El «desgobierno de las palabras» es el subtítulo del último libro de Juan Carlos Monedero ("Política para indiferentes"). El jueves, después de la presentación en una conocida librería, camino de casa, pensé en el poder que tienen las palabras para crear una realidad y adaptar el pensamiento de la gente a la ideología hegemónica de la gobernanza mundial. Sin llegar a las alturas filosóficas del uso del lenguaje en el poder mediático, pensé en lo que ha sucedido esta semana en Donostia, con las cenas solidarias de la plataforma ciudadana KAS. Los contrarios a esta acción han elaborado un contundente mensaje hablando de inseguridad, delincuencia e inmigración, palabras claves del discurso racista y en la difusión de inculcar en la clase media el miedo a ser pobres algún día. La consecuencia fue prohibirlas para «garantizar la seguridad». Al llegar a casa, una amiga me llamó para contarme que esa noche se habían preparado las cenas como siempre y, sobre todo, se mostró contenta por el arrope popular que habían tenido. La intención de mostrar la solidaridad como una idea perturbadora del orden que caracteriza la indiferencia del individualismo, ha fracasado ante la práctica real de lo que, en la batalla de las ideas y no de las palabras, se puede llamar desobediencia y rebeldía social.