos de resultar completo, según remarca Etxerat. Para empezar, el aislamiento sigue vigente en Huelva y Soto del Real. Además, la dispersión en el interior de las prisiones todavía persiste en la mayoría de los centros, con separaciones de los vascos en módulos de la misma cárcel; es el caso de la citada Córdoba tras vaciar el módulo de aislamiento, pero también de Puerto I, Granada, Murcia II, Villena (Alacant), Castelló I y II, Zuera (Zaragoza), Soto del Real (Madrid), Dueñas (Palencia) y Mansilla (León).
Otra circunstancia remarcable es que «muchas mujeres presas llevan años, además de alejadas, encarceladas en soledad, sin compañeras: Algeciras, Huelva, Córdoba, Granada y Teixeiro (A Coruña)», enumera Errazkin desde Etxerat.
«Al encarcelamiento en soledad de las mujeres se suma el de algunos hombres en situaciones que se prolongan en el tiempo, por espacio de meses e incluso años. Esto ha ocurrido y ocurre en Cáceres, Badajoz, Valdemoro, Fontcalent, Teruel, Ocaña I y, en breve, Murcia I», recuerda Urtzi Errazkin.
Errazkin: «Ni a medios ni a tercios»
Con este claroscuro sobre la mesa, la conclusión de Etxerat es que «algo se mueve, pero no lo suficiente ni con la determinación y valentía necesarias». Errazkin subraya, uniendo este tema al goteo de noticias sobre traslados a Euskal Herria o su entorno cercano, que «es tiempo de que el Gobierno español ponga fin al alejamiento. No es tiempo de acercamientos a medias o a tercios, es tiempo de que los traigan a Zaballa, y más en esta época de pandemia. Para nosotros, que estén en Soria no es una solución porque tenemos que desplazarnos allí saliendo de nuestra comunidad, con todas las limitaciones que hay ahora». Este fin de semana, sin ir más lejos, los familiares saldrán a la carretera con la misma inseguridad que el anterior, que fue el primero mediatizado por los confinamientos perimetrales.
Sobre la cuestión del aislamiento, Errazkin entiende que «se trataba de un anacronismo, de una dispersión en el interior de las cárceles, que ahora ha comenzado a mitigarse». Incide en que continúa la separación en módulos: «Siempre hemos apuntado que la dispersión no es solo que estén en diferentes cárceles, sino que dentro de una misma cárcel hay un cierto aislamiento si están en diferentes módulos. Y hay todavía demasiadas cárceles en que se produce esta situación, lo que afecta sobre todo a las mujeres en la medida que son menos».
En general, el responsable de Etxerat reclama que exista «determinación para cerrar 33 años de castigo y sufrimiento continuados. Es tiempo de que nos los devuelvan vivos a casa».
¿Qué es el aislamiento?
¿Qué es exactamente un módulo de aislamiento y cómo afecta a la persona presa? Para entenderlo es muy útil este testimonio en entrevista en vídeo de Iñaki Alonso, que ha padecido este régimen durante muchos años en Córdoba.
Esta prisión andaluza es especialmente emblemática, según destaca el informe reciente del Foro Social Permanente. En su presentación, el abogado Aitzol Asla –miembro del decanato del Colegio de Abogados de Bizkaia y del observatorio Behatokia– detallaba que «en Córdoba el módulo está bajo el nivel del suelo; se accede por una entrada como la de un garaje, con lo cual lo único que se percibe desde las ventanas de las celdas es un muro alto y encima un trozo de cielo. Además, en esas ventanas, hay también una reja sobre los barrotes, dificultando más la aireación e iluminación».
«En estos módulos no hay gimnasio, ni salas comunes, ni otras facilidades. Por la tipología de presos que cumplen sanciones, hay un ambiente tenso, sumamente agresivo y ruidoso. Pese a que el Reglamento así lo estipule, en la mayoría tampoco existen programas de tratamiento para las personas allí internadas. Lograrlos lleva tiempo, tesón y determinación, como ha ocurrido en Córdoba», añadía Asla.
Se trata de una fórmula de encierro rechazada por las Reglas Mandela de las que se dotó la ONU en 2016.