A es de Canadá. Dejó atrás una vida cómoda en el 2014 y decidió luchar contra el Estado Islámico y parar «el genocidio que estaba haciendo. Dejé a mi novia en Canadá, aunque sigamos manteniendo el contacto en la distancia. En estos dos años nos hemos visto más bien poco. Al principio igual que a mis camaradas me tomaron por loco. ¿Por qué uno deja una vida cómoda y se viene a la guerra? Para hacer algo con su propia vida».
Al principio, por su entrenamiento militar, enfundó una Kalashnikov y luchó en Kobane con los kurdos del YPG. «Varios de mis camaradas murieron allí por heridas provocadas por balas o bombas. En mis años de militar vi heridas peores que eran curadas, incluso en pocas semanas el soldado herido estaba de vuelta en el frente. Sentí que sería más útil evitando esas muertes de los soldados del YPG. Volví a Canadá y contacté con varias personas que sentían lo mismo que yo. Utilizamos Facebook para ello. Ahora son mis camaradas y trabajamos codo con codo. Tenemos una jerarquía militar en el hospital de campaña, yo soy el segundo», afirma A.
Me pide una foto que delate que no está aquí para luchar con las armas, ni matar, sino para salvar vidas «con prioridad para los civiles y niños primero. Quiero salvar muchas vidas pero mejor que no haya muchos heridos» explica.