V. es de Canadá pero su familia es rusa. «Combatí en Chechenya con el ejército ruso. Siempre me he dedicado a labores militares o de seguridad. Veía desde mi casa lo que estaba pasando en Siria y me sentía impotente», asegura V. «Decidí dejarlo todo atrás y marcharme a Siria a luchar con los kurdos. Para mí el Estado Islámico es como el fascismo de la guerra civil española. Lo que están cometiendo aquí contra los cristianos en una limpieza étnica y a la gente en occidente no le importa», explica con gesto afligido. ˜«Cuando dije a mi familia que me venía aquí me trataron de loco. Mi hermano me dijo que estaba loco. Desde entonces, ya hace casi 3 años, no me habló con él».
V. cambió sus armas en Rojava. «Sabía lo suficiente de la guerra como para luchar, tenía experiencia. Sin embargo veía como por una simple herida de bala o mortero la gente moría desangrada cuando eran fácilmente curables. No entendían que una herida, por muy profunda que fuera o por mucho que sangrara, podía curarse. Necesitaba ayudar a esa gente. Decidí dejar la Kalashnikov y formarme como paramédico. Primero estuve en Rojava y te aseguro que salve muchas vidas. La gente nos quiere en Rojava (Kurdistán sirio). Ahora haremos lo mismo yo y mis camaradas aquí. Pero te aseguro una cosa. A los internacionalistas de la guerra civil española se les recibió con honores a su vuelta, aunque perdieran contra el fascismo. En la segunda guerra mundial muchos lucharon contra el nazismo y consiguieron la admiración de los franceses. A muchos les dieron la nacionalidad por los servicios prestados en la guerra. Ahora nos tratan de locos y nos criminalizan. Me da mucha pena esto que está pasando, deberíamos de ser más» explica. V. Se calla y mira hacia abajo con gesto afligido. «Sácame las fotos que quieras, no tengo miedo; pero que se vea bien la tijera, que es mi única arma aquí».