No hay descanso para Pedro Sánchez. Y lo más curioso es que algunos de los impactos que más seriamente amenazan con desbaratar la compleja obra de ingeniería que trata de vertebrar un gobierno progresista en el Estado español vienen del fuego amigo. De hecho, si solamente tuviese que preocuparse por las insidias y tejemanejes de las derechas, una razonable tranquilidad reinaría en los anchos pasillos de la Moncloa. Pero no es así, ni de lejos.En el momento de escribir estas líneas, y en el contexto de la tragedia causada por las intensas lluvias, las cámaras de televisión retratan al presidente de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, y al jefe del principal partido de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, fundidos en un sincero abrazo en la marco de la visita que el gallego realizaba a las zonas afectadas con el fin de perpetrar un bochornoso, patético y ruin ejercicio de explotación partidista de la mencionada tragedia. Fuera máscaras: lo de García-Page va más allá del fuego amigo, es quintacolumnismo de manual.Y precisamente las noticias sobre la lamentable catástrofe vinieron a tapar, al menos por unos días, el terremoto desatado alrededor de Iñigo Errejón tras conocerse los episodios de violencia machista protagonizados por el ex portavoz de Sumar. El daño causado a la credibilidad de las izquierdas en España todavía está por evaluar, pero, en todo caso, va más allá de los estremecedores relatos sobre el comportamiento de Errejón. Su dimisión ha puesto en escena una inquietante pieza dramática adornada de traiciones, rencores y cuentas pendientes entre pablismos, yolandismos y otros ismos, que no hacen augurar nada bueno. Termino con este apartado, no sin antes acordarme de Manuela Carmena. No imagino por lo que debe estar pasando esta mujer.Pero se me acaba la columna y no he hecho más que empezar. Otro día hablaremos de Jose Luis Ábalos, de Felipe González, de Alfonso Guerra, del inefable Nicolás Redondo junior y, por qué no, también de Begoña Gómez y su peinado.